
Una divertida película de otro tiempo, con una aventura que reaviva la llama de una hermosa como maltratada profesión, y con la posibilidad de que dos periodistas cambien la historia del fútbol argentino.
Por nahuutwm
Último recurso de Matías Szulanski comienza con esta premisa: una misteriosa grabación llega a la redacción de una moribunda revista de noticias deportivas. Está revela que el primer mundial de fútbol fue en 1926 y lo ganó Argentina. ¿Por qué fue borrado de la historia este mundial? Una reportera y una pasante intentarán descubrir si esto es verdad o un chiste rebuscado.
En primer lugar, es interesante como plantea el trabajo periodístico. La iniciativa, creatividad e instinto por esa aventura que implica reconstruir los retazos de una historia olvidada como lo es un posible mundial de 1926, donde Argentina —en teoría— salió campeón del mundo. A su vez, como esto condice con la llegada de Julia (Tamara Leschner) una nueva pasante a la redacción, casi a la par que esta posible primicia. Dos factores que cambia los ánimos de Laura (María Villar) quién, agotada por la rutina y el presente sombrío de la revista, pasa sus tardes entre el hastío y la depresión.
Esta relación, que comienza como una revitalización de la vida de Laura, rápidamente se convierte en una de dominación y abuso laboral. Una de la cual Julia solo logra quejarse tímidamente sin conseguir mayores resultados que las constantes evasivas de su jefa. Sin embargo, está rápidamente muta a un aspecto más lúdico: las constantes peleas y juegos de manos se asemejan más a una relación madre e hija que otra cosa.
En estos juegos, se exterioriza ese aspecto lúdico del rubro periodístico, propia de otra época en la que la épica también formaba parte del trabajo. Este hecho de que se encuentren ante algo que reaviva esa llama de pasión por una profesión actualmente tan azotada por la inmediatez, las redes sociales y la tecnología, que al mismo que simplifico mucho el trabajo, también la volvió monótono y rutinario.
En este aspecto es para destacar las grandes actuaciones de Leschner y Villar, que sostienen sobre sus hombros todo el peso de la película. La química entre ellas desborda y es imposible que no te rías por decantación con algunas de sus monerías. Una comedia en la que cuesta entrar, pero que una vez aceptado y entendida la propuesta no podés parar de reír.
Retomando el juego periodístico, hay una interesante mirada y crítica hacia la preservación de nuestra cultura nacional. Representado en esos datos de este aparente mundial de 1926 que son inaccesibles o se encuentran perdidos. Esto, debido a las precarias condiciones de conservación de la historia del fútbol en las primeras décadas del siglo XX. Archivos que solo perduran como recuerdos en la memoria de aquellos que fueron testigos visuales de dichos eventos y que, además, se encuentran a punto de morir. No es casual la cita a las películas perdidas de Salo Finks, para hacerlo más evidente, y mucho menos a los archivos que figuran como disponibles en la biblioteca nacional, pero que, a la hora de pedirlos, no se encuentran, o al menos no en su totalidad. Algo que parece no importarle demasiado a nadie.
El juego periodístico va dando lugar a diferentes personajes excéntricos y a una, cada vez más intrincada conspiración sobre dicho mundial que parece dar vueltas en círculos sin conseguir los resultados esperados. La tensión, los chistes y la relación entre el duo protagónico aumenta cada vez más hasta desahogarse en los actos más absurdos y desopilantes. Sin embargo, aunque el desgaste y la rutina parecen volver a sus vidas, en una especia de retorno a aquella primera secuencia, ellas no son las mismas. La pasión se volvió a encender en dos periodistas, que comenzaron el relato, rodeadas de una anomia desbordante y que hacia el final ganaran mucho más que una simple noticia.
La pasión encendida en ellas es tanta (y tan inusual) que, aún luego de la resolución (o no, tendrán que ver la película) del conflicto, esta llama no se extingue del todo, como señalan ese último diálogo, esa subjetiva fugaz y esas miradas finales.
Con todo esto dicho, y aunque algunas situaciones cómicas aligeren el ritmo (a mí particularmente me puede mucho este tipo de comedia, lo cual mejoró mi experiencia), también es cierto que se vuelve demasiado densa por tramos y no es particularmente ingeniosa visualmente, por momentos decididamente se ve fea y con una nula corrección de color. Pero el que hayan hecho una película sobre la posibilidad de reconectar con la pasión y la épica periodística en un contexto tan desalentador para aquellos que la ejercemos, es un pequeño mimo al corazón.
Por último, CON SPOILER DEL FINAL INCLUIDO, no quería dejar de destacar que podría caer fácilmente en la espectacularidad o idealización de lo que puede ser el periodismo, dejándose llevar por esa llama pasional y haciendo ver como ese pequeño diario/revista que consiguió lo imposible. Algo más propio del cine de Hollywood. Sin embargo, elige la realidad agridulce argentina: por más pasión que haya, por más datos que intentes recolectar, cuando los recursos son escasos, se vuelve realmente difícil, por no decir imposible.
PUNTAJE: 7/10
*En el momento que sale esta nota, todavía queda una función de Último Recurso disponible para ver en el BAFICI (Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente): el sábado 29 de abril a las 19:20 hs, en el Cine Gaumont (INCAA) Sala 1 – Leonardo Favio.
Además, luego de su proyección, también estará disponible, por unos días, en la edición online del festival, al cual puede accederse mediante la página de Vivamos Cultura.
Título: Último recurso
Dirección: Matías Szulanski
Guion: Maximiliano Rodríguez.
Historia: Juan Mazzoleni
Reparto: María Villar, Tamara Leschner, Germán Baudino, Horacio Marasi, Isabel Ishikawa.
Un paquete misterioso llega a la oficina de una prestigiosa revista deportiva que sugiere que la primera Copa Mundial de Fútbol tuvo lugar en 1926 pero fue borrada de la historia.
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