Star Wars: Episode VIII – The Last Jedi: De Finn y la esperanzadora Rosa (1)

«Lección dos. Ahora que están extintos, están idealizados, divinizados. Pero si quitas los mitos y miras sus obras, el legado de los Jedi es el fracaso. La hipocresía, la arrogancia

Luke Skywalker

Por @mauvais1

Se cumple el primer aniversario del estreno de la segunda entrega de la nueva trilogía, aún inconclusa, que de alguna manera cerraría la saga Skywalker del universo Star Wars. ¿Suena rimbombante verdad? Pues no, no lo es, porque después de todo es solo un film, una película más en una vastísima colección que la industria produce dentro del género de la ciencia ficción. Comenzar con esta aseveración nos es útil porque podremos leerla una vez más sin caer en el misticismo innecesario con que tanto se rodeó la saga, perdiéndose allí el verdadero espíritu de su creación. Un divertimento capaz de hacernos soñar con otros mundos, la posibilidad de una aventura que aunque mostrada de manera ingenua cuestionaba y analizaba aspectos tan humanos como la madurez, la superación, el compromiso con el destino elegido, la voluntad de hacerlo escribiéndolo uno mismo. Y naves. Y fantásticos planetas.

La space opera en todo su esplendor capaz de dar un mensaje, no importa de dónde provenga, de que es la fuerza en tu interior lo que te hace capaz de ser un líder. El tiempo y los siguientes films se enfocaron tanto en el linaje de los Skywalker, que olvidaron de alguna manera esa primera aproximación. El niño huérfano, que al concluir su periplo era un maestro y líder indiscutido.

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Entonces, saltamos las precuelas claramente, llega Episode VIII, luego de una estimada (por la crítica y publico desigualmente) Star Wars: Episode VII – The Force Awakens escrita y dirigida por J.J. Abrams. Allí daba inicio a una nueva lucha entre la democracia estelar, liderada por el senado intergaláctico, con sus aliados, el ejercito de La Resistencia comandado por Leia Organa, con Rey, Finn y Poe Dameron a su lado. Y la Primera Orden, cuyos rostros eran el Líder Supremo Snoke, Kylo Ren (hijo de Leia y Han Solo) y el general Hux. Aquel film fue cercano en sus bases a Star Wars: Episode IV – A New Hope (1977); un bando autoritario e imperialista, otro rebelde, un arma de destrucción masiva que destruir… excepto por el faltazo de Luke, todo estaba allí. Un reboot, un reinicio que nos presentaba una nueva generación de protagonistas para las nuevas generaciones que por primera vez tomaban contacto con la saga. La crítica, claro, fue justamente esa. Aunque nótese ciertos cambios; las sutilezas de sus inicios, ahora eran puestos con exacerbado distingo; «Resistencia», «Primera Orden», el mismo Starkiller, un planeta nevado y de bosques frondosos, hablaban de los Partisanos Franceses en los valles franceses de la segunda guerra mundial luchando contra los nazis. Las perspicacias creadas por George Lucas fueron dejadas de lado. Blanco y negro, malos y buenos. Un yin y yang sin corazones opuestos.

Rian Johnson, director del octavo episodio, tenía en sus manos una bomba sencilla de hacer estallar, pero difícil de desmantelar. ¿Quienes son los padres de Rey? ¿Por qué Luke huyó y se ocultó ante su fracaso? Él, capaz de terminar con las guerras del imperio, logrando que su padre destruyera al emperador mismo, ahora se ocultaba, presumiblemente cobarde, y permitía el surgimiento de un nuevo poder comandado por el lado oscuro en la figura de Snoke. ¿Por qué Ben Solo se unió al lado oscuro? ¿Por qué Leia y Han están separados? ¿Quien es Snoke? Podríamos seguir un poco más, pero lo realmente interesante de este film no es la cantidad de respuestas suministradas, son las acciones de sus personajes lo que realmente le dieron el tono distinto; cambió el paradigma y reconfiguró dentro de la tradición misma el compás moral de este universo. Ciertamente no exento de ironía, quizás algo de sarcasmo hacia los personajes, a los que los bajó de sus altos pedestales y les devolvió lo más preciado en una historia; la convulsa, ambigua y volátil humanidad.

