[REVIEW] Yo no me llamo Rubén Blades

El documental del flamante homenajeado en los Latin Grammys se estrenó ya hace tres años, y su visionado es clave para entender una gran parte de la historia de la salsa for export.

Por @belmalone

El enviado en Nueva York que canta, actúa y milita para su querida Panamá, quien irónicamente titula “Yo no me llamo Rubén Blades” a lo que llama “su testamento”, abre su corazón y las puertas de su casa para contar sus verdades, anécdotas profesionales y de su vida privada, para quien quiera, escuche. Dirigido por su compatriota Abner Benaim en coproducción con Panamá, Argentina y Colombia, el precursor de la “salsa intelectual” hace un recorrido de su extensa carrera, tanto sus triunfos como sus derrotas. Fluye de forma tan orgánica que pareciera como si Rubén y Abner estuvieran tomando un café en un bar, recordando viejos tiempos. Allí empieza el viaje a la nostalgia.

Resulta ser que Blades se convierte en el propio narrador de su historia, simulando estar a cargo de la audiencia como si recorriera el escenario, repitiendo los versos de “Plantación adentro”, “Plástico”, pero no. Allí está él, hablando de distintos momentos de su vida, empezando por cómo fue su juventud y el sueño que tenía: llegar a Nueva York y triunfar. De vestimenta sobria, “el poeta de la salsa” transita los pasillos más significativos de su querida Panamá y también en la tierra de las oportunidades, Estados Unidos. “Yo no soy Rubén Blades” tiene dos ejes que son la piedra angular del guion: su vida profesional, especialmente la música y la política, y su vida personal. El archivo que acompaña las distintas historias ilustra perfectamente cada aspecto.

Con respecto a la música, las anécdotas que cuenta son ampliadas por breves intervenciones de colegas, sin distinción de género. Tal es así que reconocen su talento en los primeros minutos músicos de la talla de Sting, Paul Simon, y Danilo Pérez, entre otros. Desde su debut profesional en los 70 hasta su trabajo con Willie Colón, para Fania records, o solista, Blades recuerda cómo los latinos se abrieron paso en el mercado internacional, con cierta camaradería entre los que eran considerados “rivales”. Este relato está acompañado fuertemente con material de archivo como fotos (se la puede ver a Celia Cruz en algún afiche), cuadros que muestra en su casa y videos.

Aquí es donde surge una de las primeras cuestiones en las que todos están de acuerdo: sus canciones, a pesar de tener una melodía pegadiza, están cargadas de un fuerte componente social (que si se le permite a quien escribe, parecieran atemporales). El creador de Hispania conquistaba tierras extranjeras con su dominio nato de español e inglés. Sus compañeros de sello, como Héctor Lavoe, Tito Puente o la mismísima Celia encabezaron de manera inconsciente un movimiento cultural que sigue hasta la actualidad, con referentes como Residente, discípulo confeso de Blades.

También elige hablar de su faceta actoral, mostrando tomas de backstage, alegando que ha sido un accidente, pero que lo ha llevado a participar en más de treinta películas (algunas de ellas son: “Los Dos Jakes” la secuela de “Chinatown” dirigida por Jack Nicholson, “Depredador 2” de Stephen Hopkins y “El abogado del crimen” de Ridley Scott). Tal es así que habla de la humildad de sus compañeros de rodaje y de lo que ha aprendido de profesionales de la talla de Jack Nicholson, Christopher Walken, Mickey Rourke y Danny Glover, entre otros.

Hablando del aspecto político y activista de su vida, además de utilizar su voz para cantar, Rubén la usó para amplificar las necesidades del pueblo panameño y paulatinamente de Latinoamérica. Eventos que presenció durante su juventud, como la Noche de los Mártires, un hecho de rebelión de estudiantes secundarios en contra de la soberanía estadounidense en Panamá que tuvo como desenlace violencia y muerte, hicieron dejar a un lado lo que era su adoración al pueblo norteamericano por su producción cultural. Consecuentemente eso prende su chispa para que estudie abogacía, y se presente para la candidatura a presidencia en 1994, saliendo tercero. Una vez más los videos de aquel entonces muestran entrevistas a los panameños quienes daban su parecer, algunos a favor y otros en contra. Sin darse por vencido con ese resultado, entre 2004 y 2009 fue Ministro de Turismo.

Para cerrar, si bien Blades mantiene su activismo intacto, la música prevaleció en su carrera e hizo de ella una carta de presentación al mundo de su persona y de Latinoamérica. Con los miedos de ser una persona que ha recorrido más en su vida de lo que le falta recorrer, elige hablarle al público desde su costado más sensible y personal en “ Yo no me llamo Rubén Blades”. Es una autobiografía sólida y a su vez un buen punto de partida para conocer más de los inicios de la conquista latina como minoría en Estados Unidos.


Título original: Yo no me llamo Rubén Blades (2018)

Dirección: Abner Benaim

Guion: Abner Benaim

Música: Rubén Blades

Fotografía: Mauro Colombo, Gaston Girod

Reparto: Documental, intervenciones de: Rubén Blades, Sting, Paul Simon

Productora: Coproducción Panamá-Argentina-Colombia; Apertura Films, Ciudad Lunar Producciones, Gema Films

Género: Documental

Retrato de uno de los cantantes y compositores más reconocidos de América Latina: Rubén Blades. El documental explora su carrera -no sólo como músico, también como actor y como político-, su legado -ha ganado 17 Premios Grammy- y las complejidades que implica mantener su fama.

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