
El 1 de septiembre regresa a la pantalla de Prime Video la saga fantástica “La Rueda del Tiempo” basada en el clásico de Robert Jordan, y habiendo visto los primeros episodios, les dejamos algunos apuntes de lo que nos pareció.
Por @mauvais1
Puede entenderse que los lectores del clásico del género, The Wheel of Time de Robert Jordan (con intervención de Brandon Sanderson hacia el final), no tengan la mar de expectativas en esta segunda temporada. Las libertades creativas sobre tramas y personajes fueron y son bastantes, tengo entendido. Pero aquí no estamos para discutir ese tema en particular, pues las adaptaciones son y serán un debate que merece su espacio propio.
Lo que sí estamos dispuestos a conversar es el trato que la propia historia da a sus personajes y desarrollo. La serie tiene la clara intención de tomarse en serio, de ser una oscura y violenta re-imaginación donde la miserabilidad es tan apabullante como la tenebrosidad que a todos consume. Como espectador uno termina agobiado preguntándose a dónde irán a parar estas criaturas con tanto acerbo penumbroso.
De más está decir que solo hemos visto los tres primeros episodios de esta nueva temporada (son ocho en total), pero es algo que percibimos en la anterior entrega y que aquí no hace más que ahondarse. No es que sea absolutamente necesario el humor circunstancial, menos el chascarrillo superficial que puede sacar de su disposición al espectador, que termine siendo procrastinación. Pero se nota cómo por momentos casi borda el melodrama. No tiene esos pequeños momentos de descanso para procesar toda la información que uno está consumiendo para que de perspectiva y distancie lo suficiente, para que se mente el asunto y se debatan las posibilidades.
Todos están en sus propias cruzadas. Cada uno de los personajes protagonistas, por separado, buscan sus reconstrucciones tras los eventos cataclísmicos que cambiaron sus vidas. El Oscuro, de hecho, poco ha intervenido y ya todos están de cabeza con sus cuitas. Moiraine y Rand al’Thor, por obvias razones, son los más castigados (Aunque Nynaeve y Egwene o Perrin no se quedan atrás). Pero todos están en sus particulares historias abriendo el universo de La Rueda del Tiempo en nuevas locaciones, personajes.
“Para las Tierras Fértiles, la victoria era un sueño difícil. Las criaturas estaban extenuadas de dolor. Y ya muchos deseaban descansar, sin entender que no hay reposo en el sueño de los humillados”. ― Liliana Bodoc, “Los días del fuego”.
Cuando Frodo decide ser el portador del anillo en El Señor de los Anillos, comienza a narrarse no solo una epopeya de héroes al uso del género, sino también un drama introspectivo donde él descenderá al mismo infierno a lo largo de su periplo emocional a causa de la corrupción del anillo único. No solo eso, ya que también aprenderá que no todo es bondad y maldad, el blanco y negro que tanto se menta, todo es relativo. Las consecuencias de los actos pueden modificar vidas enteras, muchas. Y uno debe tener la sabiduría de decidir no lo que es mejor, sino lo conveniente al momento. Porque lo conveniente también es un camino para un bien mayor si se lo transita con sensatez. Luego vendrá el camino de vuelta a la luz que traerá a esa inocencia primaria una cantidad inmensa de sabiduría, aprendida en el dolor. Todo esto se muestra en las películas de manera sutil; al comienzo con pequeños gestos, apenas atisbos que darán pie a acciones, giros dramáticos que no sorprenden porque ya se intuyen, pero a la vez y al sospecharlos crean en el espectador el desasosiego de ver caer al héroe, lo implica.
Rand debió ser esa criatura, sus compañeros también. La misma Moiraine, a su manera, tendría que transitar la modificación de estructuras de creencias en las que basan sus existencias. Sus ideas preconcebidas sobre el Dragón Renacido, sobre lo que traería al mundo. La liberación del Oscuro, la naturaleza de sus poderes y sus consecuencias. El final de los tiempos augurados es el prólogo de la reconvención espiritual de los personajes. Sus certidumbres deben de a poco y en el camino ser redefinidos. Los tropiezos deben ser emocionales, acciones que los empujan a decisiones que los redefinen.
