
En el día de la mujer, abordamos el drama Casa de muñecas de Henrik Ibsen para pensarnos desde otro lugar y así plantarnos de una manera diferente en la sociedad.
por @MLauParedes
Desde que nacés, estás presa de esa cultura que te dice cómo tenés que ser y qué tenés que hacer. No sos libre y sólo tenés para elegir lo que te es dado de antemano. Hombres y mujeres estamos encasillados en ciertos estereotipos que son muy difíciles de romper. Si te corrés de esos lugares sos marginado, condenado al ostracismo -por el bien de todos, dicen-.
En Casa de muñecas de Henrik Ibsen, se representa un drama en el que una mujer es tratada como un objeto desde el principio de su vida. Siempre tiene que respetar lo que el hombre de la familia dictamine. En un primer momento, es el padre el dueño de sus actos. Luego, el marido tomará ese puesto de guardián.
Este 8 de marzo es un día para reflexionar sobre lo que está tomado como verdad absoluta respecto a nuestros cuerpos y nuestras capacidades intelectuales. Una acertada forma de cambiar es ver en qué situación estamos dentro de la sociedad actual comparándonos con aquella que Ibsen describió en su obra durante su estrenó en 1879. Les adelanto que las similitudes son aún demasiadas. Si bien hoy nuestra voz va encontrando su espacio en lugares en los que antes no teníamos acceso, todavía seguimos marcadas por ese destino señalado por la cultura heredada.
Estudiamos, trabajamos, somos madres, abuelas, somos responsables de familias. Pero, no es en igualdad de condiciones. Ganamos menos y en la mayoría de los casos dependemos de un empleador masculino. Somos también objeto de abusos justificados por nuestra forma de vestirnos o por nuestra manera de hablar. La culpa siempre es nuestra. Hoy muchas podemos revelarnos, hoy aún muchas son calladas con violencia.
El lugar de la mujer está cambiando por la lucha de aquellas que llevan nuestra bandera a pesar del dolor y las trabas que encuentran en este proceso de afirmación. Tenemos más herramientas que la protagonista de Casa de muñecas, Nora Helmer, para intentar ser lo más libres posible y no esperar que algún hombre -ese príncipe azul más ficticio que Papá Noel- nos salve. Para ello y para todas, hay que participar y reclamar que se generen políticas públicas que tomen esta problemática como tema a trabajar entre todos desde los primeros niveles de educación. Sin un abordaje integral no se va a poder llegar más allá de lo que hoy alcanzamos.
Sin duda, leer o ver representada Casa de muñecas les hará ver como esa mujer que decide por sí sola es condenada por su propia familia y por la sociedad. Una cadena de sinsabores deberá enfrentar por acciones que no se corresponden con el ideal femenino hegemónico. Vivirán junto al personaje su frustración al notar el desamparo y la falta de piedad que le tocará sufrir.
No es lejana esa condena. Aún, el drama de Ibsen puede ser leído desde la actualidad y desde allí podremos observar nuestras conductas, nuestro modo de apreciar a esa otra que vive las consecuencias de elegir ser diferente y que acepta o enfrenta lo impuesto desde el momento en que nace. Es deber de todos, hombres y mujeres, hacer lo posible para que no siga pasando de generación en generación ese tratamiento indigno que nos toca tan de cerca, que nos oprime y nos silencia.
1 Trackback / Pingback