
La búsqueda de la propia identidad, suele ser un proceso arduo y complejo. Más allá del genero, es una construcción que todo ser humano transita…
Por @mauvais1
… Sabemos todos, por experiencia, que es algo que lleva la vida entera. Si ahora le sumamos a esa misión la realización de uno mismo, como un sujeto con un sexo definido por elección o quizás por nacimiento que se contradice con el que convivimos diariamente, la epopeya se transforma en algo épico. Usualmente las primeras fases son el ellos, la percepción que nuestro entorno posee de nosotros, el mundo haciéndose a la idea de nuestra identidad revelada. Luego vendrá, sí, el momento en que aprehenda esa criatura y la transforme en un yo.
Por supuesto, esto es tan personal que cada individuo lo verá a su manera y lo recordará con el paso del tiempo de modos muy distintos, idealizados para bien o para mal. Serán más luminosos u ominosos los recuerdos, pero impregnados de esa veladura de cuidada estética, como una foto filtrada, como el idealizado perfil de retrato pintado. En un momento Lili le dirá a Gerda que la pintó siempre mucho más hermosa de lo que es, más fuerte.
Tom Hooper dirigiendo este film parece haber caído en la trampa de una memoria que suaviza para que el golpe del recuerdo sea menos doloroso de lo que fue. Construye los personajes desde esa luz que las pinturas de ella recrea, tal vez ese sea su propósito. Pero uno no deja de pensar que tal vez las cosas pudieron ser un poco más rudas. De acuerdo a las biografías de Lili Elbe, cuando aun era Einar Wegener, su sexualidad siempre estuvo definida, pues él usaba ropa femenina desde por lo menos diez años antes de lo que narra la cinta. En 1913 se descubrió que esta mujer que Gerda utilizaba como modelo de sus pinturas era Einar. Pues bien, por una cuestión de libertad poética supongamos que todo comenzó más tarde, y el descubrimiento del verdadero rostro de Lili ocurre de manera rápida, casi mágicamente, como si ese par de medias y ese vestido hubieran reducido años de exploración y preparación. El aceptarse demandó solo unos segundos de cine y la conversión se propone como el nudo argumental de esa vida que se revela.
Eddie Redmayne construye un personaje profundo y sutil que parece forzado por circunstancias ajenas a tomar las decisiones. La incomprensión, sobre que es lo que sucede con él mismo es acertada, esa ignorancia propia de una época que nos resulta de la edad de piedra en cuanto a derechos de trans. Pero no deja de hacer ruido lo poco que lucha contra ese mundo que no tiene idea de lo que sucede en su interior, siendo casi naíf la mirada de su entorno. Por el simple hecho de que no es fácil para el personaje que Redmayne recrea, lo es menos para los demás. Alicia Vikander, superior en solvencia actoral, por lo menos aquí, muestra sí un poco más esa mirada extrañada, un poco como uno espera que reaccioné aquel que no está involucrado en los acontecimientos internos de Einar/Lili, esa lucha que revuelve sus entrañas, ese amor que se sobrepone a lo que está ocurriendo a su esposo, ese amor que ve más allá de la transformación. Es en ella y algún otro que podemos vislumbrar la reacción que un ajeno tendría en aquellos días sobre el cambio que se opera en una persona que toma tan radicales decisiones.
La sofisticación del mundo que el director crea tanto alrededor de los personajes como en su entorno, esa luz, colores y exquisito diseño de vestuario se cuelan en el drama, dándole esa patina que antes comentábamos, de recuerdo filtrado, como si el dolor se redujera a uno pocos tensos momentos de llanto y recriminación. Se verá la búsqueda de un culpable, pero siempre rodeado de una mágica puesta que aliviará lo cruento, que trae luz a ese oscuro pasaje iluminándo pero no develando. Una criatura hermosa que nace de un dolor que es bello también, si hasta la paliza propinada en un parque parisino tiene la luz difusa de un otoño, como la muerte en la opera, como la muerte en el ballet.
Como decíamos, la construcción del arte es soberbia de la mano de Eve Stewart o el apartado de vestuario de Paco Delgado. Toda la cinta está rodeada de una belleza pictórica que envuelve cual cálida manta el drama de los Wegener, haciendo de ellos la ilusión de que pudo ser así, sutil, hermoso. Tal vez olvidando un poco la sangre que se derrama en cada operación realizada en búsqueda de sacar a la luz a esa mujer atrapada en Einar. En cada lagrima que alejó el fantasma del desconcierto, el odio y la comprensión de una realidad no siempre llevadera.
The Danish Girl.
Director: Tom Hooper.
Guión: Lucinda Coxon (Novela: David Ebershoff).
Fotografía: Danny Cohen.
Reparto: Eddie Redmayne, Alicia Vikander, Matthias Schoenaerts, Amber Heard, Ben Whishaw, Sebastian Koch, Victoria Emslie, Adrian Schiller, Richard Dixon, Paul Kerry, Helen Evans, Michael Gade Thomsen, Alicia Woodhouse.
Productora: Focus Features / Working Title Films
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