
Para la realización de El Síndrome de China su director James Bridges se basa en un hecho real ocurrido en una planta nuclear, aspecto que convierte al film en un alegato de denuncia sobre los riesgos que exponen este tipo de prácticas insertas en tiempos donde Estados Unidos (a fines de la década del ’70) atravesaba profundos conflictos socio-políticos.
Por @MaxiMDQ83
Esta película resulta un acercamiento similar al que años después realizarían Mike Nichols para Silkwood (1984) o Steven Zaillan para Una Acción Civil (1999). Incluso pueden rastrearse semejanzas con el ejercicio llevado a cabo por Steven Soderbergh para Erin Brokovich (2000). La trama cuenta la peligrosa travesía que emprenden dos periodistas, quienes descubren una falla en los sistemas de seguridad de una planta nuclear, lo cual supone un riesgo de grandes proporciones para los habitantes de la zona.
De esta forma, el film se adentra en terrenos del thriller de denuncia indagando acerca de los intereses políticos detrás de este supuesto accidente, hecho cuyas connotaciones se adelantan casi una década a la tragedia ocurrida en Chernobyl. El Síndrome de China no pasó desapercibido y obtuvo cinco nominaciones al Oscar, entre los que se incluyen: Mejor Actor, Mejor Actriz, Mejor Escenografía, Mejor Efecto de Sonido y Mejor Guión.
El veterano Bridges (Limbo) echa mano a sus dotes de guionista mediante un sólido pulso narrativo para estructurar un film que a cuarenta años de su estreno no ha perdido vigencia, conformando un thriller tenso y sin concesiones. La historia resulta en un drama repleto de suspenso y emotividad, cuyos constantes disparadores narrativos permiten dispares perspectivas. El espectador podrá observar el hecho en cuestión desde una focalización cuyas marcas de enunciación proveerán suspenso a granel. Dada esta virtud, el relato es intrigante, trepidante y eficaz en mantener la atención de forma permanente en sus dos horas de duración.
Valiéndose de los escandalosos resabios que dejara tras de sí este acontecimiento ocurrido, el director otorga al film una orientación tal de manera que queden en evidencia los pormenores del suceso: los intereses que manejan los medios de comunicación masivos cobrarán peso. El poder de la noticia, la velocidad de la información y la tergiversación de la misma no ha perdido un ápice de actualidad para los tiempos interconectados que hoy transcurren.
La transitada y bulliciosa ciudad de Los Ángeles resulta el marco de ambientación perfecto, al servicio de la vorágine del relato. Esta atmósfera que “El Síndrome de China” consigue crear y sostener resulta sumamente enriquecedor para la historia y se acerca -aunque en menor medida- al que diera Sidney Lumet en la memorable «Network» en 1976, de cuyo mordaz tono puede rastrearse alguna influencia.
El elenco reúne estrellas de la talla de Jane Fonda (Klute), Jack Lemmon (Missing) y un jovencísimo Michael Douglas (Wall Street). Fonda -como la osada periodista- y Lemmon -como el atribulado empleado de la planta- entregan actuaciones veraces y sólidas. En tanto que Douglas, proveniente del ámbito de la TV gracias a la exitosa Las Calles de San Francisco, se coloca en la piel de un inexperto fotógrafo mostrándose por primera vez en las grandes luces de la gran pantalla.
Título: El Síndrome de China
Título original: The China Syndrome
Año: 1979.
Duración: 123 min.
País: Estados Unidos.
Dirección: James Bridges.
Guion: Mike Gray, T.S. Cook y James Bridges.
Fotografía: James Crabe.
Reparto: Jane Fonda, Jack Lemmon, Michael Douglas, Scott Brady, James Hampton, Peter Donat y Wilford Brimley.
Productora: Columbia Pictures.
Género: Thriller.
Al hacer un reportaje rutinario sobre el funcionamiento de una central nuclear, una reportera de televisión y su fotógrafo descubren un posible accidente que puede poner en peligro la seguridad de la planta y de la ciudad de Los Angeles.
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