[REVIEW] Altered Carbon: Una telenovela Hardboiled de Netflix

«Los imperios no sufren de falta de finalidad en el momento de su creación. Es luego cuando se produce ésta, cuando ya están establecidos y sus objetivos iniciales son olvidados y reemplazados por vagos rituales«.

Dune Messiah (1969)

Frank Herbert

Por @mauvais1

Ciberpunk, postciberpunk, novela negra y hard boiled, trazar la ruta de Altered Carbon no es difícil, cada subgénero mencionado ha sido abordado de alguna manera por otras producciones como para fijar en el espectador ciertos parámetros con los cuales medir el producto. Todos estos aunados en una premisa básica; los adelantos tecnológicos y científicos que dejan atrás el progreso humano en materias como la ética y la moral, y si se nos permite el hilado fino, humanidad como contraposición a la idea de deidad. La mente o el cuerpo se expande hacia un infinito convirtiendo al hombre en algo más, en otra cosa, que aún no clasificamos.

Aquí les llaman «MATS», abreviación de Matusalén, uno de los patriarcas del antiguo testamento que vivió casi mil años, 969 años para ser más exactos. Por ende no se habla de inmortalidad, si no que de longevidad. Una que logran gracias a las «PILAS» corticales que graban todas las memorias del sujeto y por lo tanto puede ser introducida en cualquier cuerpo huésped o «FUNDAS». Se plantea, entonces, el primer dilema que la serie, guionada por Laeta Kalogridis y David H. Goodman planteará de manera intermitente. ¿Acaso con la memoria basta para constituir un ser humano, que hay del alma? ¿La poseemos y podemos codificarla cual archivo? Hay quienes creen que es innecesario, aunque no imposible. Los post-cristianos, que son los religiosos de occidente del futuro, creen que los muertos deben permanecer como tales, que el cambio de cuerpo va contra las leyes divinas. «Los muertos no hablan», sentencian. Otros, con intereses políticos más que religiosos creen lo mismo. Son los rebeldes que luchan contra este sistema, que ha vuelto no solo a los ricos más ricos, si no que ha ensanchado la brecha clasista. Ser pobre aquí es una maldición en muchos sentidos.

Takeshi Kovacs o el rebelde Matusalén

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Esta es la historia del joven huérfano, Takeshi Kovacs (Joel Kinnaman), que el poder de turno adopta para convertirlo en azote de los alborotados desclasados y descontentos. Hijo de padre abusador y madre asesinada, es la fuerza que da vida a su hermanita, a la que jura cuidar con celo, para abandonarla en la primera oportunidad que un oficial del cuerpo táctico de asalto le da. Con un sencillo «ella estará bien», él se aleja para comenzar una carrera en la fuerza. Como todo hijo del anti-heroísmo más rancio se volverá en contra del amo que lo alimenta. Las circunstancias son el chocarse por mera causalidad con su olvidada hermana Reileen Kawahara (Dichen Lachman) convertida ahora en una asesina de la yakuza. De allí ambos proscritos huirán hacia los frondosos bosques de su planeta natal, para encontrarse con Quellcrist Falconer (Renée Elise Goldsberry), la líder de los rebeldes que los adoptará y entrenará como «enviados», sicarios de élite. La meta es destruir la tecnología de la pilas y las fundas, un cambio radical al establishment, que no lograran. Traicionados serán borrados del mapa. Y Kovacs será encarcelado por 250 años. El drama que nos presentan comienza cuando es devuelto a la vida en una nueva funda, por un millonario MAT,  Laurens Bancroft (James Purefoy) con la esperanza de que este pueda resolver su propio crimen. De hacerlo ganará un perdón total y podrá recomenzar su vida.

Entonces comenzamos a desandar la investigación que de a poco nos adentra en ese futuro, que también es el suyo. Clara manera de que podamos sorprendernos a la par del personaje sobre todo lo que atestigua. Y comienza esa expansión coral que desvirtúa por completo las bases que la historia propuso desde el comienzo. Este noir cargado de desnudos y sexo gratuito, esta clara reminiscencia al hard boiled de los tempranos años 1930, matizado por el ciberpunk, como podrá el espectador intuir cuando el elemento aglutinante es la tecnología que ha cambiado la percepción del hombre con su entorno, con su concepción de lo finito, pervirtiendose. Hay en todo este desmadre un potencial policial violento, donde lejos de un frío y distante Sherlock Holmes, Kovacs se valdrá de los puños y las mañas para desentraña el misterio; a lo Philip Marlowe, con el cinismo como estandarte.

