Reseña: Radiohead – A Moon Shaped Pool

Uno de los discos mas esperados del año llegó en un domingo gris, como no podía ser de otra forma.

Por @skepticalcity

Difícil es escribir acerca de Radiohead sin sentir que se está pasando por alto algunos de los tantos factores que una mente como la de Yorke puso a disposición de su obra. Evaluar a un sonido desde lo terrenal, cuando su interprete principal claramente no es de este planeta, parece todo un sacrilegio. Pero claro, la música es eso: subjetividad pura, significados diversos y sensaciones libres de interpretación. Cuando el artista suelta su obra, ya no pertenece más a él, aunque una parte de si mismo este en ella. Somos vos, yo, todos nosotros, los que nos la apropiamos. Radiohead lo sabe y su música lo refleja. Tal vez por eso es que cosecha fervientes fanáticos e inquebrantables detractores, con una progresiva tendencia hacia los segundos en el último tiempo. Quizás lo más difícil de todo sea, entonces, intentar ser lo más objetivo y arbitrario a la hora de sacar conclusiones. Haremos todo lo posible.

Hasta ahora solo habíamos escuchado los dos cortes, que son los que abren el álbum, y la sensación fue más que positiva. “Burn The Witch” y “Daydreaming” cumplen con una premisa que considero importante en las composiciones de Radiohead: que sus canciones se construyan alrededor de una buena base instrumental, y a partir de ahí sí, que se agreguen la infinidad de arreglos y detalles sintetizados (o no) que le dan los matices. Cuando es al revés, y la batuta del sonido no queda a cargo de la “tracción a sangre” o depende demasiado de la voz de Thom Yorke, me parece que es cuando salieron las cosas menos provechosas.

“Burn The Wich” tiene esta base en las cuerdas, sobre todo en los violines, que parecen estar a punto de romper una cuerda de la intensidad ascendente incesante en toda la canción. “Daydreaming” por su parte, mucho más delicada, se escribe con un piano parsimonioso y no mucho más. De hecho tampoco lo necesita, la voz acá es la que se apoya en las teclas para sumergirte en una ola de ¿tristeza? ¿angustia? ¿paz?, dependerá de cada uno. De lo que no hay dudas es que te llega y transmite.

Luego entramos en una serie de canciones que, en lo que a mí respecta, noto un poco vacías. Vacías en el sentido de la homogeneidad que presentan en cada una de las partes que la componen. A veces es necesario una marcha más, un cambio (no necesariamente abrupto) para no saturar al oído y tener una referencia. Incluso la voz se nos presenta con una monotonía más abocada al mensaje que la textura del mismo. En fin, “Decks Dark” y “Desert Island Disk” pasan sin pena ni gloria. Aunque la primera amaga a incorporar un punteo de guitarra interesante sobre el final, es muy poco exprimido y no se llega a afianzar.

El quinto track, “Ful Stop” de algún modo es la transición entre esa inocuidad de su par precedente y una vuelta a un sonido interesante. Diría que esta transición es casi literal, dado que los primeros tres minutos son llanos y no hay mucho para analizar por fuera de un efecto repetitivo con el bajo marcado, que nos prepara para lo que viene, una segunda mitad donde aparecen las guitarras (varias, se pueden distinguir al menos tres) y Yorke agudiza dando ese cambio que tanto hace falta.

Vuelta del piano en “Glass Eyes” para construir una melodía fina. Los arreglos de cuerdas son exquisitos y mucho más ondulantes que los que escuchamos en “Burn The Witch”, que parecían ser más directos.

Llega una de las mejores canciones del disco, “Identikit”. Percusión bien marcada y una escala de guitarra muy sutil son los que le dan forma. A Thom se lo nota mucho más suelto en las notas, y amplia su espectro vocal. También aparece lo que considero un gran acierto: el coro de los clones. ¿Qué seria esto? Por varios canales en simultaneo corren voces que también hace Yorke, que oh casualidad, se complementan muy bien con la voz de Yorke, quedando así una variedad de Yorke’s cautivante (¡Ya deja de decir Yorke!). Este efecto es mucho más notorio mas adelante.

El track 8, “The Numbers”, no llega a convencerme. La escuché varias veces, al derecho y al revés (?). No es que desentone con el ambiente del disco, ni mucho menos. De hecho el arranque es prometedor, pero siento como se va armando con el correr de los minutos y queda a mitad de camino entre una canción destacada y una más del montón. Poco y nada tiene que ver con la faceta técnica, donde no se le puede reprochar nada. Incluso el coro en simultaneo dice presente nuevamente en el final, con buenos arranques de épica, pero cuando se aproxima a lo que podríamos llamar un “climax” orquestal, no termina de cerrarlo, apagándose nuevamente.

Hace su arribo una joyita destacable, “Present Tense”, esta renacida que no tenía versión estudio y orbitaba solo en las presentaciones en vivo, pelea seriamente el título de “Mejor canción del álbum”. Es que lo tiene todo: una guitarra acústica hipnótica y sugestiva, un tambor casi de ritual, un zizeo de algún instrumento extraño (perdón, no llego a discernir cual) que hasta el momento en donde la percusión se vuelve más compleja, no pasa desapercibido. Yorke se despacha con un tono oscilante y hasta cantarín. Punto alto, sin dudas.

El anteúltimo tema, “Tinker Tailor Soldier Sailor Rich Man Poor Man Beggar Man Thief”, nombre inspirado en la canción de cuna, definitivamente no entra en el lote de lo mas destacado. La voz de Yorke se nota un poco retocada, con la inclusión de un efecto, y eso le quita algo de genuino. Ritmicamente tampoco nos sorprende, un desliz que no llegar a opacar el todo.

Finalmente la sorpresa y el guiño a los seguidores de la banda, con la inclusión de “True Love Waits”, otra que fue compuesta hace mucho tiempo y que la encontramos en el vivo “I Might Be Wrong”. Y este disco definitivamente es su lugar en el mundo, le calza perfecto para darle cierre. Un piano solitario, una voz armoniosa, una despedida delicada.

Claramente no es un disco para bailar, ni para saltar, siquiera para poner en una reunión con amigos. Es un disco sumamente personal, que merece ser escuchado sin demasiadas distracciones. Su principal fuerte es lo intimista, y cualquier otra actividad atenta contra eso.

Atrás quedaron las guitarras mas marcadas con ciertas distorsiones, los estribillos clásicos, los riffs de guitarra convencionales del rock alternativo. Hace tiempo que Radiohead es esto: un sonido placido, de reposo y reflexión, mas orientado a crear sensaciones intimistas que generales. Un lujo que solo se pueden dar aquellas bandas cuyo umbral de éxito sobrepasa cualquier búsqueda comercial y se limita a seguir el camino de lo meramente artístico.

Fecha de publicación: 8 de mayo de 2016
Artista: Radiohead
Discográfica: XL Recordings
Genero: Rock Alternativo.
Duración: 52:31

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