
“Elegir la muerte puede ser la decisión más importante de su vida”
Por @GiuCappiello
¿Qué harían si una llamada les prometiese cumplir el sueño de tener otra oportunidad y comenzar nuevamente, para hacer todo radicalmente distinto? Como si se tratase de “una segunda chance” en el juego de la vida. Este es el turbulento interrogante con el que inicia este film de 1966 y que inevitablemente trasciende la pantalla, haciéndonos preguntar a nosotros mismos sobre cómo responderíamos ante semejante idea ilusoria.
Muchas veces –sin saberlo– somos estafados por las sinopsis que leemos o nos comentan, ya que no sería raro que frente a la pregunta:- “¿De qué trata la película?” recibamos respuestas del estilo: “Hamilton, un importante ejecutivo, cada vez más hastiado de la clase de vida que lleva, sueña con convertirse en alguien distinto y comenzar nuevamente.” Y si, efectivamente este film dirigido por el norteamericano John Frankenheimer (“The Island of Dr. Moreau”, 1996) desarrolla dicho argumento, pero seríamos muy injustos si no reconocemos el grado de incertidumbre logrado durante el primer cuarto de film, donde nosotros –al igual que el protagonista– yacemos atónitos frente a los sucesos, tratando de entender qué es lo que pasa.
Seamos claros, el tema es así: Arthur Hamilton (John Randolph) recibe la llamada de un amigo llamado “Charlie”, conversación telefónica frente a la cual se muestra extremadamente nervioso, perplejo, angustiado y no es para menos, resulta que este viejo conocido murió hace ya un tiempo. Luego de asegurarse que efectivamente se trata de su amigo Charlie, éste último –por medio de un mensajero– le proporciona una dirección a la que Hamilton acude sin saber muy bien porqué, pero el caso es que llega a una tintorería, desde la cual lo dirigen a una carnicería y finalmente desde allí, es trasladado hasta “La compañía”. Todo esto sucede sin explicación mediante, como una catarata de eventos incomprensibles pero inquietantemente atractivos; donde la única información concreta y disponible es: “El nombre que usarás será Wilson”.
“La compañía” es un discreto edificio, repleto de gente que produce cierta sensación de seriedad y profesionalismo; ¿A qué se dedican? Simple, ellos buscan un cadáver apto para plantar en el lugar de tu muerte –fingida por supuesto– y luego de esto, tu cuerpo es operado de manera tal que no quede ningún rastro físico de lo que eras, nadie podrá reconocerte. Te otorgan un nuevo nombre, una nueva profesión, una casa y todos los papeles legales necesarios; de esta manera queda completa la ecuación y el cumplimiento del contrato: estas en condiciones de comenzar de cero.
Así sin más, Frankenheimer despliega paulatinamente una trama distópica frente a nuestros ojos sin que anticipemos nada de ello; y está claro: un avance científico abre el campo de posibilidades del ser humano, le permite acceder de manera efectiva a lo que todo hombre alguna vez soñó… apretar el botón de reinicio. Pero al no recaer en los elementos clásicos del género –una sociedad futurista, por ejemplo– el carácter distópico se desarrolla mucho más silencioso; aunque recibimos la cuota de excentricidad que esperamos de este tipo de películas, mediante varias escenas surrealistas y primeros planos que además de contar con un tinte onírico, suceden con tal cercanía que casi podemos sentir la respiración de los protagonistas justo frente a nuestros rostros.
Por otro lado, podríamos considerar dos aristas posibles de análisis luego del planteo y ejecución de los servicios de “La compañía”: las implicancias de la decisión y la crítica social que se desliza. En cuanto a lo primero –sin ahondar en demasiados detalles– los efectos de la trasformación no tardan en llegar, y no nos referimos a lo físico sino a la persona; comenzar de cero puede parecer muy atractivo (“borrón y cuenta nueva”) pero si nos detenemos a pensar sólo por unos segundos, en el tiempo que un niño tarda en construir su propia imagen, en reconocer su cuerpo e identificar el reflejo como propio frente a un espejo; entonces podemos imaginar las repercusiones de convivir con un rostro durante toda la vida hasta que de repente, en un abrir y cerrar de ojos, haya que comenzar dicho arduo proceso psíquico desde cero. Y contrario a lo que podría pensarse, el “ser adulto” no aliviana el arduo trabajo y mucho menos lo hace gozar de plena conciencia mientras trascurre; no sin pagar un angustiante precio que nuestro protagonista no tarda en vivenciar.
“Estás absuelto de toda responsabilidad… sólo vives para tu beneficio propio ¿No es maravilloso?”
Le preguntan en una ocasión al flamante Sr. Wilson (Rock Hudson) –ex Hamilton– desbordando ironía y suspicacia, porque la respuesta real, por más sorprendente que parezca, es “no”. Nosotros nos construimos gracias a los otros, somos alguien sólo porque somos entre otros; si de repente deja de haber responsabilidades, si ya no hay familia ni amigos, entonces todo aquello que puede ser idealmente fantástico, en realidad no lo es: ya no hay un “entre” en el cual “ser”, no hay nada de qué sujetarse y por lo tanto ya no hay sujeto –no el que fue durante toda su vida por lo menos– y entonces el ser cae. Por lo tanto… no, no es maravilloso.
A su vez mencionamos la presencia de una crítica social, esto es algo que está presente en todo film distópico: por lo general el avance científico/tecnológico lleva a un desmadre, que mezcla abuso de poder con la miseria propia de la condición humana. Pero en este caso, dentro de “El otro Sr. Hamilton” el centro de la crítica va a radicar en “el poder de decisión”, una voluntad absolutamente sesgada por un sistema capitalista que impone los pasos esperables desde que naces hasta que morís; impone las metas “dignas”, los logros “lógicos” y los “triunfos” a los que se debe aspirar. Hombres como soldados que responden a las indicaciones de un ente mayor, cualquiera sea… el estado, el sistema o “La compañía”; esta crítica redobla su atractivo cuando recordamos la década en la que se realizó el film, a la vez que reparamos en la vigencia que aún posee la exposición del mensaje.
Dato 4B: Esta película de 1966 nos plantea a “los renacidos” como un grupo con características particulares producto de un avance en la humanidad; éste resulta un elemento que podemos encontrar en varias películas posteriores dentro del género, por ejemplo aquellos famosos “replicantes” que conocimos casi 20 años después en “Blade Runner” (1982), no se trata de una semejanza estética entre ambos casos, sino en la similitud del elemento como fenómeno.
En resumidas cuentas, “El otro Sr. Hamilton” –también conocida como “Plan diabólico– es un film que mezcla diversos géneros de manera inteligente y extremadamente fascinante; colma al ojo hambriento de excentricidades y a la mente deseosa de una narrativa crítica. Por eso es que se convierte en una excelente opción dentro del amplio catálogo de Qubit, una experiencia de cine clásico de la que saldrán completamente complacidos.
Título original: “Seconds”
Año: 1966
Duración: 105 min.
País: Estados Unidos
Dirección: John Frankenheimer
Guion: Lewis John Carlino
Música: Jerry Goldsmith
Fotografía: James Wong Howe (B&N)
Reparto: Rock Hudson, Salome Jens, John Randolph, Will Geer, Jeff Corey, Richard Anderson, Murray Hamilton, Wesley Addy, Karl Swenson
Productora: Paramount Pictures
Género: Ciencia ficción, intriga, drama | Thriller psicológico, surrealismo
Sinopsis: Hamilton, un importante ejecutivo, cada vez más hastiado de la clase de vida que lleva, sueña con convertirse en alguien distinto y comenzar nuevamente.
Be the first to comment