
Al fin está aquí. Luego de una espera de casi dos años, la tercera temporada de la serie más cara de Netflix regresa el 17 de noviembre, con la difícil tarea de introducir todo un nuevo elenco que reemplaza a los ya vistos Claire Foy, Matt Smith y Vanessa Kirby.
Por @mauvais1
Ya a nadie le extraña que esta serie sea una carta de amor hacia la familia real británica. Una que parece escrita por algún miembro disoluto y poco dado al recato de la misma, que a pesar de los roces y controversias no deja de creerlos parte. ¿Por qué decimos esto, sin más, al inicio de la crítica? La delicadeza con que se plantean los dramas, la sugestiva visión sobre los protagonistas, esa exacerbación del componente humano, que también muestra la ruindad, el egoísmo, la falta de empatía como los más placenteros recuerdos responde la pregunta.
Es quizás por eso que iniciamos el texto de esta manera. La visión, ciertamente equilibrada sobre las acciones y decisiones de los personajes, reales al fin y aquí retratados, tiende a tener en cuenta algo que ciertamente olvidó Felipe, duque de Edimburgo y esposo de Isabel, cuando llevó adelante el documental sobre la vida en el palacio de Buckingham: Lo paradójico de las relaciones personales, el desequilibrio en las acciones públicas y privadas y el plantear la, a veces, compleja comprensión en las acciones; lo que uno cree que debe hacerse, con lo que se espera y la intencionalidad de los gestos. En definitiva, la lectura del comportamiento no siempre entendido. El paso del tiempo no es gracioso con ellos ni mucho menos amable y aún así aquí están, tanto en la serie cuya segunda temporada se estrenó hace casi dos años, como en la vida real, donde ellos siguen detentando el poder, simbólico sí, de una de las naciones más ricas del planeta, tanto a nivel cultural como económico. ¿Qué les da esa única e inconmovible permanencia?
The Crown es un melancólico, extremadamente elegante y por momentos sutilmente alegre repaso por la vida de la reina Elizabeth Alexandra Mary de la Casa de Windsor que, aunque basada en sus inicios en la obra teatral de Peter Morgan titulada The Audience, ha sabido desandar su propio camino. Más aún en esta tercer entrega, donde nos encontramos con una reina pisando la cuarentena y aún forjando lo que será su legado en el Reino Unido. Temporada que también arriesga un cambio radical en su elenco. Aquí no hay caracterización, sino que es desde el comienzo un cambio total de actores: Olivia Colman en lugar de Claire Foy como la reina Isabel; Tobias Menzies en lugar de Matt Smith como el Felipe, duque de Edimburgo; y Helena Bonham Carter tomando el testigo dejado por Vanessa Kirby como la princesa Margarita por nombrar solo al trío protagónico. Todos ellos retomando una historia que, con dos temporadas a cuestas, logran en una excelente interpretación dar continuidad sin roce alguno a la historia.
La mediana edad de unos, la vejez de otros, como la juventud de la nueva y recién presentada generación con Josh O’Connor como el príncipe Carlos y Erin Doherty como su hermana Ana son planteadas de entrada, y nos atrevemos a aseverar que esta temporada es sobre eso, el tiempo y sus consecuencias. Sobre cómo este no respeta ni siquiera la realeza y continúa su trajín a pesar de los que no puedan seguirle el paso.
El tiempo no es una ilusión
La temporada da comienzo en 1964 y recorre las décadas hasta bien entrados los años setentas. Cuya trama se resuelve a caballo de eventos históricos que conmovieron al mundo, como otros pequeños y familiares pero tan relevantes que también y de alguna manera lograron lo mismo. Desde los paranoicos días de espionaje tras la cortina de hierro hasta la desaparición de miembros de la familia real. La muerte, el cambio, el mundo que logra poner un hombre en la luna y la búsqueda desesperada de mantener el statu quo de lo que para muchos es un arcaico silogismo de las costumbres británicas encabezado por la casa real. Una de las maravillas de la serie, creemos, es que ha sabido tomar el evento histórico y transformarlo en una historia introspectiva de los personajes. Un equilibrio envidiable entre la macro y microhistoria de cada episodio.
Elizabeth, Isabel, sigue siendo la protagonista indiscutible, pero el guionista logra que a su vez el entramado coral no pierda la capacidad de detentar relevancia. Eduardo VIII, el abdicado rey que condicionó la vida de los Windsor para siempre, se entrelaza con la juventud de un dubitativo y tímido Charles, haciendo que las historias en composición creen un drama más profunda y de poderosas ramificaciones. Y que la llegada del hombre a la luna sea el leitmotiv para un análisis sobre la fe y la ciencia, y cómo esto acciona sobre Felipe, duque de Edimburgo, convierte a este capítulo en uno de los mejores de la temporada, en que el amor y la ansiada capacidad de trascender son, creemos, una de las basas de la trama, cuya construcción moldean los personajes a través de sus diálogos y gestos. Nada es dejado al azar, toda acción es consecuencia y reacción de un evento.
Decididamente esta tercer temporada no solo cuenta con los protagonistas ya maduros y con un rico pasado a cuestas, sino que los guionistas acertaron en aceitar un poco más este monstruo forjado gracias a ese equilibrio entre los personajes y los eventos históricos. La historia los atropella, los modifica y los repele, y nunca es más equilibrado aquí que, de más está decir, con la obra de un elenco afinadísimo. La elaborada producción, la gigantesca puesta en escena, la reconstrucción del vestuario de la reina.
Tiempo que corre y el medrar en los cambiantes años de la guerra fría, el mayo francés y la llegada del hombre a la luna. Cada evento marca un hito en la saga de los Windsor y los modifica, los reconstruye y los expone. Dejan sin pompa o excesivo dramatismo ver las miserias, la ingenuidad confundida con ignorancia, la férrea convicción de subsistencia, la flemática indolencia. Peter Morgan, creador de la serie, ciertamente sabe hacia y por donde va la historia, que tan lejos de la realidad de los protagonistas reales no sabemos, pero justamente esa ficcionalización de ellos es lo que logra apartarse de un anquilosado biopic, y dotarlos de las maneras más humanas, aún a pesar de esa flemática y fría educación que hacen gala. Sigo sin poder responder cómo es posible que esa hierática comparecencia no les quite preeminencia en la realidad cambiante que vivimos, pero que Morgan ha entendido a la perfección, haciendo de The Crown un excelente drama que lejos está de perder su propia originalidad.
Título: The Crown (Temporada 3)
Creador: Peter Morgan.
Año: 2019.
Reparto: Olivia Colman, Tobias Menzies, Helena Bonham Carter, Ben Daniels, Marion Bailey, Jason Watkins, Erin Doherty, Josh O’Connor, Emerald Fennell, Derek Jacobi, Geraldine Chaplin y Charles Dance.
Producción: Left Bank Pictures, Sony Pictures Television. Distribuida por Netflix.
Mientras la reina Elizabeth II se enfrenta a una Gran Bretaña que cambia rápidamente, su familia continúa luchando contra las necesidades de la monarquía y los deseos de sus vidas personales fracturadas.
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