[REVIEW] El Último Duelo

Basada en hechos reales, la película explora suposiciones sostenidas desde hace tiempo sobre el último duelo autorizado en suelo francés entre Jean de Carrouges y Jacques Le Gris, dos amigos que se convirtieron en encarnizados rivales.

Por @mauvais1

Si la saga de Felipe IV de Francia (Capeto) y su maldecida descendencia es uno de los tantos fascinantes momentos de la historia francesa, el combate celebrado por Jacques Le Gris y Sir Jean de Carrouges no se queda muy atrás tampoco (si salteamos la Guerra de los Cien Años). La batalla legal que dio paso al último juicio por combate en la historia de Francia tiene un entretejido palaciego digno de una adaptación, que es justamente la que nos reúne aquí.

Ridley Scott, la mente detrás de una heterogénea filmografía que va desde la fantasía más lúdica como Legend (1985), pasando por la soberbia ciencia ficción de Alien (1979) y Blade Runner (1982), thrillers policiales, el drama feminista de Thelma & Louise (1991) cuando el cine ni se imaginaba el impacto del #MeToo y claro, los monumentales dramas de época que en algunos casos llegaron a emular a los realizados en la era del Péplum (conocido también como sword-and-sandal) y el cine histórico de aventuras de los cincuenta/sesentas del siglo XX como Gladiador (2000), Kingdom of Heaven (2005), Robin Hood (2010) y Exodus: Gods and Kings (2014), ha demostrado que la historia puede ser entretenida, magnifica y a la vez deconstruida a los tiempos que corren. Puede que en algunas lo lograra mejor que en otras, pero la suntuosidad en su puesta y el camino del héroe clásico están allí para divertimento del público. Reconstruye, recrea y renueva un género en el que no teme mencionar como basado en hechos históricos a la vez que lo dota de una imaginería digna de la “high fantasy”.

Y entonces, llega The Last Duel, basada en en la novela de Eric Jager titulada «El duelo pasado: Una historia real de la delincuencia, Escándalo, y juicio por combate medieval en Francia», y escrita por Ben Affleck, Matt Damon y Nicole Holofcener, que recrea aquel escandalo durante el reinado del loco Carlos VI (Valois 1368 – 1422).

La historia, que tiene como protagonistas a Jacques Le Gris (Adam Driver), Jean de Carrouges (Matt Damon) y a la esposa de este último, Marguerite de Thibouville (Jodie Comer), cuenta cómo una acusación y el encono ya existente entre ambos hombres los llevó a un enfrentamiento en un duelo, o juicio por combate; uno de los últimos sancionados por ley en tierra francesa. La ruptura fue el ataque y la violación en su propia cama de Marguerite por Le Gris.

Lo narrado aquí se ejecuta en el tan mentado “Rashomon effect”, denominación nacida del film Rashōmon de Akira Kurosawa, en que es “la subjetividad y percepción personal a la hora de contar la misma historia o situación por parte de diferentes personajes”. De hecho, en aquel film de 1950 también había una violación de por medio. Pero aquí solo habrá tres relatos, los de los protagonistas principales, que apenas variarán en detalles y darán cuenta de la situación, siendo el cambio más crucial el abandono total de la ambigüedad. Las historias reunidas en flashbacks serán en efecto cascada, desde el tope más límpido y luminoso hasta el profundo en el golpe del agua en las rocas, resonante y oscuro.

© 2021 20th Century Studios. All Rights Reserved.

Los tres harán lo posible por convencer al espectador que es el recipiente de la verdad última, dando a sus discursos, ejecutados con maestría por el director en imágenes más que palabras, el tono que sus personalidades son o sueñan con ser, no de manera confusa, sino que recombinada. De todas maneras, la historia introduce detalles elocuentes como la discusión sobre novelas caballerescas entre Marguerite y Jaques, donde ambos concluyen lo ilusorio pero divertido del género literario de caballería,  relecturas que realizan sobre el tan mentado “amor cortés” (fin’amor) y que serán también un hilo conductor de la narración.

