78/52: Un documental sobre la escena que cambió la historia del cine

“Mi amor por el cine es más importante para mí que cualquier moral”
Alfred Hitchcock

Por @GiuCappiello

A 58 años de su estreno, la película “Psycho” (1960) del inigualable Alfred Hitchcock, aún es objeto de análisis y admiración tanto para fanáticos como para profesionales del arte cinematográfico. En este caso Netflix nos trae “78/52”, un documental donde directores, guionistas y actores de renombre se disponen a analizar uno de los momentos más famosos en la historia del cine: la escena de la ducha.

“Psycho” es considerada un clásico, se trata de una de esas película que uno se entusiasma en recomendar si la casualidad te encuentra frente a una persona que aún no la vio – ¿Quién no desearía ver por primera vez (de nuevo) ese primer cuarto de film donde todo es tensión y sorpresa?– es por esta razón que durante una hora y media  de documental podemos jugar a “ver de nuevo” esta película desde una postura mucho más crítica y analítica, pasando por una serie de maravillosos detalles, algunos de los cuales desplegaremos a continuación.

El documental comienza haciendo un análisis de una de las aristas dentro del fenómeno que hace que aún hoy estemos hablando del tema: “Psycho” llega en 1960 y hace una mutación absoluta del concepto de “terror” que primaba en aquel tiempo, se trataba de una época en la que el miedo radicaba en tramas donde errores científicos daban como resultado bestias temibles o personajes que rozaban lo fantástico; eran sus bizarros aspectos junto con el desconocimiento de sus intenciones los suficientes motivos  para sentir temor.

Primera parte: El espectador subjetivo

Hitchcock cambió el asunto: de repente y sin aviso previo el ser más temible podía ser una enferma anciana que vive en lo alto de una colina o tal vez un introvertido pero servicial conserje de hotel. Aunque no se trató sólo de eso, sino que en “Psycho” el terror llega para desplegarse en una situación de lo más cotidiana, ya no se trata de la víctima inmersa en una situación de peligro sino el peligro irrumpiendo en la vida del indefenso personaje. ¿Podemos confiar en la gentileza de un extraño? ¿Podemos estar seguros en las duchas de nuestras casas?

Estas preguntas que se formulan de manera silenciosa pero que desbordan de cinismo, pueden verse materializadas ya desde lo que fue el avance promocional de “Psycho”: para quienes no lo conocen, el director fue innovador hasta en este sentido y lejos de mostrarnos pequeños fragmentos del film como es común ver hoy en día, elige hacernos un recorrido por el aparentemente tranquilo hotel que a partir de los hechos sucedidos se lo conoce como “la escena del crimen”.

Seis minutos casi tan atrapantes como la película misma, donde Hitchcock muestra porqué es el maestro del suspenso, pero también este tráiler introduce a la verdadera protagonista del film, esa actriz que es perfectamente captada y puesta en primer plano en el documental: la mirada. Ésta se instala conceptualmente a lo largo de toda la película y es en “78/52” donde se realiza un minucioso y exquisito análisis de cómo el espectador se convierte en un fanático voyeurista aún sin haber aceptado de manera consciente este rol.

La miradacomo concepto– está desde el comienzo de la película cuando entramos “espiando” por la ventada del hotel donde Marion y Sam acaban de tener relaciones. Vuelve a estar presente en ese maravilloso viaje por la carretera donde la protagonista es víctima de su propia conciencia de culpa y el agua que cae sobre el parabrisas junto con las luces de los demás autos, hacen que sus ojos se encandilen y no pueda ver el camino con claridad. También está en el cuadro que Norman quita de la pared para espiar a nuestra protagonista antes de entrar a la ducha. De hecho, es muy interesante como en este caso la mirada no sólo se presenta por el espiar mismo, sino que el documental nos propone una fantástica observación sobre la pintura que hay en aquel cuadro; siempre se dijo que Alfred era muy meticuloso y la elección de la obra artística presente en dicho lienzo no es más que otra confirmación de esta característica del director.

