[REVIEW] Los Asesinos de la Luna

Llega a los cines la nueva epopeya del prolífico Martin Scorsese, en la que supone su sexta colaboración con Leonardo DiCaprio, así como la décima colaboración con Robert De Niro.

Por @antigonapelis

En Osage, 1920, se lleva a cabo silenciosamente la desaparición y matanza de nativos americanos poseedores de grandes riquezas gracias a la explotación petrolera en esas tierras. Los crímenes cada vez son más, pero parecen no preocupar a las autoridades locales.

Ernes Burkhart (Leonardo Di Caprio) llega al pueblo como veterano y se encuentra con su tío William (Robert De Niro), a quién le confiesa que su rol en la guerra estuvo más ligado a la cocina que al rifle. Así se presenta él, quién trabajará como chofer hasta que conoce a Mollie. Una de las hermanas de un matriarcado, herederas de grandes riquezas que les dio la explotación del suelo petrolero sobre el que tienen los derechos.

En las calles del pueblo, caóticas, conviven en aparente paz tanto los “pieles rojas” como los hombres blancos. Donde hay caballos también hay autos y en esta dinámica vive Osage, el pueblo “en transformación”.

Pacto de caballeros

Los crímenes en Osage comienzan a hacerse costumbre. Casos aislados pasan a ser un número más y las sospechas que se levantan comienzan a formar hipótesis entre los nativos, aunque estas cuestiones no son de interés general en el pueblo. Claro, las autoridades locales, la policía, las aseguradoras, el alcalde y todo integrante del aparato burocrático en Osage se componen por hombres blancos (pese a que los dueños originarios de esas tierras eran los nativos que ahora tienen que organizarse para llorar a sus muertos). 

Tales son los crímenes que el director elige para sostener esta parte del relato, una secuencia de montaje, donde los cuerpos gélidos se van sucediendo uno tras otro, dificultando percibir quién comete los asesinatos. 

Estas matanzas forman parte un genocidio silencioso: teniendo el poderío del Estado y el apoyo cívico sería más facil acabar con los “rojos” para poder quedarse no solo con su dinero, sino con sus tierras poseedoras de oro negro. 

Así de bien está orquestada esta organización alternativa ilegal que cada parte del engranaje conoce perfectamente cuál es su función. Estos actores también conocen sus limitaciones y su techo, así que si una pieza se mueve o se rompe puede poner en riesgo su funcionalidad delictiva. Al fin y al cabo siempre hay que responder al cabecilla, y lo importante es no ser el peón en esta jerarquía de facto.

William Hale (Robert De Niro) es un caballero. Educado, respetuoso, afectuoso con hombres y mujeres pero además querido y respetado por todos los nativos que encuentran en él confianza y respaldo. 

Tan sutil es el artificio de explotación y abuso que él comanda que logra pasar desapercibido. Ensuciarse las manos de sangre y matar a mansalva es cosa de los salvajes. Hale se ocupó de aprender la lengua, constantemente realiza donaciones y se mantiene al tanto de los problemas que aquejan a los nativos. 

En un rol, casi parental, se asegura de tener el control y la soberanía real sobre el territorio y la actividad comercial. Eso sí, respetuosa y “civilizadamente”.

Lo que el viento se llevó 

Una de las mentes más prolíficas del cine norteamericano decide adaptar una novela que expone el racismo y la explotación de los propios para con los nativos. Contexto: el cine, si no la industria más normada bajo la perorata de la corrección política. Estados Unidos, una naciòn con un discurso totalmente polarizado. El racismo más salvaje, y el mandato de la empatía que por exceso termina anulando a aquél con el que se tiene que empatizar. 

Cuántas demandas que propone el bienpensante, civilizado y el ya-aprendí-de-mis-errores-así-que-me-los-puedo-olvidar: Hollywood. Qué suerte, qué alivio que el dispositivo haga hincapié en la historia, en sus formas, en mantener una cadencia y solidez en vez de elaborar una lectura totalmente digerida para el espectador. No es novedad, una maravillosa ejecución del artificio en manos de este director.

