
Bienvenido a Inmenso Bastardo, la sección semanal en la que nos encargamos de explorar la historia del cine, pero con un detalle. Todas las películas que hablaremos en la sección duran 3 horas o más. Esta semana nos toca ponernos religiosos para hablar de una de las películas más grandes de todos los tiempos. Toca hablar de épica bíblica con Los diez mandamientos.
Por @nicobarak
Resulta muy difícil encontrar una historia más épica y grandiosa como la del relato bíblico, específicamente la del éxodo judío. Para la época, ya había habido intentos de volver a narrar uno de los relatos más antiguos de todos los tiempos. Por ejemplo, en 1949 salía la novela Príncipe de Egipto escrita por Dorothy Clarke Wilson, pero si vamos más años atrás, hasta dentro del cine había habido intentos similares. El caso más claro sería evidentemente la película de título homónimo, The Ten Commandments, estrenada en 1923 y dirigida por el mismo director que en la versión de 1956.
El valor histórico de la versión de 1923 es claramente innegable. Resulta increíble que se haya podido hacer algo así hace casi 100 años. Sin embargo, pese a este enorme valor, la versión del 23 no tiene punto de comparación ni en tamaño ni en calidad con su posterior “remake”, si se le pudiera llamar de esta forma. El hipotético va en este caso porque no solo en la primera versión se narraba una historia muchísimo más reducida del relato bíblico, sino que este representaba solo la mitad del metraje. La segunda mitad de la película es una historia moderna y creada para explicar de una forma bastante explicita el “poder” de los diez mandamientos en la actualidad.
A pesar de esta segunda mitad un poco de trazo grueso, la historia ya estaba contada por el mismo director, en el mismo medio expresivo y con una calidad ya bastante aceptable. ¿Por qué se volvió a hacer? Para responder esta pregunta, es fundamental entender dónde estaba la industria cinematográfica en ese momento, ya que estaba comenzando a nacer uno de los enemigos más importantes de la misma. O al menos así se vivió en esa época, que no conocían el peligro de los malvados y monstruosos servicios de streaming que conocemos hoy.
Luego de la Segunda Guerra Mundial, el mundo obviamente cambió mucho. Veíamos por ejemplo cómo en Japón comenzaban a surgir historias más oscuras y profundas al analizar Los siete samuráis de Akira Kurosawa, o con los casos de los movimientos cinematográficos de la posguerra en países como Italia o Francia. Pero, a decir verdad, en Estados Unidos ganaron mucha plata con esto de matar nazis. Además, gracias a la guerra, el país norteamericano pudo abaratar muchísimo los costos de lo que implicaba “hacer tecnología”. Es por eso que un producto sin mucho éxito previo a la guerra como la televisión, consiguió dentro de la tragedia un empujón enorme.
Para cuantificar este fenómeno basta con ver que en 1946, con la guerra recién terminada, un 0,5% de los ciudadanos estadounidenses tenían televisión. Para 1954, ese número se elevaba a casi un 56% de la población. Y esto, obviamente, no le gustaba mucho a los estudios cinematográficos. A pesar de ser televisores pequeños y en blanco y negro, el peligro de una migración del público de las salas hacia sus propios hogares se comenzaba a asomar. Es por esa razón que durante los próximos años (y si, también durante los próximos números de esta sección), los estudios comenzarán a hacer películas realmente inmensas, con el Technicolor más espectacular posible y con una especial atención a vender algo que la televisión nunca iba a poder replicar. Al menos eso pensaban en 1956.
En ese contexto nace el proyecto de rehacer la película de Los diez mandamientos. La historia es probablemente conocida por todo el mundo, pero vale la pena recordar algunos puntos clave. El pueblo judío estaba esclavizado. Moisés, uno de los hijos del faraón, descubre que es hijo de una familia judía en realidad, y gracias a eso comienza su viaje como el liberador de este pueblo, en una batalla religiosa nunca antes vista. De un lado, literalmente el poder de Dios. Del otro, el poder de un dictador egipcio sin humanidad alguna. Adivinen quién ganará.
Igualmente, el fantástico relato bíblico está complementado con algunas subtramas nuevas e inventadas para la película. El romance de Moisés, o el hecho de que los faraones tengan nombres reales son algunos de los puntos “inventados” de esta versión, con el fin de aligerar y dramatizar un poco más todo este épico conflicto. Estas dramatizaciones no terminan de quitarle el tono épico al relato, pero si son las que de alguna manera peor envejecen, por más paradójico que suene. Envejece peor lo que inventan en 1956 que la historia original de hace 4000 años.
Pero vista hoy en día, lo que sin lugar a dudas más resalta de toda esta historia épica es su increíble cinematografía. Paramount Pictures es la encargada de dar el pistoletazo de salida a esta carrera por hacer la película más grande de toda la historia. El presupuesto, obviamente récord de su época, sería irrealizable hoy en día. Desde decorados inmensos y con un detalle impresionante, hasta lo que es específicamente la secuencia del éxodo del pueblo judío. El momento que Moisés abre las aguas o la persecución de los egipcios con sed de sangre involucró a más de 10.000 extras en plano. Si, más de 10.000. No, no nos equivocamos con los ceros.