En esta serie ideada por Rafe Judkins se perciben esas ideas, se cuelan en las tramas, pero sin sutilezas, se vuelcan los hitos sobre ellos con fuerza rabiosa. Son apaleados por sus contradicciones y sometidos a todo tipo de trauma sin esperar a ver qué tanto calan en ellos. No hay transiciones anímicas, más bien nuevas perspectivas adheridas a sus cuerpos en cicatrices visuales. Y es algo que una aventura fantástica, ya sea alta fantasía o espadas y brujería ha probado. Muchos conocerán a Elric de Melniboné de Michael Moorcock, o por qué no al afamado Túrin Turambar de JRR Tolkien, esos héroes malditos siempre perseguidos por la hamartia que destrozan todo a su paso. Y aun así hay un proceso que de a poco define para el lector o espectador al protagonista y lo expone desde una emocionalidad que lo acerca y uno puede quizás no identificarse, pero sí tenerle compasión u odio, ¿por qué no? Seduce también el antihéroe y el villano.
Además, que esto les suceda a todos (aunque con diferentes situaciones, pero sombrías por igual) crea una pareja oscuridad que enerva. Y ahí está, es justamente eso. La pesadumbre que todo lo puebla, la idea de derrota eterna, de caída sin añorar algo luminoso anterior porque ya entran rotos en el juego y no hay un como decimos, Samsagaz Gamyi, pueda equilibrar la balanza.
“Estamos aquí conociendo lo que vendrá. Porque cuando la esperanza no es posible, es posible la honra”. ― Liliana Bodoc, “Los días del venado”.
He utilizado a la formidable Liliana Bodoc y La saga de Los Confines como subtítulos de mi texto porque es una autora que supo narrar la violencia y la oscuridad sin perder el horizonte de una historia capaz de sostener la esperanza. Insuflar al lector de la maravilla que es también la oscuridad y la muerte, cómo sus protagonistas no la conquistan si no que más bien comienzan a adivinar que es abrazándola como se la comprende. Hay belleza en la tenebrosidad, ilusión en el trasfondo que da perspectiva al horror y crea expectativa, ayuda al espectador a transitar las miserabilidades de los personajes. Porque el espanto también tiene su encanto.
De hecho, es por eso que esto es una opinión, algo mucho más personal que una review donde se adviertan los aspectos técnicos o las ya obvias excelentes performances de Rosamund Pike, Kate Fleetwood, Álvaro Morte, Fares Fares y Sophie Okonedo. Porque he sentido la desolación desesperanzadora en estos episodios, una inimaginable perspectiva de solo horror y locura. Habrá quienes disfruten de esto, hay historias maravillosas así, de solo un descenso escabroso, pero en una saga fantástica espero más, ansío que la brutalidad de la guerra, la crueldad de soportar un poder superior a la voluntad y la truculencia de los pasillos palaciegos tengan un reverso que me mantenga ilusionado, atento al cambio o tal vez que me conmueva la belleza de la tristeza y el horror.
De más está decir que cada uno tendrá en esta segunda temporada de La rueda del tiempo su propia experiencia; su goce o angustia o quizás solo indiferencia. A mí me ha causado solo eso, una fatigosa desilusión.
Título: La Rueda del Tiempo (The Wheel of Time – 2021/2023)
Dirección: Rafe Judkins (Creador), Thomas Napper, Sanaa Hamri.
Guion: Rafe Judkins, Rammy Park, Katherine B. McKenna.
Reparto: Rosamund Pike, Kae Alexander, Naana Agyei Ampadu, Hammed Animashaun, Pasha Bocarie, Priyanka Bose, Lolita Chakrabarti, Darren Clarke, Maria Doyle Kennedy, Kate Fleetwood, Peter Franzén, Jennifer Cheon, Stuart Graham.
Compañías: Sony Pictures Television, Amazon Studios, Little Island Productions, Radar Pictures, Red Eagle Entertainment.
Productor: Brandon Sanderson.
Distribuidora: Amazon Prime Video.
Ambientada en un extenso y épico mundo en el que existe la magia y únicamente algunas mujeres pueden acceder a ella, la historia sigue a Moiraine, miembro de una organización femenina increíblemente poderosa llamada ‘Aes Sedai’, cuando llega a la pequeña ciudad de Two Rivers. Allí se embarca en un peligroso viaje por todo el mundo con cinco jóvenes, uno de los cuales ha sido profetizado como “el dragón renacido”, que salvará o destruirá a la humanidad.
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