En el año 2384

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En la rebuscada maraña que la historia construye comienzan a perderse las verdaderas razones que dan vida a la propuesta misma; por qué los muertos deben dejarse en paz, por qué la extrema longevidad de los millonarios corrompió lo que debió ser un regreso al paraíso perdido. Qué nos define como humanos, que es el alma, puede el alma crearse, puede una I.A tenerla. Debería la tecnología ser de libre acceso sin restricciones, una utopía democrática en la que cualquiera podrá medrar, tontos, bueno, sabios y malos. Por momentos lo «políticamente correcto» interrumpe para que los tópicos no sean abordados de manera consciente, y por lo tanto terminan siendo un mero escenario incapaz de dotar de profundidad al drama.

En el pastiche policial que es en definitiva su razón, suma por acumulación y no por densidad, que no es lo mismo; retorciendo el rulo del misterio, dándoles giros imprevistos y que solo amontonan incidentes. El cuerpo que habita Kovacs, anterior funda de un policía condenado por corrupción, la trama de la oficial hispana Kristin Ortega (Martha Higareda) y su obsesión por él, la joven encerrada en la pila, enloquecida y torturada, la familia de esta y la familia de del millonario Bancroft. Todos depositarios de un drama que expanden en pos de alimentar el misterio antes mencionado pero que irrumpen para desconsuelo de este, llevándolo por sendas que rozan el melodrama novelesco. Dejan de ser pistas para transformarse en historias completas que a su vez se ramifican, se expanden, se tornan casi protagonistas y solo la mano amiga del «Deus Ex Machina» resuelve de manera satisfactoria y no el detective. Ese que es tan ponderado por todos y casi si tropieza con las pistas, que si no lo golpean para seguir adelante.

En definitiva, y dejando un poco de lado la revoltosa trama, no deja de ser una interesante serie, una dinámica aventura Sci-Fi que el espectador disfrutará. La vistosa envoltura ayuda a esto, porque debemos admitir que no se han ahorrado capitales para crear este universo futuro. Sí habrá comparaciones con clásicos del campo, sin ir más lejos las Blade Runner, Metrópolis o Ghost in the Shell, algo natural visto los tópicos ciberpunk y ciencia ficción que tocan; la manipulación de la tecnología que nació con otros motivos y que convirtió en una herramienta de opresión y manipulación, el antihéroe, que recurre al cinismo para sobrevivir una sociedad alienada y egoísta, obtusa y asesina. Que a su vez es victima de sus procesos de rebelión. Extrañamente habrá finales felices, cosa poco vista en un género que busca lúdica y perversamente advertimos hacia lo que vamos. Porque el lograrlo todo, llegar a las metas olvidando los objetivos iniciales puede que nos pierda en la concupiscencia de lo inmediato, tal como le sucedió a Altered Carbon.


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Título: Altered Carbon

Dirección: Laeta Kalogridis, Miguel Sapochnik

Guion: Laeta Kalogridis, David H. Goodman (Novela: Richard Morgan)

Reparto: Joel Kinnaman, Renee Goldsberry, James Purefoy, Katie Stuart, Martha Higareda, Dichen Lachman, Chris Conner.

La serie se desarrolla en medio del siglo XXV, una época en la que las personas ya no mueren, técnicamente, sino que sus mentes y consciencias son transferidas de un cuerpo a otro… Adaptación de la novela de Richard K. Morgan que se centra en la historia de Takeshi Kovacs, un detective que se ve envuelto en una enorme conspiración, 500 años en el futuro, en medio de un mundo cyberpunk.


 

Acerca de Marco Guillén 4338 Articles
Aguanto los trapos a Jordi Savall. Leo ciencia ficción hasta durmiendo y sé que la fantasía es un camino de ida del que ya no tengo retorno.

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