A esto se le suma un punto diferencial y también muy importante en relación a las películas que veníamos viendo. Por esta época comenzaba a entrar en escena el hoy ya hegemónico formato panorámico dentro del cine, que se alejaba del encuadre más cercano a un cuadrado para mostrar una imagen muchísimo más larga y rectangular, como los cines o las pantallas de hoy en día. En este caso, la película fue filmada con la tecnología de Vistavision, un formato sorprendentemente detallado y con el cual se hizo obviamente un remasterizado impecable al formato digital. El Vistavision era, sobre toda las cosas, muy caro, pero gracias a él la película cuenta con una reproducción en color y en tamaño que al día de hoy solo se la puede caracterizar como brutal.
El tamaño y calidad de este material fílmico fue obviamente acompañado por unos decorados muy difíciles de ser superados, tan solo en competencia con algunos contemporáneos que hablaremos en números posteriores de esta sección. Recordemos que no existía cosa alguna como “efectos digitales” o “efectos por computadora”. Todo lo que vemos en pantalla se filmaba realmente, con lo que fueron algunos de los sets más grandes de toda la historia. A todo eso se le agregan unos efectos prácticos totalmente increíbles, que obviamente ganaron su correspondiente premio óscar ese año, pero que vistos al día de hoy siguen siendo más que sorprendentes.
En cuanto al reparto, ya con toda la plata que se estaba gastando, no hubo recorte alguno. Algunas de las estrellas más grandes de esos tiempos formaron parte de la historia, con nombres en roles secundarios como John Carradine, Vincent Price o Edward G. Robinson, para dar algunos ejemplos. En la némesis de nuestro protagonista estuvo Yul Brynner, quien en su papel como Ramsés II se destaca como pocos y funciona perfecto para dar algunos de los monólogos más interesantes del film. En el interés romántico de Moises tenemos a Anne Baxter, quien a pesar de no tener el personaje más profundo de la película (seamos sinceros, su opinión sobre el amor no resiste archivo), tiene algunas escenas muy potentes.
Y por último, para el personaje protagonista, tenemos a la superestrella Chartlon Heston, quien para esa época estaba pasando uno de sus momentos más grandes como celebridad de Hollywood, y que luego de su interpretación como Moisés su nombre quedaría grabado a piedra dentro de la extensa historia de Hollywood. No es que su interpretación sea muy espectacular, porque cualquiera que haya visto a Charlton Heston actuar podría darse cuenta de que en realidad es un actor bastante sobrio e inexpresivo. Pero en este caso, bajo el misticismo de profeta divino, su forma de actuación le vino como anillo al dedo. Hoy en día. resulta muy difícil pensar en otro Moisés que no fuera interpretado por él.
Todo este reparto es acompañado por un guion extremadamente shakespeariano en sus formas, que con grandes monólogos y personajes totalmente sedientos de poder se opondrán y jugarán un duelo increíble. Las escenas donde Moisés y Ramsés II se enfrentan son momentos dramáticos increíbles y cualquier amante de la construcción clásica podrá apreciar estos duelos verbales tan precisos. Eso sí, quizás demasiado teatrales teniendo en cuenta los decorados con los que contaban, pero tampoco se le puede pedir todo a una propuesta tan comercial y riesgosa al mismo tiempo.
Este fue el primer intento de ganar lo que pasaría a ser un duelo casi interminable entre la televisión y la industria cinematográfica. La producción de Paramount Pictures sentó un listón altísimo para las películas venideras, que durante las décadas del ’50 y el ’60 competirán por hacer la película más grande de todos los tiempos. Dentro de toda esta competición, muy pocas llegarán al nivel de calidad que tuvo Los diez mandamientos, que en sus 3 horas con 40 minutos termina contando el relato más grande jamás creado sobre la libertad y la ley. Sus efectos prácticos, sus sets imposibles y su depurada creatividad tienen un escalón aparte dentro de las hazañas cinematográficas de Hollywood, con secuencias irrepetibles y momentos únicos en la historia del cine. Aun así, esta extensa carrera por hacer la película más grande del mundo no será gratuita…
- Título original: The Ten Commandments
- Año: 1956.
- Duración:219 minutos.
- País: Estados Unidos.
- Dirección: Cecil B. DeMille.
- Guion: Aeneas MacKenzie, Jesse Lasky Jr., Jack Gariss y Fredric M. Frank.
- Música: Elmer Bernstein.
- Fotografía: Loyal Griggs.
- Reparto: Charlton Heston, Yul Brynner, Anne Baxter, Edward G. Robinson, Yvonne De Carlo, Debra Paget, John Derek, Cedric Hardwicke, Nina Foch, Martha Scott, Julia Faye, Judith Anderson, Vincent Price, John Carradine, Douglass Dumbrille, Ian Keith, Olive Deering, Eduard Franz, Woody Strode, Frank DeKova y Keith Richards.
- Productora: Paramount Pictures.
- Género: Drama | Religión.
Drama bíblico ambientado en el Antiguo Egipto que narra la historia de Moisés (Charlton Heston), favorito de la familia del faraón, que decide renunciar a su vida de privilegios para conducir a su pueblo, los hebreos esclavizados en Egipto, hacia la libertad.
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