
Glam, raros peinados nuevos, cinco jóvenes con las hormonas desatadas, un campamento de verano y un asesino en serie demente. Sí, esto y mucho más en lo nuevo de American Horror Story.
Por @ElPatoAlvarez_
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Ryan Murphy no para de reinventarse, aunque siempre vuelve a sus orígenes junto a Brad Falchuk y su AHS.
Esta vez le da un vuelco completamente distinto a las historias que venía contando en su antología de horror (o por lo menos es lo que nos deja entrever en su primer episodio): ahora se mete con el homenaje al slasher (“películas de asesinos en serie con cuchillos”) y deja los dramas existencialistas sobrenaturales.
1970, Camp Redwood. Un psicópata apodado “Mr. Jingles (John Carroll Lynch)” asesina a una decena de jóvenes y les corta una oreja para llevársela de souvenir. Así comenzamos el episodio que, 14 años después, nos encuentra con Xavier (Cody Fern), Montana (Billie Lourd), Ray (DeRon Horton), Chet (Gus Kenworthy) y Brooke (Emma Roberts) en una clase de aerobics al ritmo de “Far from over” de Frank Stallone (sí, el hermano cantante de Sly).
Brooke es una estudiante recién llegada a L.A. que vive sola, pero enseguida se hace amiga de los demás.
Xavier tiene un plan: trabajar el verano como celadores en un campamento para niños pero también para escapar del raid de asesinatos que se están cometiendo en la ciudad por un tal “Acosador Nocturno”: este tal Richard Ramirez fue un asesino serial de la vida real que mató al menos 14 personas en la ciudad de Los Ángeles. Ryan Murphy vuelve a nutrirse de la realidad para contar una ficción.
Si bien Brooke no se prende a la idea, esa misma noche cambiará de opinión ya que este delincuente casi la mata por unas joyas.
Los cinco jóvenes parten en una van llena de alcohol y drogas, al son de “Somebody’s watching me” hasta que se “tropiezan” con un viajante malherido y deshidratado al que llevarán al campamento, un poco por culpa por haberlo atropellado y otro poco porque no les queda otra.
Al llegar nos damos cuenta que el campamento es Redwood, reabierto por una sobreviviente de la masacre de 1970, para huir de sus traumas: Margaret (Leslie Grossman).
Aún así, “Mr. Jingles” se escapa del hospital psiquiátrico donde estaba recluido y volverá para vengarse de Margaret, quien testificó en su contra en el juicio por las matanzas.
El personal del Campamento Redwood lo completan la enfermera Rita (Angelica Ross) y el instructor de actividades, Trevor, interpretado por Matthew Morrison.
El muchacho que habían rescatado los jóvenes en la carretera parece haber muerto por “Mr. Jingles” y Brooke logra escapar del asesino, aunque nadie le cree ya que el cuerpo desaparece y no hay rastros del maníaco.
A todo esto, el “Acosador Nocturno” parece haber encontrado a nuestra “Scream Queen” y no sabemos como terminará todo para nuestros protagonistas.
Desde el comienzo AHS 1984 nos mete de lleno a una estética ochentera fascinante, llena de colores, juventud y virilidad. Esto contrasta con el epílogo, homenaje sentido a los slasher como Halloween (1978) o la saga de Martes 13 (Friday the 13th, 1980), incluso con momentos donde el granulado en la imagen asemeja a los films de época y la referencia a Michael Myers cuando Mr. Jingles huye del hospital psiquiátrico es inevitable.
Los estereotipos de los chicos en esta clase de sub-géneros (la virgen, el gracioso fumón, el deportista, la rebelde, el chico popular) parecen estar a la orden del día, pero ojo, que siempre nos podemos llevar alguna que otra sorpresa viniendo de la dupla Murphy-Flachuk.
No veremos, quizás, nada novedoso, pero el manejo de cámara y las referencias son un punto clave que la serie explotará en una época donde los 80 son la diva del baile en las producciones audiovisuales.
Ryan Murphy y Brad Falchuk vuelven a demostrar por qué son los reyes de las antologías de horror, contando con un cast notable y una estética que manejan de taquito.
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