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Una vez identificada esta “mirada” podemos jugar a encontrarla implícita en casi todas las escenas: los animales disecados que aunque inmóviles asechan con sus ojos penetrantes, así como las escalofriantes y vacías cavidades oculares en el cuerpo de la madre hacia el final de la película. Pero si hablamos de la mirada, no podemos dejar de pensar en ese famoso plano del ojo de Marion que ahora yace inerte en el piso de aquel baño, lo cual nos lleva a la gran escena que cambió la forma de hacer cine y que es protagonista de este gran documental: “78/52”.

“La imagen de un cuchillo que da puñaladas como si alcanzara la pantalla, rompiendo la película. A la vez, breves bocanadas de gritos, luego…silencio”

Así quedó inmortalizada la escena de la ducha en el guión escrito por Joseph Stefano para “Psycho”. El cuchillo atravesando la pantalla, nosotros recibiendo la puñalada como espectadores subjetivos y no simples testigos, nuestros ojos formando parte, estando presentes. Ya desde el comienzo de esa escena cuando la cámara se posa debajo del agua, como si fuésemos nosotros mismos los que nos disponemos a tomar una ducha, ya a partir de ese momento estamos dentro de ese baño, no en la sala de un cine o en el sillón de nuestras casas, Hitchcock nos ubica allí dentro.

Otro aspecto que se analiza de forma exquisita en el documental es cómo el director llena la totalidad de la pantalla según lo que él pretendía que viésemos: en el famoso momento en que vemos la sombra de una persona entrando al baño a través de lo traslucido de la cortina, el plano lleva todo el peso del lado derecho y la otra mitad se encuentra absolutamente vacía; de hecho es un vacío molesto, inquietante y ese era justamente el objetivo: debíamos dejar de ver la moderada –pero revolucionaria– desnudez de Janeth Leight, inconscientemente debíamos estar mirando ese vacío, debíamos estar mirando a esa “nada” para no perdernos ni un detalle del momento en que algo comenzara a llenar ese espacio, para cuando esa sombra apareciera acercándose de manera sigilosa mientras nosotros, que estamos dentro de ese baño, en esa ducha junto a Marion, sintiéramos la necesidad de gritar porque acabamos de ver la sorpresiva y silenciosa entrada del peligro.

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Por otro lado, no podemos dejar de mencionar la brillante banda sonora de Bernard Herrmann, el documental muestra de forma fascinante como cada acorde de la pieza musical se presenta emulando el corazón de Marion: se acelera con cada movimiento del cuchillo hasta llegar al apogeo y luego comienza a perder fuerza, paulatinamente, al igual que su pulso.

Lo extraordinario del sonido que viste a esta escena es su grado de veracidad: los inolvidables violines se mezclan con el sonido del cuchillo penetrando la carne –para el que se utilizaron frutas y trozos de carnes vacunos reales-. Hitchcock nos ubicó dentro de ese baño y por eso sentimos el terror cuando apareció la silueta, que luego se mezcla con la sensación de haber escuchado realmente el sonido de un cuchillo atravesando un cuerpo y por último, para coronar la sensación de horror llega la absoluta lógica de que el agua siga cayendo aún después de lo acontecido porque… ¿Quién iba a cerrar la canilla? si en ese baño sólo está Marion… bueno, y en realidad nosotros, que ahora luego de finalizada la escena nos sentimos testigos reales de un crimen que sucedió junto frente a nuestros ojos.

Segunda parte: Brutalidad y desnudez

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Desde el aspecto técnico, que es la razón que le da nombre al documental, el trabajo de corte y montaje de este inolvidable momento cinematográfico tiene dos logros en su haber: por un lado, modificó el lugar y la importancia que se le daba al labor de edición dentro de la elaboración de un film en aquel momento. Y consecuentemente, este excelente trabajo llevado a cabo sobre las diferentes tomas en que el cuchillo se alza y Marion se defiende del ataque, es lo que generó el segundo logro en cuestión: que se les permitiera llevar semejante acontecimiento a la pantalla grande. Es que se trata de una secuencia que contiene un grado de brutalidad y desnudez que sobrepasaba los limites aceptados hasta el momento, y si por separado significaban una transgresión, podemos imaginar la oposición y desagrado que generó en la productora el ver estos dos componentes combinados y dentro de un escenario tan escatológico como un baño, fue sólo gracias al minucioso trabajo de edición que hoy en día tenemos el privilegio de disfrutar de esta maravillosa escena.

