
Mito intocable de la historia del cine, obra cumbre para una época convulsionada en el mundo, “Casablanca” será por siempre un emblema del Hollywood clásico.
Por @Maxi_CDC83
Inolvidable por donde se la analice, apreciar “Casablanca” resulta una experiencia única. Quizás la mayor virtud en donde reside la enorme grandeza de este film es en la sorpresa que aún genera, a casi 80 años de su estreno. En su momento, eludió a todos los cañones del momento, en donde una película que retratara la época de guerra seguramente se convertiría en una cómoda propaganda antinazi. Nada de eso, este film es mucho más: es una gran historia romántica dotada de elegancia y distinción gracias al talentoso aporte de Michael Curtiz.
Con la Segunda Guerra Mundial como contexto, Casablanca resulta una ciudad de fácil acceso pero casi imposible de abandonar, en medio de la amenaza nazi. Allí transcurrirá esta historia idealista acerca de dos antiguos amantes que vuelven a unirse brevemente en el caos de la guerra. Basada en la obra teatral “Todos vienen al café de Rick”, los autores nunca llegaron a estrenar en escena esta puesta hasta que el producto Hall Wallis compró los derechos para llevarla a la gran pantalla. Luego de pensar en William Wyler para las labores de dirección, finalmente la responsabilidad cayó en el realizador húngaro, responsable de clásicos como “Alma en Suplicio”.
Existen lenguajes fílmicos distinguidos, símbolos cinematográficos inconfundibles que combinan la pasión con la emoción. Allí radica el encanto de “Casablanca”, una auténtica clase maestra de cómo manejar los rubros técnicos de un film para crear poesía visual. Esta película está hecha de diálogos ingeniosos, miradas intensas, encuentros efímeros y rostros agridulces que intentan cambiarle el destino a una historia cuya suerte está comprometida en medio de un clima hostil, de guerra y represión. El lirismo y la poesía que revisten al film, de forma más que apreciable, sellan el trazo autoral de Curtiz y su capacidad para encontrar metáforas que grafican esta trunca historia de amor
La pareja protagónica de Humphrey Bogart e Ingrid Bergman tiene un lugar en la historia grande del cine, y en esta película demuestra incontrastable química. El gran Boggie se sale de su rol de detective duro y clásico que le veríamos en aquellos años ’40 en films con “El Sueño Eterno“ para ponerse en la piel del prototipo de antihéroe: perdedor, solitario, melancólico y sentimental. Bergman por su parte, aporta en el esplendor de su carrera toda su belleza para darle a la historia la indispensable continuidad. Haciendo gala de un status de estrellas mundiales incuestionables, es curioso que el dúo interpretativo no volviera a compartir pantalla.
Captado con el realismo y la intensidad del cine negro, en la intriga y la atmósfera de leyenda que contiene el “Rick’s Cafe” se condensa la magia de un film único. Sumado a la impecable banda sonora de Max Steiner, el inolvidable y nostálgico “As Times Go By” de Dooley Wilson y una “Marsellesa” entonada como nunca antes, la música de “Casablanca” nos hechiza de principio a fin. Parte de la leyenda que reviste al film resguarda la frase cinematográfica más exquisita jamás pronunciada: ‘Tócala de nuevo, Sam’.
Título original: Casablanca
Año: 1942
Duración: 102 min.
Dirección: Michael Curtiz
Guión: Julius J. Epstein, Philip G. Epstein, Howard Koch (Obra: Murray Burnett, Joan Alison)
Música: Max Steiner
Fotografía: Arthur Edeson
Intérpretes: Humphrey Bogart, Ingrid Bergman, Paul Henreid, Claude Rains.
Productora: Warner Bros. Pictures
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