
Quiso convertirlo en un villano, en la representación de la barbarie. Pero su imagen, página tras página, se fue desvirtuando hasta convertirse en un mito. Así, Faustino Sarmiento y su Facundo hicieron su lugar en la historia de la literatura argentina. Entrá y acompañanos en esta nueva lectura.
por @MLauParedes
Esta no es una apreciación académica del texto de Faustino Sarmiento. Es más bien una lectura posible luego de muchos años y luego de muchos acercamientos a la historia del Facundo: Civilización y Barbarie. Escrita a través de entregas desde el exilio muestra una notable intensidad que hace imaginarte ahí en donde se desarrollan los hechos.
Las razones políticas por las que Sarmiento escribió este relato se entremezclan con una serie de emociones que hacen que cada personaje tome un brillo distinto a lo que quizá fueron en realidad. Una vez mediatizados por la palabra, los sucesos cobran otro sentido, incluso bastante diferentes de lo que en un principio el autor imaginó.
Estuve allí, en el lugar que él describe y en donde dice que escribió “Las ideas no se matan”. Aún hoy me parece un lugar lejano y desolado. Al estar ahí, me pregunté si esa persecución que narra fue tan así. Mi respuesta es que, aún no siéndolo, la forma de contarlo conmueve. Creó una imagen de sí mismo que lucha en cuerpo y en letras por lo que considera correcto. Y se creó un enemigo digno a su altura, un personaje que representa a la barbarie organizándose hasta llegar a lo que fue su perfección: Juan Manuel de Rosas.
“¡Sombra terrible de Facundo, voy a evocarte, para que sacudiendo el ensangrentado polvo que cubre tus cenizas, te levantes a explicarnos la vida secreta y las convulsiones internas que desgarran las entrañas de un noble pueblo! Tú posees el secreto: ¡revélanoslo!”, comienza llamando el narrador al personaje principal y marca así el camino de búsqueda a través de él. El tono que utiliza te hace estar alerta en todo momento. Nada es sencillo. La complejidad de la realidad argentina intenta ser descifrada desde su mirada. Para ello, utiliza la dicotomía: civilización y barbarie. A partir de ahí nos arma un mapa y nos advierte quiénes están de un lado y quiénes están del otro.
A pesar de que su intención es dar a conocer a ese mítico caudillo, Facundo Quiroga, como la maldad en persona, uno como lector se va sintiendo atraído por esa figura que va convirtiéndose poco a poco en un ser diferente al resto. Luego de mostrarnos las características del suelo argentino, nos cuenta las aventuras sangrientas de las que el protagonista fue partícipe. Así, describe que con una fuerza sobrehumana logra sobrellevar varias pruebas que se le ponen en el camino gracias a su astucia física y mental. El villano va atrayéndote en vez de resultarte un sujeto despreciable.
La creación del Facundo, entonces, va a llevarte por parte de la historia del país y te colocará entre dos formas de pensar a Argentina. La violencia que nace de posturas tan diferentes te hará pensar en lo que sucede hoy. No obstante, la lectura también te permitirá apreciar la construcción literaria que Faustino Sarmiento hace de su mirada sobre el mundo. ¿De qué lado está él? ¿Qué considera correcto? ¿Quién es ese otro amenazante con el cual no se puede convivir?
Facundo: Civilización y barbarie te generará más dudas que certezas. Va a obligarte a tomar partido por eso que se cuenta. Vas a entrar en ese juego en donde todo es blanco o negro sin que haya oportunidad de elegir un gris. Vas a encontrar al héroe y al villano creado literariamente y vas a construir tu opinión luego de los hechos que se cuentan y de los argumentos que se desarrollan. Pero, lo más importante para mí, vas a disfrutar de como Sarmiento se supo construir a sí mismo y a su enemigo íntimo que representa todo lo que él no es.
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