Martin Scorsese elige contar esta historia desde la perspectiva del verdugo. No es bajo el prisma del inocente por el cual se conocen las atrocidades, las mentiras y también las pequeñas picardías. Es esta decisión tan fundamental para conocer de primera mano los crímenes que bajo otra dirección podría ser sucia, abyecta. Pero por el contrario, y sin ser moralizante, encontramos los grises y los matices que diferencian a los hombres buenos de los impíos. El diablo siempre está en los detalles.

Es el camino que ya varias veces ha recorrido Marty: un hombre mediocre con un poco de suerte y mucha ambición cada vez más tentado por el pecado se arrastra a su propia ruina.

Este largo relato biográfico como en Casino (1995), Toro Salvaje (1980), El Irlandés (2019) o El Lobo de Wall Street (2013), ocupa el período de cambios y transformación en la vida del protagonista. Pero en Los Asesinos de la Luna la avaricia del personaje principal resulta en consecuencias tajantes para el tejido social.

Nuestro amo juega al esclavo 

Osage es por un tiempo un pueblo que conserva bien las apariencias. Hale es querido y respetado, pero quizás porque de esa forma y solo bajo esas condiciones los nativos pueden seguir accediendo a sus derechos y a sus propias riquezas. Porque al estar en contacto con sus oprimidos, el opresor puede ver más de cerca sus debilidades y conocerlos mejor, mirar a los ojos a sus hijos y comer en sus casas. 

En el fondo los colonos no solo creen que no son iguales a los “indios”, sino que lo saben y la convivencia pacífica es un montaje que permite llevar a cabo de manera sigilosa y sin posibilidad de rebelión el exterminio de ese diferente que posee lo que no merece. 

Este recorte, que mantiene cautivo al espectador funciona perfecto durante sus tres horas y veintiseis minutos, en donde no sobra un plano para poder entender el trabajo fino de un genocidio en el que los orquestadores no se ensuciaron las manos. En momentos en donde las imágenes de terror explícito circulan como moneda corriente, vale la pena considerar que no necesariamente saca ventaja el que pega más fuerte. Sino que nuestro exterminador puede conservar las buenas formas, ser respetuoso y también ser el más civilizado.

Sin hacer solo foco en la estafa, los crímenes y los robos, el relato profundiza en las distintas percepciones que cada uno tiene sobre las virtudes humanas. ¿Qué es el creer y el sembrar confianza? ¿Qué prima más que la riqueza? ¿Cuál es el valor de la familia y la verdadera unión? ¿Cómo los hermanos soberanos pueden mantenerse unidos sin ser mediados por el dinero, la codicia y el interés material? ¿Cuáles son las cosas que no se pueden traicionar? 

Todas estas cuestiones se evidencian y habilitan a una pregunta mayor: ¿Quién es el que necesita ser civilizado? 

El cuento no tiene moraleja. Las historias de crímenes están de moda en formato de docuserie, video de YouTube o podcast y Scorsese las vuelve un cuento contado por sus propios protagonistas. Con actuaciones prolíficas, decisiones formales que encajan simétricamente en cada parte del engranaje y la naturaleza que concatena cada evento, probablemente estemos ante la mejor película del 2023 y una de las obras mejor consolidadas del director.

PUNTAJE: 10/10


Título: Los Asesinos de la Luna

Título original: Killers of the Flower Moon

Año: 2023.

Duración: 206 min.

País: Estados Unidos.

Dirección: Martin Scorsese.

Guion: Eric Roth, Martin Scorsese. Libro: David Grann.

Música: Robbie Robertson.

Fotografía: Rodrigo Prieto.

Producción: Appian Way Productions, Apple TV+, Imperative Entertainment, Sikelia Productions, Apple Studios.

Distribución: Paramount Pictures, Apple TV+.

A principios del siglo XX, el petróleo le dio una fortuna a la Nación Osage, que de la noche a la mañana se convirtieron en unas de las personas más ricas del mundo. La riqueza de estos nativos americanos atrajo inmediatamente a intrusos blancos, que manipularon, extorsionaron y robaron todo el dinero de los Osage que pudieron antes de recurrir al asesinato.

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