[Análisis 4B] TABULA RASA: Una amnesia repleta de memoria

Tabula Rasa

“A través de los tiempos, la memoria del hombre evolucionó con un solo propósito: la supervivencia”

Por @GiuCappiello

Empecemos sin rodeos por el principio, Annemie D’Haeze (Veerle Baetens) es una reconocida bailarina clásica, que sufre de amnesia anterógrada como resultado de un accidente de tránsito. La serie nos ubica tres meses más tarde de dicho suceso, con la protagonista internada dentro de un hospital psiquiátrico, a la vez que involucrada en una investigación policial a cargo del Inspector Walkers (Gene Bervoets): Thomas De Geest (Jeroen Perceval) ha desaparecido y la ex bailarina es la última persona con quien este hombre ha sido visto.

Por supuesto que «Mie» no recuerda ni porqué se encuentra en dicho hospital, ni al hombre en cuestión, ya que su memoria presenta una incapacidad para almacenar nuevos recuerdos. Cabe destacar que este tipo de amnesia efectivamente existe, y a pesar de que en “Tabula rasa” se explica que el estrés, el pánico o el sólo miedo a olvidar pueden ser causas para olvido mismo; en la vida real, un simple cambio en el foco de atención puede ser motivo suficiente para no recordar lo que acaba de suceder. Aclaramos entonces, que el problema no está en el proceso de “recordar” sino en la acción de “almacenar” las vivencias, esto último resulta importante para el curso de los eventos dentro de esta serie belga, así como para un aspecto que retomaremos más tarde en este análisis.

Recursos técnicos

Antes de comenzar con nuestro análisis 4B, cabe destacar la utilización de algunos recursos muy ricos para el ojo del espectador: en primer lugar, las tomas se efectúan desde distintos ángulos y desde diferentes objetos como medio, es decir, un plano en el interior de la casa que se realiza desde el techo de la misma, o un espejo en el que la cámara se posiciona y frente al cual los personajes interactúan. Estos dos casos, como ejemplos dentro de muchos otros, evidencian cierta intención de provocar sensaciones distintas en aquel que atestigua la historia frente a la pantalla: en algunas ocasiones percibimos lo mismo que los personajes, otras veces “observamos desde arriba”, atravesados por cierta omnipotencia. Y en otros casos, nos encontramos mirando de manera oculta, como “espiando” la intimidad de los personajes, “escondiéndonos” o “formando parte” de algún objeto.

Otro aspecto muy interesante dentro de “Tabula rasa”, es la utilización de la analogía por medio de las imágenes, reforzando así el peso emocional del asunto en cuestión: por ejemplo, aquella escena en la que Mie baila frente a un espejo y luego de una caída, tanto su cuerpo como su cabeza se estrellan rompiéndose contra el piso, como si se tratara de una frágil figura de cerámica… pero lo más importante, es que en su cabeza –producto de la caída– queda un hueco, un vacío, como el que sucede en su memoria. Otra escena que describe análogamente a través de la imagen lo que sucede con Mie, es aquella que relata un sueño de la protagonista, en la que ésta recorre los pasillos de una biblioteca, cuyos libros como álbumes guardan fotos que relatan su vida, y es una estantería completamente vacía –nuevamente “vacío”– aquello que evidencia su padecimiento.

Son muchos los motivos por los cuales “Tabula rasa” es una serie para recomendar, y si han llegado con la lectura hasta este punto pero todavía no la han visto ¡No pierdan más el tiempo! esta historia mantiene de manera impecable el equilibrio entre intriga y la dosis justa de información brindada en cada capítulo, generando unas ganas incontrolables de reproducir automáticamente el siguiente.

Pero a partir de ahora, emprenderemos un camino junto a aquellos que ya la han terminado, y desean –como nosotros– sacarle un poco más de jugo interpretativo a los nueve capítulos que conforman esta serie original de Netflix.

¡Atención spoilers!

A diferencia de lo dicho al inicio, ahora les proponemos comenzar por el final. Dejando de lado los cautivantes y complicados recovecos de la trama, como bien planteamos en el título, vamos a centrarnos en Mie y la verdad detrás de su amnesia. Si bien al comienzo de la temporada la información que poseemos es que la protagonista fue encontrada en el bosque, razón por la cual la internan; a medida que transcurre la serie averiguamos que dicha crisis sucede luego de enterarse de toda una larga y tortuosa verdad. Es “la gota que rebalsa el vaso” en la mente de Mie, que no ha sabido cómo lidiar con una serie de acontecimientos, que se han venido dando desde mucho antes que el tiempo cronológico en el que nos ubica “Tabula rasa”.

