La que encaramos hoy es una rara cinta ciberpunk que intenta una extraña amalgama entre los androides sexuales y los solitarios de las grandes metrópolis, una travesía tan interesante como bizarra.

Por @mauvais1

Shozin Fukui tiene su historia, aunque corta, en el cine de experimentación, con unas interesantísimas historias, como Gerorisuto de 1986, en la que la cámara sigue una mujer poseída en un viaje en metro por Tokio o Rubber’s Lover (1996) sobre experimentaciones en seres humanos para la investigación sobre las fuerzas primarias. Unas locuras que dejan entrever una satirización de la sociedad y los resultados que han dado tanta civilización de las masas.

√964 Pinocchio (1991)

964 Pinocchio es la pesadilla de un androide sexual cibernético que se ha perdido en el mundo, sin ninguna memoria ni recuerdo. Vagando por Japón, Pinocchio encuentra a Kyoko, otra amnésica con un horrible secreto acerca de su pérdida de memoria. Juntos tratarán de reconstruir las piezas de su vida y vivir en un mundo donde ya no es necesaria la memoria. Mientras tanto, el siniestro creador y dueño de Pinocchio trata de buscar desesperadamente a su prototipo perdido, antes de que el mundo le encuentre a él.

Una historia que, tal vez no en sus formas estéticas, se asemeja a mucho del cine de ciencia ficción que hemos visto, pero es la aproximación que hace a ella lo que nos atrapa o repele de igual manera al visionar esta rareza del cine japones. Entre un espasmódico androide blanquecino, una criatura expresiva como personaje del teatro kabuki, con una severa disfuncionalidad sexual que lo hace inútil, de ahí que lo desechen, y esa joven, también sin recuerdos; que se transforma en su obsesión recorremos un mundo alienante y plagado de sexo, escatología y ensayo de critica que nos deja atónitos y a la vez fascinados con la búsqueda que este ser desmemoriado hace de si mismo dibujando mapas de una ciudad repleta de ausentes.