La acción se desarrolla en tres tramas claras; Rey en el planeta Ahch-To intentando convencer a un renuente Luke a que regrese a la lucha, ganando de paso un regular y poco ortodoxo entrenamiento. Finn y la hayada Rose, en busca de un maestro decodificador que les ayude a entrar en la nave de la Primera Orden y así destruir el rastreador que les permite perseguir a la Resistencia aún en velocidad luz, y Poe Dameron, Leia y la vicealmirante Holdo en el crucero intentando evadir la flota enemiga.

«Un hombre que no ha pasado a través del infierno de sus pasiones no las ha superado nunca» – Carl Jung

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Cada una ellas es tan importante en el desarrollo del drama que una no existiría sin la otra. Comencemos con la más criticada por todos y difícil. Finn intenta huir del crucero para alejar el faro y lograr que Rey no caiga en una trampa, lo hace sin pensar en las consecuencias, egoístamente. Solo quiere salvarla a ella, por eso su comportamiento es cobarde a ojos de Rose, la chica que encuentra en la rampa de las capsulas de escape. Todo en él está impregnado de ingratitud hacia los otros. Un acto desesperado de una persona sin esperanzas, temerosa de los acontecimientos por venir y que solo se fija en salvar a uno a pesar del resto. Más humano que esto imposible, el arrojo ideal del caballero es completamente ignorado, es solo un niño asustado. La fuerza la hallará en la Rosa. Sí, así de místico.

Ella, Rose, es el sentimiento que los espectadores tuvimos con Luke y Han en tiempos de la trilogía original. Ve en Finn el héroe de saga fantástica, capaz de pararse solo frente al dragón y enfrentarlo con su espada, y sobre todo, con integridad espiritual. Pero el joven no es un caballero de resplandeciente armadura. Solo es una victima de los tiempos que corren, que busca hacer lo poco que es capaz en sus fuerzas: salvar a quien ama. Rose le demostrará que Rey no es la única que importa, que ella también lo hace, amar y ser amado, y por lo tanto deberá pensar las cosas de forma de manera más universal, abarcativa, y por añadidura en el resto. Esta es la prueba a la que es sometido Finn que consiste en tres momentos.

Primero Rose, que le dice que el miedo es parte de ser un héroe, Canto Bight, el planeta casino y DJ. Esta es toda una revelación en la trama, aquí yace mucho del sentimiento que impregna la película en general; la desesperanza, la desesperada aseveramos, desesperanza. La derrota en ciernes, la persecución de los restos de la resistencia, no hace más que profundizar el sentimiento de derrota, de un fin último, el apocalipsis. Rose está para contrarrestar esa sensación que hace tambalear la fe de Finn en un nuevo día. Ella, como lo hiciera Beatriz en la Divina Comedia de Alighieri, es la musa que ahora y aquí despertará en él al héroe que carga, la esperanza en que siempre habrá una manera de contrarrestar la oscuridad. El plan de hackear los sistemas del enemigo y así poder escapar de sus garras se le ocurre a ella, para más detalles. Rose comprende todo aquello que Rian Johnson, en el resto de los personajes (quizás exceptuando a Leia), nos dice que no existe. Rose es la luz que ilumina a un fascinado Finn y le muestra la cara oculta del opulento Canto Bight. La esclavitud, el comercio armamentista, el nihilismo y sibaritismo extremo sostienen ese brillo cegador de los casinos/palacios, los caros ropajes, el desenfrenado lujo.

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¿Rizamos el rizo? Rose (la rosa en castellano) lleva un colgante que muchos describen como media luna, color dorado. Es en realidad una luna creciente. Como la que portaba Selene, diosa del panteón griego que regía al astro nocturno, cuya raíz griega de su nombre Selếnê es Selas, Luz. Diosa que llamarían luego también Artemis, deidad tan antigua como el hombre y que hace referencia a una sabiduría ancestral, primigenia, de tiempos de la inocencia de la humanidad. La Rosa es la flor sagrada de occidente, sus cinco pétalos simbolizan el número sagrado 5 que representa al hombre y el microcosmos, por eso su equivalencia con la estrella de cinco puntas (pentagrama) son los cuatro elementos y la quintaesencia. La rosa de los vientos, la brújula.

