
El director que nos dio The Host (2006) o la más reciente, Snowpiercer (2013), hace mas de 10 años nos brindó un policial atípico. En esta nota intentaremos dar a conocer esta gema del séptimo arte.
Por @ElPatoAlvarez_
“Era un hombre corriente…NORMAL.”
Bong Joon-Ho es bien conocido por las mixturas de géneros en sus relatos, así como también que sus filmes están impregnados de una crítica y/o sátira social. The Host (2006) nos hizo ver los males del mundo capitalista a través de un monstruo mutante que devora todo a su paso, mientras que en Snowpiercer (2013) el Apocalipsis no hizo mas que segregar aún más la división de clases sociales.
Yendo atrás en el tiempo, Memories of Murder (Salinui chueok, 2003) o como se tituló en España y Argentina, Crónica de un asesino en serie y Memorias de un asesino, respectivamente es la película que hizo mirar al mundo hacia Corea del Sur y hacia este particular Director.

Basada en una historia real, el film cuenta la historia del Departamento de Policía de la Provincia de Gyunggi en 1986 (plena dictadura militar) a la caza de un asesino en serie que viola y mata mujeres brutalmente. El Detective local Park Du-Man (Song Kang-Ho, un recurrente en los films de este realizador) realiza esfuerzos infructuosos en detrimento de la investigación. La llegada de un policía de Seúl, Seo Tae-Yun (Kim Sang-kyung), un tipo pragmático y con mas “preparación” que los locales en vez de traer luz al caso, genera celos y conflictos en la unidad retrasando aún más la resolución del misterio.

Ante todo estamos viendo un thriller policial. Atípico, pero thriller al fín. Lo interesante de esta película está en sus personajes: dónde en cualquier producción de similar calibre los oficiales a cargo de un misterio son algo así como Sherlock Holmes, aquí son incompetentes, incapaces de estar en la escena del crimen sin tocar algo o destruir evidencias. Incluso buscan sospechosos amparados por el momento en que las libertades civiles no existen, plantando evidencias o tomando confesiones bajo amenaza de tortura.
El contraste entre el Detective Park y el venido de la capital es perfecto. El primero se vale de elementos tan “provincianos” como ir a consultar una bruja, mientras que el segundo se vale de su estudio. Esto genera esa relación tirante, creyéndose uno inferior al otro. Quédense tranquilos amigos, porque ninguno de los dos resuelve el caso. La incompetencia de la unidad envenena a todos los oficiales, incluso al de Seúl, que conforme la película va ganando un tono amargo y desesperanzador el oficial termina teniendo las mismas actitudes que los otros, avasallando los derechos de un posible sospechoso tras la impotencia de ver que el asesino nunca aparece.
El epílogo final es devastador, siendo protagonizado por el ya retirado Detective Park, volviendo muchos años después y en democracia al lugar donde se había encontrado el primer cadáver, mostrándonos como nada cambió, todo sigue igual y que los esfuerzos infructuosos fueron en vano, dejándonos un sabor amargo y en el punto mismo de partida del film: NO SABEMOS NADA.
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