Aquí se (re)descubrirá este concepto literario surgido en la edad media que intentaba ordenar la galantería palaciega y la justificación ideológica de su posición social, que era tomada como una educación sentimental para los habitantes de la corte. En la película se elabora el rompimiento de su sagrada distancia. Pone al ras del suelo la violencia que ocultaba y se la menciona como una idealización lejana a la realidad. El lugar de la dama, el orgullo del caballero, el “sufrimiento gozoso” aquí es parodiado.

En latín, los cuatro pasos del amor del género se nombraban como visus (contemplación), alloquium (conversación), contactus (caricias) y basia (besos). algo que dará pie al relato de los tres involucrados, tanto entre los hombres, como ella y su relación con ambos. Harán de cada paso un inciso de sus derroteros. La contemplación de la historia, de como llegan al enfrentamiento, la conversación que cada uno inicia con el conflicto, las caricias, graficadas una y otra vez en los besos, saludos y abrazos en guerras y alcobas, y claro, los besos. El paso final, ese que será la violación de la mujer, la reunión de los amantes y el honor herido por el beso de judas de un amigo violando a la esposa.

Ambos contendientes comenzarán con el relato, porque los hombres son las victimas desde la perspectiva de todos los otros hombres que intervienen, y finalizará con el de la mujer, más bien objeto de deseo y depositaria de honores transferidos por padres y maridos. Los guionistas y el director trazan con vehemencia la soledad de la verdad que ella cuenta, susurrada pasión con que intenta hacerse oír entre tanto traqueteo de acero y espuelas.

Menos compleja que Rashōmon en cuanto a lo equivoco de los relatos, El Último Duelo se enfoca en la protagonista femenina como depositaria de la última versión, quizás la más cercana a la verdad, en testimoniar una época y los dos hombres que la protagonizan, que también conjugan versiones de personajes de dramas palaciegos al uso. El caballero heroico y bruto pero honorable, y el advenedizo inteligente que se abusa de su carisma.

Más allá del esplendor de la producción, con Arthur Max (colaborador habitual del director) en el diseño de producción, el vestuario de Janty Yates y los decorados de Judy Farr (mucho más complejos que en Outlaw King de 2018), la historia es un excelente drama de época que no deja de fantasear la tardía edad media, la compleja apreciación que hombres y mujeres tienen sobre los mismos asuntos. No es una historia de amor, sino una de traición y honor, de releer como estos últimos son utilizados como apología de intereses egoístas. Lo absurdo que es ver a dos hombres disputar una injuria de la que solo son comparsas.

“Una guerra sin caballería y caballerosidad habrá de dar en asesinato común y corriente”, supo escribir Andrzej Sapkowski, y es allí por donde la historia de El Último Duelo se detiene. No toda armadura hace al caballero, ni su palabra jurada una verdad. Y no toda dama es silente ante el horror. Las sedas por mallas, el honor por todos tergiversado.

La película es sin lugar a dudas una oda a los tiempos que corren y la deconstrucción del imaginario caballeresco, quizás también a la revictimización de las victimas y a la verdad que, más que analizada, es simplemente jugada en un torneo de fuerza, mas no de ingenio.

PUNTAJE: 9/10


Título: El Último Duelo (The Last Duel – 2021)

Dirección: Ridley Scott

Guion: Ben Affleck, Matt Damon, Nicole Holofcener. Libro: Eric Jager.

Música: Harry Gregson-Williams

Fotografía: Dariusz Wolski

Reparto: Matt Damon, Adam Driver, Ben Affleck, Jodie Comer, Harriet Walter, Nathaniel Parker, Marton Csokas, Sam Hazeldine, Michael McElhatton, Zeljko Ivanek, Alex Lawther, Clive Russell, William Houston.

Basada en hechos reales, la película se centra en el duelo entre Jean de Carrouges y Jacques Le Gris, dos amigos que se convirtieron en rivales. Cuando la mujer de Carrouges, Marguerite, fue acosada por Le Gris, un cargo que él niega, ella no se queda callada y le acusa, un acto valiente y desafiante que pone su vida en peligro. El consiguiente duelo a muerte determina el destino de los tres.

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Aguanto los trapos a Jordi Savall. Leo ciencia ficción hasta durmiendo y sé que la fantasía es un camino de ida del que ya no tengo retorno.

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