A pesar de esto, nuestro querido Alfred sucumbió solo en parte a las exigencias y los permisos, se valió del horror y lo vertiginoso para darse el gusto de mostrar el ombligo y contorno del pecho de Marli Renfro –quien fue la actriz que dobló a Janeth Leigh para esta escena y es quien aparece en el tráiler antes mencionado– además de un breve plano en el que puede verse el cuchillo rozando el vientre de la víctima, lo cual era inaceptable y que en el documental en cuestión la mismísima Marli cuenta cómo fue filmada esta toma.

Al hablar de “la escena de la ducha” no sabemos si debemos quedarnos fascinados con el asesinato en sí o con el después, porque si la ferocidad del ataque no había sido suficiente, la mano agonizante de Marion que toma y desgarra la cortina de baño, junto con el golpe seco de su cuerpo cayendo sobre el piso inmaculado, aportan un grado de horror exquisito.

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Y la genialidad de Hitchcock continúa aún más cuando la escena encuentra su cierre con la misma toma con la que inició: la ducha vista desde abajo. La sangre fluye hacia un desagüe que sutilmente se va fundiendo hasta convertirse en el ojo sin vida de Marion, lo sublime del silencio interrumpido por la veracidad del agua golpeando la bañera y una vez más nuestra protagonista implícita: la mirada.

La totalidad de esta maravillosa escena contiene otro aspecto revolucionario para la época: la velocidad. Se calcula que contiene una toma cada tres cuartas partes de segundo, pero irónicamente a pesar de esta rapidez, la escena de la ducha en sí misma resulta extremadamente larga teniendo en cuenta cómo se relataban las muertes en aquel tiempo: la sucesión de hechos que se dan desde que Marion comienza a bañarse hasta su muerte resultan altamente detalladas, en aquella época el cine presentaba muertes rápidas y concretas, sin embargo “Psycho” muestra cada movimiento del cuchillo, cada intento de pelea, cada instante de agonía y se da el lujo no sólo de ser testigo de un asesinato, sino de estar presentes ante la muerte misma en aquellos morbosos segundos en que nuestra protagonista yace inmóvil.

Yendo aún más allá todavía, Hitchcock redobla la apuesta y no sólo exhibe los pormenores del ataque sino que muestra cómo Norman debe limpiar el siniestro escenario. Tal vez esto no parezca muy osado hoy en día, pero resulta magnifico cuando nos ubicamos en los años ‘60 y entendemos que a este rebelde director no le bastó con asesinar a su protagonista antes de la primera mitad de film, ni develar específicamente cómo fue atacada, sino que se da el lujo de mostrar cómo su cuerpo es reducido a un pedazo de carne que termina envuelto en la misma cortina de baño que fue testigo de su horror.

A partir de este momento –con nuestra Janet Leigh ya muerta– este director demuestra su gran talento una vez más logrando que el foco de atención e interés se mueva 180º grados: consigue que ya no pensemos –tanto– en Marion, sino que empaticemos con el pobre Norman que tiene que lidiar con el desastre ocurrido, con su enferma madre y las consecuencias que se avecinan. Se trata de un exquisito movimiento en la trama, que como espectadores nos resulta tan imperceptible y cómodo de transitar, que sólo podemos percibir lo drástico del cambio cuando analizamos fríamente el film.

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El documental “78/52” se limita a analizar la escena de la ducha: estamos hablando de aproximadamente cinco minutos de película ¡Cinco minutos! y aún así sólo eso basta para que cualquier apasionado por el suspenso emplee horas de debate, análisis y admiración. Fue tanto lo que logró este fragmento y la totalidad de la película dentro del género y del cine en general, que casi 60 años después todo lo que podamos decir de esta joya cinematográfica resulta insuficiente.

“Psycho” siempre parece dejar un resto de genialidad sin percibir e imposible de poner en palabras, y es justamente eso lo que hace que hoy en día, a pesar de todo avance y de haber tanto talento contemporáneo, Alfred Hitchcock siga siendo el indiscutible maestro del suspenso.


 

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