Es entonces que aparece DJ, el viperino y mugriento hacker marginal, pirata y contrabandista que ellos se ven obligados a reclutar cuando les muestra lo que es capaz de hacer. Es además quien dará el último golpe de realidad al angustiado joven. Llegados al planeta son prontamente capturados y encerrados. Allí es donde DJ hace gala de sus artes al ayudarlos a escapar y donde cumplirán (infantilmente, tenemos que admitir) cierta venganza sobre los ricos y poderosos que conscientemente ignoran lo que sucede en la galaxia. DJ es la sobreexplicación que sutilmente se desarrolló antes. Él expondrá sin vueltas que todos son falibles, que el comercio de los ricos y poderosos no reconoce bandera, signo o moral alguna. Solo poder y dinero. En la nave robada por el contrabandista en que finalmente escapan, Finn termina de entender que él puede hacer y ser la diferencia. Y en general, el director del film expone al espectador a un universo gris. No es una visión maniquea donde la trama del bien contra el mal, se concibe como lo definitivo que pretende completar e invalidar a todas las demás formas de concebir a la humanidad. Son criaturas falibles, materia dispuesta a perfeccionarse desde el claro oscuro que toda conciencia posee.

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Entonces Johnson desmitifica los personajes centrales, habla de una tercera posición ante el conflicto de la Resistencia y la Primera Orden, lo que nos lleva a pensar que puede haber otras. La estocada final, cuando DJ cobra su traición, es tremenda porque convierte esta space opera/fantástica sobre la lucha del bien y el mal, la luz y la oscuridad, en un drama (superficial y algo sobreinterpretado, concedemos) sobre las repercusiones de un conflicto a gran escala. Trastorno de estrés postraumático, hipocresía y el oscuro comercio que genera la guerra.

Pero (aquí un maravilloso pero) también siembra una semilla increíble. El encuentro entre el dúo Finn & Rose y los niños esclavos cuidadores de los fathiers no es fortuito por varias razones. La primera y sencilla es que representan la verdadera esperanza de cómo cualquier niño todavía tiene la oportunidad de escribir su futuro, uno que estará en sus manos si son capaces de finalmente liberarse. Lo muestra el niño que, empujado por su amo en el campo de carreras, en ningún momento muestra temor, más bien su gesto es de coraje. Y el más importante, al final del film, los niños repasan la historia que ya es leyenda. La aparición de Luke en el campo de batalla del planeta Crait y cómo en solitario enfrentó al ejercito y al nuevo Líder Supremo Kylo Ren. Son interrumpidos entonces por su amo que los obliga a regresar a su trabajo. El mismo niño, que recibió el anillo rebelde de Rose, utiliza la fuerza para recoger la escoba, sale al exterior, mira el cielo y la imagen general es de un futuro maestro Jedi.

-¿Rose? ¿Por qué lo hiciste? Casi había llegado. ¿Por qué me detuviste?
-Te salvé… tonto. Así es como vamos a ganar. No peleando contra lo que odiamos, sino salvando lo que amamos.

Rian Johnson propone que no hay que ser un Skywalker para convertirse en héroe/líder, un luchador por la libertad y la justicia, solo hace falta que realmente desees formar parte del bien. El linaje ya no aparta ni aporta. La lucha la heredan todos, no importa de donde vengas.

Continúa en la parte 2 ⇒ Star Wars: Episode VIII – The Last Jedi: Aquí los héroes sobran hasta estorbar

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Aguanto los trapos a Jordi Savall. Leo ciencia ficción hasta durmiendo y sé que la fantasía es un camino de ida del que ya no tengo retorno.

1 Comment

  1. muy bonito todo pero eso no fue que yo vi en el cine, lo que yo.vi fue a un tipo que por salvarse como un cobarde se inventa una excusa para escapar de la nave que esta siendo destruido al otro lado de la galaxia luego es captura ingenuamente y por ultimo va tener una muete epica sin sentido que es evitada torpemente por una frace coheliana y que nadie les dispara por la fuerza del guion, nadie le critica al rain jhonson que haga cambios pero haslo bien porque la pelicula yo vi fue excesivamente mediocre.

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