[OPINIÓN] Sandman – Temporada 1

La adaptación del aclamado cómic de Neil Gaiman llega a la pantalla de Netflix y aquí les adelantamos nuestra opinión.

Por @mauvais1

«… de sueños, que bien pueden ser reflejos
truncos de los tesoros de la sombra,
de un orbe intemporal que no se nombra…»

El Sueño (1964), de Jorge Luis Borges

No he terminado aún la lectura de la obra original, admito; guardada en las estanterías, duerme el sueño de los justos. The Sandman, la novela gráfica de Neil Gaiman, publicada en 1989 e ilustrada por varios artistas como el co-creador Sam Kieth, Colleen Doran, Mike Dringenberg, Marc Hempel, Kelley Jones, Jill Thompson, Yoshitaka Amano y Michael Zulli, fue mi primer encuentro con este maestro de la fantasía británica, recomendado quién sabe por quién y en qué momento. Pero aunque dejé inconclusa la lectura, mi pasión por el autor apenas si comenzaba. Buenos presagios (1990), Neverwhere(1996), la fascinante American Gods (2001) y, por qué no, la maravilla de 1602 (2003) que publicó Marvel Comics, son algunas de la sorpresas con que me encontraría a lo largo de los años.

Su relación con el género fantástico es tan íntima y envolvente, tan única,  que lo convierte en una suerte de mago de las complejidades humanas, traducidas en aventuras alucinadas y alucinantes; un poeta de los sentimientos, siempre homenajeando a otros grandes de la literatura, y que tenga quizás como homónimos al inmenso Terry Pratchett y a la mágica Susanna Clarke , por el trato que dan a sus historias y protagonistas, por la gótica y a la vez luminosa prosa. Parece que este hombre jamás despertó de esos sueños que pueblan su obra y que, una y otra vez, reconocemos en cada proyecto que ha encarado.

Versionarlo a veces parece una quimera, como esas que deambulan por sus escritos y viñetas, no solo por la complejidad de la imaginería, sino que también por la traducción que se lleva a cabo de lo que uno ha construido al leerlas. No es fácil, porque es un bardo que adorna a sus cuentos con cuidado detalle. Como un Hieronymus Bosch o un Brueghel el Viejo, crea universos profundos que son tan importantes como sus protagonistas, vida y muerte en una sola faceta, en un basto tapiz de detalladas ilusiones.

American Gods (2017-2021) de Bryan Fuller y Michael Green, aún a pesar de cierto confuso desarrollo, supo ser una representación bastante fiel de la desbordante humanidad con que el autor dota a la fantasía, con esa inmensidad puesta en lo mínimo. Dioses caminado por la tierra, interfiriendo, involucrándose con una humanidad rota y sedienta de vastedad. Siempre únicas y extrañas esas deidades que, por oscuras que se plantearan, daban una lección al sobreviviente, aliento al acabado. Neil Gaiman frecuentemente dota a las sombras y al terror de razón y de espíritu, de finalidad, que no de simple final. Supo intentarlo esta adaptación, incluso serlo por momentos,  y después, nada; nos queda la esperanza de una segunda temporada de la hilarante Good Omens (2019) acompañado del espíritu de Pratchett.

Pero imaginar The Sandman, esa inmensa fantasía oscura moderna, poblada de arquetipos, ideas con cuerpo y nombres, que intenta una exploración del sueño y no del mero acto de soñar, es una locura, diremos por ser diplomáticos. Y aún así,  David S. Goyer, Allan Heinberg y el mismo Neil Gaiman construyen esta serie de diez episodios; y a veces, por momentos todo es puro deleite, y el resto del tiempo sugestivo, ambicioso. El primer episodio es dirigido por Mike Barker, director y productor de las series The Handmaid’s Tale, Fargo, y es de una belleza visual inusitada si se compara con las últimas producciones de Netflix, que parece estar fagocitándose a sí mismo últimamente, y con un comienzo de la aventura capaz de trazar sin rispidez lo que vendrá, lo que obtendremos.

Dream, Morpheus, Oneiros, Kai’ckul o como quieran llamarlo, es capturado por error en un oscuro ritual ejecutado por Roderick Burgess y pasa gran parte del siglo XX atrapado en una esfera de cristal, anhelando y pacientemente esperando su liberación y venganza. Para cuando lo hace, mucho de lo que fue su mundo ya no lo es, al igual que no lo son sus atributos mágicos, y es entonces cuando comienza su peregrinaje.

Cada episodio toma una entrega y la recrea, porque después de todo es una adaptación,  manteniendo e incluso ampliando el corazón de la obra. Las formas sin nombre por aquel 1989 son muy reales hoy, y los personajes con identidad pero sin genero o adjetivos que los calificaran entonces son ahora puestos en lugares fascinantes. Son los tiempos que corren, y si alguien dice «Woke» o «Inclusión forzada» pierde la oportunidad de reiniciar su familiaridad con ellos. El meollo del asunto, de una muerte negra, de disidencias y minorías nunca tuvo más sentido que aquí. El mismo Dream, interpretado por Tom Sturridge (The Hollow Crown, Velvet Buzzsaw) es transportado para, desde ese frío e incómodo lugar, dotar de identidad lo que siempre estuvo, aunque solo en sueños. Los personajes, desde el más temible de ellos al más amoroso de todos, forzados por la suerte del destino impuesto, rompen los estereotipos en más de una forma.

