Lectura de Bondi: «La Puerta» [Parte2] de Nicolás Lasaigues

¿Te preguntabas qué acechaba al protagonista de esta historia singular? Enterate en la última parte de este cuento del gran escritor argentino.

Por @diegui83

Un hombre con una extraña herencia de un pariente que no tenía idea de su existencia y un destino incierto. Recordá dónde habíamos dejado a nuestro peculiar «héroe» haciendo click AQUÍ Y ahora sí, sepámonos que le espera detrás de LA PUERTA

«LA PUERTA (ÚLTIMA PARTE)»

Escuché un nuevo ruido, un sonido hueco, como de madera al ser pisada. En ese momento, mi miedo era tal que prácticamente ni respiraba.

Detrás del muro de oscuridad, escuché sutiles pasos sin rumbo. También había una respiración entrecortada, como si algo estuviera olfateando.
En ese momento estuve tentado de apagar la vela, no quería que notara mi presencia en realidad. Pero cuando escuché como ─Lo que fuera que hubiera ahí─ se abalanzó sobre una de las latas con gusanos y comenzó a devorarla con exquisito placer, no pude ni siquiera parpadear del terror que me poseía. Noté incluso como mi pantalón se mojaba en la entrepierna.

Pasaron unos segundos interminables en los cuales no escuché absolutamente nada hasta que, nuevamente, el sonido hueco de la madera rompió con aquella espera.
No sabía si estaba subiendo algo más, o si mi acompañante estaba bajando. Después de eso, no se escuchó nada más en toda la noche.

Por la mañana me sentía terriblemente cansado y me dolía todo el cuerpo. Me había orinado por el miedo que aún sentía y no tenía voluntad para bajar de la cama, pero tampoco quería pasar un segundo de más en ese lugar.

Finalmente, y juntando coraje de no sé dónde, me levanté de la cama. El lugar parecía nuevamente desierto. Arrastrando mis pies llegué hasta donde estaba dibujado el mayor de los círculos. Me daba miedo cruzarlo.
Fue en ese momento que vi lo que había quedado de la lata que aquella abominable criatura (si es que realmente era algo vivo) había atacado unas pocas horas atrás.
Presa del pánico retrocedí torpemente y, sin querer, mi pie se enganchó con un alambre que había en el piso, haciéndome perder el equilibrio y golpeándome fuertemente la cabeza contra el esquelético metal de la cama.

Cuando desperté casi no podía ver, en parte porque un hilo de sangre había pasado justo por delante de mi ojo izquierdo; y en parte porque el Sol acababa de morir bajo los montes cercanos. La cabeza me dolía enormemente, pero por fortuna mi herida ya había cicatrizado.

Todavía aturdido por el golpe escuché ─Como había hecho la tarde anterior─ el ruido de una puerta abriéndose lentamente, quejándose con un sonido agudo.
Me arrastré hacia la mesa que estaba al lado de la cama y, tanteando en la creciente oscuridad, encontré las velas.
Presa del pánico, busqué la maldita caja de fósforos sin suerte.
Escuché el sonido hueco de la madera del quinto escalón de la pequeña escalera en el momento justo en que mi mano cayó sobre la esquiva caja de fósforos. Rápidamente y temblando de miedo, abrí la caja, saqué un fósforo y lo raspé contra el costado, logrando que emita un par de chispas pero sin prender.
Escuché pasos acercándose y la respiración entrecortada con un leve matiz de excitación.
Probé encender el fósforo una vez más, raspando la colorada cabeza contra el costado de la caja. Emitió nuevamente un par de chispas y, de repente, un halo de luz se formó milagrosamente alrededor de la cerilla. El pequeño fuego ardió parpadeante.

Una rápida brisa, como si alguien ─O algo─ hubiera soplado, apagó mi intermitente salvación.
Retrocedí temblando buscando otro fósforo en la pequeña caja. Tirando varios en el intento, logré finalmente agarrar uno con mis dedos y rápidamente lo raspé, prendiéndolo al instante. Instintivamente lo solté y repetí la acción.
Una y otra vez hice lo mismo; dejando en mi caótica huida migajas de fuego.

Muerto de miedo y temblando ante el horror desconocido, subí a la cama y choque contra la pared.
El fuego se aferró a algo (creo que a la agujereada frazada que abandoné en mi retirada) y las llamas se extendieron hacia las paredes del altillo.
El lugar se iluminó, pero sólo hasta donde estaba trazado el mayor de los círculos en el piso. Detrás de la pared oscura; podía escuchar pasos que iban y venían ansiosos.
El fuego alcanzó el techo, y excepto la cama donde estaba agazapado, las llamas consumían prácticamente todo lo que había dentro de los círculos.
La única salida posible era la pequeña ventana que estaba sobre la cama y, sin realmente pensarlo, salté al vacío atravesando los cristales.
La caída de tres pisos era mejor que el descubrir lo que respiraba en las sombras de esa inmensa casa abandonada.

Cuando llegué al piso, sentí los huesos de mis piernas doblarse y reventar. El dolor fue terrible, pero en parte fue amortiguado porque no caí sobre la dura tierra, sino sobre unas maderas cubiertas de musgo y pasto.
Pasé a través de los tablones cayendo sobre la roca desnuda. Rodé un par de metros golpeándome una y otra vez, hasta que finalmente todo se detuvo.
Terminé tendido sobre el piso rocoso, sin poder mover ningún músculo debajo de mi cuello. El resto de mi cuerpo yacía inerte, sin responderme.

Logré mirar hacia el hueco que abrí al caer, y con horror observé que las maderas que había traspasado no eran otra cosa que el techo del sótano. Salté al vacío para terminar nuevamente dentro de esta abominable casa.

Fue en ese momento que escuché detrás de mí un ruido agudo, y al voltear vi en la otra punta del sótano una vieja puerta que se abría lentamente.

 FIN


Si quieren saber más sobre Nicolás Lasaigues pueden encontrarlo aquí:

www.nicolasaigues.com.ar
www.imdb/nicolaslasaigues

Acerca de Diego Alvarez 1480 Articles
Cinefilo, comiquero, coleccionista, comic addict. Whovian de tiempo completo.

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