
“En este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”
Ramón de Campoamor y Campoosorio (1817-1901)
Por @maryputrueli
Antes que nada, debo aclarar que considero a M. Night Shyamalan uno de los directores más interesantes de los últimos tiempos, alguien que sobresale de su camada contemporánea, porque más allá de ser un notable realizador y de dar cátedra en lo que sabe y ejecuta de cine. Es sobre todas las cosas, un maravilloso contador de historias, y eso es lo que fascina de él y lo que más influyó para que su última película “Glass“, fuera decepcionante para mí.
Al igual que la mayoría del público mi primer acercamiento a la filmografía de Shyamalan fue a través de su primera película como director “Sexto Sentido“, (si aún no la viste no sigas leyendo porque se viene un spoiler difícil de remontar), recuerdo que mis padres volvían del cine y mi madre dando por hecho que yo ya había visto la película esbozó el siguiente comentario: «Es un peliculón, no te ves venir que Bruce Willis estaba muerto», así con esa simple frase se me negaba llevarme una de las sorpresas más icónicas del cine de los noventa, sin embargo al ver la película teniendo ya conmigo esa información fue cuando pude descubrir mejor a su director, como cuando sabemos el truco del mago pero igual nos fascina cada paso que da hasta llegar a que suceda «la magia», lo mismo me pasó con «Sexto Sentido», aun sabiendo su desenlace, la forma que se planteaba la película, su narrativa fílmica, las puestas de cámara, todo era perfecto y funcionaba de manera brillante. Ya sabía entonces que estábamos ante un realizador distinto, alguien que parecía saber algo más que el resto, con un tipo de películas que siempre cuentan algo que podría ser ciencia ficción, pero que deja planteada la duda de si el día de mañana no podría suceder realmente.
Algo de eso se pone de manifiesto en la trilogía que inicia con la fantástica “El protegido“ (Unbreakable – 1999), sigue con la acertada “Fragmentado“ (Split – 2016) para desembocar en una digamos olvidable “Glass“. En la primera entrega, nuevamente con Bruce Willis protagonizando una película de Shyamalan, el director daba una muestra precisa sobre el mundo de los comics, un universo del cual debo admitir no soy fanática, pero reconozco como esencial no solo en la cultura sino en la vida de las personas, ¿quién no ha querido ser un superhéroe alguna vez en su vida?, cuántos de aquellos retraídos y marginados encontraron consuelo y compañía en las páginas de las historietas. El director lo deja claro al comienzo de la película detallando las estadísticas de venta de los cómics. Y seguido a eso nos presenta un personaje, el famoso antihéroe, es decir un héroe que primero no sabe que lo es, luego se niega a convertirse en uno, para finalmente en el tercer acto asumir su responsabilidad e identidad y abrazar su destino. Bruce Willis es David Dunn, alguien cuyo super poder es ser justamente irrompible (“Unbreakable“, título original del film); así inicia el argumento mostrando como es el único sobreviviente de un fatal accidente de tren. A medida que avanza la trama Dunn irá aceptando quien realmente es mientras entabla amistad con Elijah Price (Samuel L. Jackson), su némesis en todos los sentidos, alguien con una enfermedad llamada osteogénesis imperfecta, conocida como “huesos de cristal“, y el villano archienemigo, ya que es él, el responsable de la tragedia del tren y de otras más, todas con la justificación de poder encontrar alguien que sea lo opuesto a él, porque al fin de cuentas todo ying necesita de su yang.
Muchas de las mejores ideas propuestas y expuestas en “El protegido“ tenían que ver con la necesidad de encontrar en el universo del cómic algo que el mundo ordinario no podía brindarnos, encontrar un salvador, un héroe dispuesto a detener la injusticia y a interceder por aquellos indefensos. «Los héroes no mueren así», menciona cerca del final, Mr. Glass (apodo de Elijah Price), y esta frase condena lo que veríamos casi dos décadas después en Glass.
En la segunda entrega, si bien sigue el hilo conductor de toda la trilogía, (aunque se lo fuerza un poco con un final que enlaza y conecta con la tercera y última parte de la saga) no cabe duda que lo destacable por excelencia es la actuación de James McAvoy, interpretando a Kevin Wendell Crumb, víctima de abuso diagnosticado con trastorno de identidad disociativo, razón por la cual viven dentro de él veintitrés personalidades diferentes, las cuales luchan entre sí para que la identidad número 24 salga (o no) a la luz. “La bestia“, siendo la más brutal y peligrosa de todas. Una simbiosis de humano y animal feroz, capaz de devorarlo todo, cuya misión es limpiar al mundo de los impuros, es decir aquellos que no han sufrido. Desde el talento descomunal de McAvoy para interpretar cada una de estas personalidades hasta un clima de suspenso eficazmente llevado, Fragmentado se convirtió en una de las mejores películas del director, a la altura de su antecesora y dejando un nivel de expectativa altísimo para la última parte de este relato de superhéroes.
Tan alta fue la expectativa como tan fuerte fue el golpe de decepción al salir del cine luego de ver Glass. Lo primero que resulta casi imperdonable, es que le película es aburrida, no es larga ni lenta, es aburrida, es monótona en varias escenas. Ya vimos y conocimos todas las personalidades de Kevin, no tenemos que pasar una y otra vez por lo mismo, y lo peor de todo, es una película plana, chata, y esto es difícil de asumir porque la mirada proviene de un director que nos ha regalado visuales inolvidables, pero todo se vuelve muy conversado, explicado, estamos siempre a punto de ser testigos de una revelación maravillosa, la cual nunca llega, y cuando lo hace parecieran esos chistes que tienen que explicarse porque si no nadie lo entiende, un final relatado, comentado, por si alguien no reparó en cada plano detalle mostrando lo obvio, cada personaje pone en palabras lo que vemos en imágenes.
La historia con una excusa o motivo entre inverosímil e irrisorio, reúne a los tres humanos con posibles poderes de superhéroes en un manicomio, así Dunn, Kevin y sus veintitrés personalidaes y Mr Glass son estudiados bajo la mirada de la doctora Dra. Staple (Sarah Paulson), con el fin de comprobar que solo son personas común y corrientes con delirio de grandeza, el desenlace pueden descubrirlo en su pantalla amiga.
Por mi parte, extraño no entender todo señor Shyamalan, que deje en mi la duda, que ofrezca más preguntas que respuestas, soy fanática de esos finales, en libros y películas. Tal vez por eso El protegido y Fragmentado fueron lo mejor de la saga, sostienen una estructura sólida para dejarnos ávidos de más, allí entusiasmados en la butaca. El final de Glass debe ser uno de los más flojos que he visto en mucho tiempo, usted ya lo dijo antes “los héroes no deben morir así“, y los humilla de esta manera, con este tonto y torpe final, y no contento con eso, lo explica detalladamente por si algún irrespetuoso encendió el celular en el cine para ver cuánto faltaba para que termine la película.
Igual a no confundir, la película debe verse en el cine porque este director lo amerita, pero no vayan si es posible con muchas expectativas porque van a volver con la cabeza gacha, silbando bajito. La buena noticia es que en Netflix pueden volver a ver El protegido, y recordar las buenas intenciones que tenía esta saga, y dicen tal vez, encontrar al pequeño Kevin Wendell Crumb allí entre la multitud.
En una línea:
Las películas de M. Night Shyamalan hay que verlas siempre, aunque pueda fallar.
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