Sandman atrapa por su esencia y por una producción que ha confiado en el proyecto, lo que se evidencia en el acabado de sus efectos especiales y la fotografía de Will Baldy, Sam Heasman y George Steel. La dirección de los episodios que ha sabido mantener la continuidad, aunque el más cinematográfico de todos sea por siempre el primero, dirigido por Mike Barker. Es una suerte de ascenso, de lento pero no pausado salirse de las tinieblas, cualquiera sean las que cada uno perciba, porque hasta plantea de manera sostenida que los sueños son particulares en historia y visión.

Una y otra vez se vienen a mi memoria The Leftovers (2014-2017) de Damon Lindelof y The OA (2016-2019) de Brit Marling y Zal Batmanglij. Para los seguidores del autor, para quienes hayan seguido sus opiniones, él está ahí, los hilos en Sandman se ven en cada diálogo, en los cierres que dan a los personajes, en esas angustias que no dejan de ser liberadoras cuando trenza las escenas de acción. El bardo de los soliloquios shakesperianos, del misticismo de Chesterton, de lo alegórico de Blake: «Cierta vez un sueño tejió una sombra/sobre mi cama que un ángel protegía (…)».

Cr. Courtesy Of Netflix © 2022

Sé que este escrito puede sonar más a una defensa que a una review, y sinceramente no ha sido la intención, pues detallar sus errores es también ensalzar sus logros por comparación. Tal vez la calma, la falta de una exploración en el personaje y su batalla interna, el no darle a Dream algo más de tiempo para expresar su inmovilidad, su tradicionalismo y prepotencia ahora devastada, hace que su evolución a lo largo de los episodios sea menos consistente que la de los demás. Johanna Constantine (una fabulosa Jenna Coleman), David Thewlis y ese aterrador y patético John Dee, Roderick Burgess (Charles Dance) se transforman, cambian y son interesantes, capaces de generar empatía en el espectador.

A medida que transcurre, la serie parece rotar un poco hacia otro tipo de relato, más lineal y consistente con una serie de acción y aventuras, la magia se supedita al acontecer, la metáfora da paso a lo real y pedestre, aunque de la mejor forma. El cierre no desmerece, pero titubea, parece temeroso de aburrir con tanto verso yámbico y símbolo que construyó el inicio. Somos testigos de lo que sueña la humanidad, lo que sueñan quienes pueblan esos los sueños, como esa pesadilla irredenta que es el Corinthian, formado de horror ajeno, pero no de lo que colma a Morpheus.

Mencionaremos el seductor y poderoso Lucifer de Gwendoline Christie, a unos siempre bienvenidos John Cameron Mitchell y Stephen Fry; Ferdinand Kingsley y a ese inmortal Hob Gadling. El lector sabrá entender y el neófito disfrutar. Eso es Sandman, un poco de todo como en los sueños, pesadillas incluidas.


Título: The Sandman

Dirección: Jamie Childs, Andrés Baiz, Louise Hooper, Mairzee Almas, Mike Barker, Coralie Fargeat.

Guion: David S. Goyer, Allan Heinberg. Cómic: Neil Gaiman, Mike Dringenberg, Sam Kieth.

Reparto: Tom Sturridge, Gwendoline Christie, Sanjeev Bhaskar, Amid Chaudry, Charles Dance, Boyd Holbrook, Vivienne Acheampong, Kirby Howell-Baptiste, Mason Alexander Park, Donna Preston, Jenna Coleman, Niamh Walsh, Joely Richardson, David Thewlis, Kyo Ra, Stephen Fry, Razane Jammal, Sandra James-Young, Patton Oswalt.

Productora: Warner Bros. Television, Netflix, DC Comics, DC Entertainment, Phantom Four Films, The Blank Corporation. 

Distribuidora: Netflix.

Cuando cerramos los ojos y dormimos, otro mundo nos espera. Allí, en La Ensoñación, Sandman, el rey del sueño (Tom Sturridge), les da forma a nuestros miedos y fantasías más profundos. Pero, tras una captura inesperada, Sueño se ve privado de su libertad durante un siglo, y su ausencia pone en marcha una serie de sucesos que cambiarán para siempre el mundo de la vigilia y el de la ensoñación. Para restaurar el orden de las cosas y enmendar los errores que cometió durante su larga existencia, Sueño debe viajar por distintos planos y líneas de tiempo, y reencontrarse con viejos amigos y enemigos. Mientras busca cumplir su cometido, conocerá a nuevas entidades, tanto cósmicas como humanas.

Acerca de Marco Guillén 4338 Articles
Aguanto los trapos a Jordi Savall. Leo ciencia ficción hasta durmiendo y sé que la fantasía es un camino de ida del que ya no tengo retorno.

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