
A medida que la fría relación entre Alex y el príncipe Henry comienza a entibiarse inesperadamente en una amistad tentativa, la fricción que existía entre ellos genera algo más profundo de lo que esperaban en “Rojo, blanco y sangre azul”.
Por @mauvais1
Puede que me gane el cinismo; no se llega a estas alturas sin haber reunido un tanto para sobrevivir las historias de amor deliciosamente rosas, las rom-com al uso que poco se esfuerzanpor el conflicto, más bien por el paseo ameno de una historia que debe sin lugar a dudas ser feliz.
Y a su vez, aunque no he tenido la oportunidad de leer la novela Rojo, blanco y sangre azul de Casey McQuiston, tengo que admitir que una historia de amor dorada de dos jóvenes adultos queer me intrigó lo suficiente para intentarlo. Realeza y celebrities en medio de una historia que debe ser secreta. Razones suficientes tienen los protagonistas: uno es el príncipe Henry (Nicholas Galitzine), en la línea de sucesión de Reino Unido, y el otro es Alex Claremont-Diaz (Taylor Zakhar Perez), hijo de Ellen Claremont (Uma Thurman), la primera mujer presidente de los Estados Unidos que está en medio de la campaña por la reelección.
De rivales a amigos y una historia de amor que se dibuja sin fisuras en largas charlas telefónicas y correos electrónicos, un despertar para uno y la consolidación de su naturaleza para el otro. La narración es tan fresca como divertida, y sustentada por los elementos clásicos del género. Es sin lugar a dudas una historia de amor adolescente más allá de las edades de sus protagonistas, donde por momentos es algo incomoda y los conflictos bastante simples, por no decir insustanciales.
El problema quizás es justamente ese, que el conflicto de una historia de amor construida con delicadeza y funcionabilidad no enfrenta un obstáculo digno de su intensidad. Matthew Lopez y Ted Malawer narran la epopeya desde la perspectiva de Alex, el hijo de la presidenta estadounidense, sociedad que suponen desde el inicio menos encorsetada y liberal, con un núcleo familiar capaz de acompañar y mejor aún participar de su historia. Y olvidan la del príncipe Henry, algo más interesante puesto que pertenece a la familia real británica y es donde las formas, suponen y ciertamente se cree, son mucho más acartonadas y anticuadas.
En la experiencia cotidiana tenemos ejemplos claros de sus vicios y costumbres; todos recordamos a Eduardo VIII y su abdicación al trono por el amor de la divorciada Wallis Simpson, la trágica vida de Lady Di… Y si hablamos de historias Queer en particular, las hay y son variadas: Ivar Mountbatten, quien se casó con James Coyle en 2018; o el tío de la difunta reina Isabel II, Jorge, duque de Kent y su por décadas historia de amor con el actor y dramaturgo Noël Coward -o eso se cuenta-. Sitio además en la que se elaboraron complejas estrategias para ocultar, ignorar, y por qué no, subestimar.
Es donde realmente la historia podría haberse construido de manera interesante. Que sea upper class y los viajes a través de continentes sin dificultad alguna, que desayunen en Londres y cenen en Paris a través de postales Instagrameras y las escenas románticas no superen los segundos de un Tik Tok es señal de los tiempos que vivimos, pero crea una burbuja que distancia al espectador promedio. Se nos viene a la cabeza la serie de Netflix Heartstopper cuando tenemos en consideración las producciones para sentirse bien, o “feel good”, como las cataloga EE.UU., porque hay mucho de eso en su drama cotidiano de pequeños desencuentros como la afirmación y empoderamiento personal. Rojo, blanco y sangre azul tiene la misma intención, pero la casi insustancialidad del conflicto, en dos adultos jóvenes, no provoca la misma sonrisa.
No es una mala película, no es una conflictiva y oscura “salida del closet”, donde la muerte presagie castigos a pecados, como tanto se retrató a el colectivo LGTBIQ+ en general en la pantalla. Pero tampoco es una dramedia de superación y empoderamiento, o una comedia romántica de enredos y malentendidos, es algo que no llego a calificar, que no arrastra un pensamiento. Es tierna, amena y solicita, son bellos y ricos, aristócratas democráticos y monárquicos por igual, es amor apenas conflictuado. De una u otra manera la pasarán bien y sonreirán por un rato hasta la siguiente rom-com de streaming por estrenarse.
Título: Rojo, blanco y sangre azul
Título original: Red White & Royal Blue
Año: 2023.
Dirección: Matthew Lopez.
Guion: Matthew Lopez, Ted Malawer. Novela: Casey McQuiston.
Reparto: Taylor Zakhar Perez, Nicholas Galitzine, Uma Thurman, Sarah Shahi, Clifton Collins Jr., Stephen Fry, Ellie Bamber, Rachel Hilson, Thomas Flynn, Sharon D. Clarke, Polo Morin, Aneesh Sheth, Malcolm Atobrah, Akshay Khanna, Michael Bendixen-Cole.
Compañías: Amazon Studios, Berlanti Productions.
Distribuidora: Prime Video.
Alex Claremont-Diaz, el hijo de la presidenta de los Estados Unidos y el príncipe Enrique de Gran Bretaña tienen mucho en común: una apariencia deslumbrante, un carisma innegable, popularidad internacional… y un desprecio total del uno por el otro. Separados por un océano, su enemistad de largo tiempo realmente no ha sido un problema, hasta que un altercado desastroso, y muy público, en un evento de la realeza, se convierte en material sensacionalista, abriendo una brecha potencial en las relaciones entre Estados Unidos y Gran Bretaña en el peor momento posible.
Al entrar en modo de control de daños, sus familias y cuidadores obligan a los dos rivales a llevar a cabo una “tregua” escenificada. Pero a medida que la fría relación entre Alex y Henry comienza a derretirse inesperadamente en una amistad tentativa, la fricción que existía entre ellos genera algo más profundo de lo que esperaban.
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