Making a Murderer: La realidad supera a la ficción

La última serie documental de Netflix se enfrenta al sistema judicial estadounidense. ¿El resultado? Un producto totalmente emocionante.

Por @tatimonavalle 

Con el creciente interés por las historias de crímenes reales que han sabido instalar el podcast Serial de Sarah Koenig y la serie The Jinx de HBO, Netflix no pudo resistirse a quedarse afuera y estrenó un documental que cuenta la historia de Steven Avery, un hombre que cumplió años de prisión por una violación que un análisis de ADN revelaría años más tarde que no había cometido. Al quedar en libertad, el acusado presentó una demanda que amenazó con revelar la corrupción que existía en el sistema judicial estadounidense, lo que lo llevó a ganar millones de dólares. Lo curioso es que mientras esto sucedía, Avery se convirtió en el principal sospechoso de otro crimen por el cual fue condenado y sentenciado a cadena perpetua. Pero la pregunta que intenta responder la serie es si Avery realmente cometió el crimen o si es otra acusación falsa. Lo cierto es que la manera de presentar lo sucedido es bastante tendenciosa pues a lo largo de los capítulos logra generar una suerte de empatía y cariño con un presunto asesino. Y es que ese sentimiento hacia los malos-que-son-buenos como Tony Soprano o Walter White es el que te deja pensando si estás en lo correcto al querer que al personaje le vaya bien. Claro que al tratarse de una historia real ese interrogante se difumina con los hechos de la realidad. Pero uno de los puntos más interesante de todo este recorrido es ver cómo una misma persona en tan sólo unos cuantos años puede pasar de ser una pobre victima del cruel sistema en el que estamos inmersos a un monstruo despreciado por la sociedad.

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Y por más pretenciosa que esta serie parezca, la realidad es que no lo es. De hecho, su presupuesto reducido queda de manifiesto en varias ocasiones. La mayoría del tiempo de varios capítulos está dedicado a las audiencias del juicio. Y a pesar de que esto pueda resultar engorroso y denso, es ahí donde está la magia del documental. No en las recreaciones (que bastante escasas son) ni en las entrevistas a familiares. Es la propia historia lo que genera querer saber más. Y en este sentido, el formato de Netflix le calza perfecto. Diez capítulos con una distribución del contenido impecable en los que cada final lleva al espectador a hacerse un gran puñado de preguntas. La narración se convierte, así, en un espiral en el que cada nueva prueba le da un giro a la historia digno de despertar envidia entre las mejores ficciones.

Making a Murderer se destaca por su forma de presentación. Desde los créditos iniciales musicalizados por una formidable canción hecha por el gran Gustavo Santaolalla hasta las escenas de transición que muestran largas calles y autopistas. No, para nada parecidas a las de la segunda temporada de True Detective. Acá no se abusa de su uso ni se pretende ostentar con ellas. Pero su gran acierto es que las creadoras Laura Ricciardi y Moira Demos no aparecen en escena. A diferencia de The Jinx, no hay ningún director con una actitud engreída mostrando cómo las pruebas que él recogió afectan el caso judicial. Y a diferencia de Serial no hay un narrador que cuente cómo se siente con lo sucedido. A diferencia de todo eso, la narración es organizada por unas cuantas placas con textos simples. Te hacen tener que prestar más atención, sí. Pero es un recurso totalmente efectivo para dar a conocer los detalles necesarios. Y es que el documental no está enfocado en probar la inocencia de Avery. Por lo menos no todo el tiempo. Sino que se toma su tiempo para mostrar su contexto y cómo su circulo familiar lo espera. Su prometida, sus hijos y, sobre todo, su madre y su padre cuentan las dificultades que atraviesan a lo largo de todo lo ocurrido. Es en esos momentos cuando la historia se vuelve totalmente estremecedora. No hay actuaciones. Hay sentimientos genuinos. Y es eso lo que convierte a Making a Murderer en un producto totalmente humano.

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Sin lugar a dudas se trata de una serie interesante, cautivante y adictiva. Una serie que de ser lanzada más tempranamente hubiera alterado más de una lista de lo mejor del 2015. Una serie con una buena propuesta para salir de tanto personaje marvelita. Una serie que te atrapa desde el primer capítulo. Una serie para ver sí o sí.

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