[REVIEW] Hace mucho que no duermo

Una manada de corredores luchan entre sí alrededor de Buenos Aires. La mochila es el objeto de deseo en una ciudad terrenal y mística.

Por @living_like_john_wayne

Hace mucho que no duermo cuenta la historia de un insomne que ve pasar los días en un rutinario trabajo de oficina. Un buen día después de un pasamanos (aparentemente mágico) entre varias personas una mochila cae por error en las suyas. El contenido de la mochila es un enigma.

La película puede tener varias lecturas de corte literario o metafórico. Pero su gancho es el paseo por Buenos Aires, si hay alguien que no conozca la ciudad tan solo vea Hace mucho que no duermo: se recorre desde zona oeste hasta La Boca (de pe a pa como quien dice).

Que Hace mucho que no duermo no sea una pasión de multitudes no se debe solo a la acotada salida en salas de cine sino también al público al que apunta, una suerte de indie argento. Podría catalogarse como un género en sí.

Este subgénero propone jugar con las reglas propias del cine clásico y suele escapar al modelo de representación institucional (MRI), o sea el lenguaje que maneja es propio del cine fantástico pero no como tal, sino más bien como una película del absurdo. La importancia del macguffin (propuesto por Alfred Hitchcock) logra que los personajes pasen a un segundo plano pero eso no deriva en un interés menor, al contrario, es un elemento narrativo que enriquece la trama.

Cabe el paralelismo con algunas películas de corte infantil por la narrativa al estilo «había una vez…» por sus escenas perpetradas con frases literarias: anacronismo y romanticismo en partes iguales. El oficinista insomne se juega entre la rauda cotidianeidad y la aventura de lo desconocido. Más aún, entre la realidad y el imposible o entre lo terrenal y lo místico.

El largometraje dirigido por Agustín Godoy tomó más de 4 años de realización, con cortes previos a este estreno por la pandemia, más de 40 días de rodaje y locaciones varias alrededor de CABA. Al ser una coproducción entre Argentina y Colombia tiene ciertos matices, como algunos pasajes propios del imaginario caribeño. En el rubro actoral sobresalen: la interpretación espontánea de un peluquero que devino en actor («finalmente terminó haciéndolo muy bien» palabras del director Godoy), la protagónica Agustina Rudi y una acertada, como siempre, Ailín Salas.

Hay muchas variantes que pueden notar o denostar, aciertos y desaciertos, muchos de ellos serán subjetivos, como en su momento pasó con la nouvelle vague o la corriente del nuevo cine extremo francés; cine que no llega en el momento del boom. No es de mi incumbencia decir si ese lugar rupturista es ocupado por el film, sí el de reconocer que el cine es un arte con lenguaje propio y en ese campo Hace mucho que no duermo tiene mucho por decir, no será la primera vez que veas un film como este, tampoco la última pero da gusto que aún haya cine no apto solo para pochocleros.

PUNTAJE: 7/10


Título: Hace mucho que no duermo (2022)

Guion y Dirección: Agustín Godoy

Reparto: Agustin Gagliardi, Agustina Rudi, Aliín Salas, Marcelo Pozzi, Mateo Perez, Julia Catalá, Julian Larquier Tellarini, William Prociuk, Carla Di Grazia

Compañías: Gentil Cine, Gong Cine

Como siguiendo un trazado codificado, una mochila pasa de mano en mano entre runners, pasajeros de colectivos, motoqueros y automovilistas, hasta finalmente caer por error en las desatentas manos de un insomne, un hombre gris que parece fuera de todo tiempo y lugar, y que sin saber bien por qué decide escapar con el botín. Cargada con el absurdo de los sueños, la película nos lleva a un universo extraño, donde el amor se comunica solo con rimas y el destino parece marcado por una combinación de cartas de tarot, cuarzos y páginas de la Guía T. Del mismo modo en que el insomne encuentra en la mochila un vehículo para sostener su vigilia y una razón para creer, la película nos empuja a las corridas por una Ciudad de Buenos Aires interminable e icónica, donde las torpes persecuciones e intrigas son la excusa perfecta para mantenernos aferrados a una narración infinita.

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