
En el cine, la transformación que lleva una tendencia hacia el realismo que surge a comienzos de los ’40, es una evolución que está determinada por el nacimiento del Neorrealismo Italiano. Esta corriente vanguardista fue un movimiento al que la crítica cinematográfica emergente de aquellos años -liderada por la corriente cahierista pionera de Andre Bazin- le dedicó un estudio analítico de gran relevancia.
Por @MaxiMDQ83
El Neorrealismo es un movimiento de breve duración, pero de gran impacto, que incluyó a directores de la talla de Roberto Rossellini con películas como “Roma, Ciudad Abierta” (1945) o Luchino Visconti con “La Tierra Tiembla” (1948). También, posteriormente a su desaparición, las comedias de Pier Paolo Pasolini o Federico Fellini tomarían como ingredientes variados elementos de esta corriente que influyó estética y narrativamente las nuevas olas de los ’60 en el denominado cine de autor.
Como movimiento, surge en Italia durante la segunda posguerra y eso se refleja en los films: Pobreza, escombros, gente hambrienta y desidia, son retazos de la barbarie de la guerra, que aún en cada esquina da coletazos habiendo ya llegado a su fin. Este es el primer ejercicio de cine fortalecido en su implicancia social, cercano a la realidad del momento y es por ello que posee un aspecto de registro documental que marca su estética de forma determinante. Los neorrealistas van a tener la intención de representar ese momento y también el mismo será una limitación dadas las condiciones de producción, puesto que por su precariedad estas no permitían rodaje en interiores; no había lugar físico donde filmar ni había dinero para hacerlo.
El film en cuestión es el más paradigmático de una vanguardia homogénea visual y narrativamente. Los neorrealistas son films centrados en temáticas cotidianas, con escenarios naturales, actores no profesionales y problemáticas sociales como la miseria. Modelan a estos films un estilo que, como forma cinematográfica, construye la estructura narrativa a manera de encontrar una forma novedosa para contar una historia simple. De Sica utiliza una puesta en escena minimalista, donde la cámara parece limitarse a solo registrar los acontecimientos respetando la ambigüedad propia de lo real.
Una película de estructura narrativa clásica melodramática, aunque lejos del naturalismo hollywoodense y con mucho de espíritu vanguardista, “Ladrones de Bicicletas” utilizará como recursos paradigmáticos la gramática de planos más reconocible al cine de denuncia social apelando a la complicidad y la emotividad del espectador.
En esta obra se evidencia el nacimiento de un movimiento independiente donde los realizadores de este estilo buscaban dar cuenta de lo que pasaba en Italia en ese momento con la mayor realidad posible, filmando en la calle y seleccionando para las historias, conflictos del hombre común de su tiempo. Esta elección estética se convertía en un intento casi documentalista de mostrar al mundo a un pueblo italiano sufrido por la guerra y sus consecuencias.
Así se vislumbra el paño social que muestra De Sica en este film, donde en los rincones de Roma se palpa de manera sensible la debacle de aquellos tiempos. Uno de los pilares del neorrealismo que, curiosamente, provenía de terrenos cinematográficos opuestos a este movimiento en tiempos fascistas de Mussolini. Este revisionismo ha caracterizado especialmente dos films claves de este período, como el que aquí nos ocupa y “Umberto D” (1952), ambos con guión de Cesare Zavattini, otra figura preponderante de la vanguardia.
Como era costumbre en la vanguardia, De Sica filma los acontecimientos sin trastocarlos o subrayarlos explícitamente. La cámara parece limitarse a mostrarnos el mundo con una planificación que busca restaurar esta sensación conscientemente en el espectador de no restaurar un sentido único o un significado unilateral, propia de la percepción de la realidad y dejando un margen de libertad para que este saque sus conclusiones sobre las necesidades de este hijo y sobre los deberes morales de este padre.
De Sica provoca una sensación de neutralidad y objetividad al retratar una de las historias más bellas y conmovedoras que se hayan filmado sobre la singular relación entre un padre y un hijo. En este sentido, “Ladrones de Bicicletas” es lo opuesto a un cine de tesis -el más claro ejemplo, el cine marxista de Sergei Eisenstein-, que manipula los hechos y las acciones de los personajes para demostrarnos algo. Contrariamente, el autor elige respetar esa ambigüedad, y el carácter de acontecimientos, sin manipular los hechos para validarse a sí mismo. Seres anónimos y carentes serán los protagonistas de esta auténtica historia sencilla.
Título original: Ladri di biciclette
Año: 1948.
Duración: 93 minutos.
País: Italia.
Dirección: Vittorio De Sica.
Guion: Cesare Zavattini, Vittorio De Sica, Gherardo Gherardi, Suso Cecchi d’Amico, Oreste Biancoli, Adolfo Franci y Gerardo Guerrieri (Novela: Luigi Bartolini).
Música: Alessandro Cicognini.
Fotografía: Carlo Montuori.
Reparto: Lamberto Maggiorani, Enzo Staiola, Lianella Carell, Gino Saltamerenda, Vittorio Antonucci, Giulio Chiari, Fausto Guerzoni y Elena Altieri.
Productora: Produzioni De Sica (PDS).
Género: Drama | Neorrealismo.
En la Roma de la posguerra, Antonio, un obrero en paro, consigue un sencillo trabajo pegando carteles a condición de que posea una bicicleta. De ese modo, a duras penas consigue comprarse una, pero en su primer día de trabajo se la roban. Es así como comienza toda la aventura de Antonio junto con su hijo Bruno por recuperar su bicicleta mientras su esposa María espera en casa junto con su otro hijo.
*Artículo publicado originalmente en el blog digital «El Cinéfilo» (año 2006) y en el sitio web EnClave de cine (año 2010).
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