La amnesia como mecanismo

“La memoria funciona como las fotos, sólo capturamos las cosas bellas de la vida (…) y nuestras mentes son selectivas…”

La forma en que nuestra mente maneja “los problemas” –de cualquier magnitud– no depende de la “fuerza de voluntad” o de la “resistencia” de cada uno de nosotros ante la adversidad, sino que depende de ciertos mecanismos psíquicos que tenemos a disposición; mecanismos que resultan de una larga construcción que inicia desde el momento en que nacemos, que luego dependen de las condiciones dadas en nuestra infancia y finalmente de la posterior puesta en práctica –de manera involuntaria– durante la vida adulta.

Uno de estos mecanismos es –dicho coloquialmente– el de nombrar, es decir, “poner en palabras”. Recientemente, a propósito de la segunda temporada de «13 Reasons why», hablábamos de la importancia de este mecanismo simbólico en relación a la muerte; partiendo de la base de que éste es un fenómeno frente al cual el ser humano siempre se ve desprovisto de palabras suficientes, ya que –como dijimos en reseñas pasadas– “sólo sabe de la muerte quien efectivamente ya no vive”. Pero la cuestión es que la manera “sana” o “esperable” de afrontar, en este caso, la muerte de un otro –a pesar de la insuficiencia del lenguaje– es poniendo en palabras dicho evento de forma singular, y de la mejor manera en que se pueda. Claro que nos referimos a un proceso que no es el de “hablar”, sino algo que se da en nuestra mente a nivel inconsciente; y con respecto a esto “Tabula rasa” nos muestra nítidamente que Mie no ha podido emprender dicho trabajo.

El análisis que aquí esbozaremos, es un tanto superficial a comparación de los muchos puntos psicológicos que se pueden destacar; pero si iniciamos una suerte de juego en el que tomamos a Mie como un caso real, podríamos pensar que fueron varios los eventos angustiantes por los que ha pasado la protagonista, siendo el fallecimiento de su hija el mayor de ellos. Este hecho funcionó como bisagra en su acontecer psíquico: el indiscutible dolor frente a semejante suceso, sumado a una imposibilidad para poner en palabras a la muerte misma, “obligaron” a su mente a tomar un camino alternativo.

Al comienzo citamos una frase presente en “Tabula rasa”, que relaciona a la memoria con la supervivencia… y en el caso de Mie, parece que la única forma de sobrevivir es justamente, no tener memoria. Estamos conjeturando entonces que este “fallo en el almacenamiento de los recuerdos” por parte de la protagonista, no se trata de una “amnesia anterógrada” sino de un mecanismo, a modo de protección frente a lo traumático. Y la serie constantemente nos da pistas de esto: en primer lugar, el hecho de que Mie tenga ciertos recuerdos posteriores al choque en forma de “flashes”, así como también que algunas vivencias emerjan hacia su conciencia nuevamente luego de algún tipo de estímulo. Como dijimos al inicio, aquellos que presentan amnesia anterógrada poseen dificultades para el almacenamiento de la información y no para el “recordar”; por lo tanto, aquellos avances que va haciendo la protagonista en cuanto a su historia, manifiestan que se trata más bien de una represión de los recuerdos y no de una falla en la retención de los mismos.

Alucinaciones

Aquello que se evade al no ser puesto en palabras,
siempre encuentra la forma de retornar.

El hecho de que Mie vea a su hija, manteniéndola con vida vía alucinación, no debe entenderse sólo como una reacción en respuesta al dolor por la pérdida; sino que es una manifestación de que todo en la mente ocupa lugar. Hasta lo que se evita, lo que se expulsa de la conciencia hace fuerza por retornar, de la manera que sea; y es por esto que cuando no se llena con palabras el vacío de la muerte, ésta entonces cobra vida: Romy nunca murió.

Sucede así una construcción que mezcla un intento de consuelo con una falla en los mecanismos antes mencionados, pero no hay alucinación suficiente para hacerle frente a la realidad, y entonces aparecen los conflictos: cuando aún no sabemos la verdad acerca de lo acontecido con Romy, vemos que Mie se enoja constantemente debido a que su hija no quiere comer, ésta se niega, protesta o escupe la comida nuevamente en el plato. Luego de concluida la serie, podemos pensar que este detalle que parecía superfluo para la trama, en realidad ya nos anticipaba cierta verdad acerca de aquello que nos enteraríamos al final: Mie siempre sirve un plato para su hija pero éste permanece lleno luego de cada comida… porque no hay nadie sentado frente a ese plato. Crear una justificación (“Romy no quiere comer”) para aquella realidad que se evidencia frente a los ojos de Mie, es una manera de sortear el obstáculo producido por el enfrentamiento entre la ficción desplegada en la mente y la realidad efectiva.

Otro detalle muy interesante con respecto a las alucinaciones, es el elemento “arena”, que resulta fascinante si reparamos en lo que Benoit (Stijn Van Opstal) relata en el primer capítulo: “Mie dice que es como una tormenta de arena que arrasó con todo”. Esta metáfora –que según los dichos de su esposo– es empleada por Annemie para explicar el accidente, da cuenta de que la alucinación utiliza para su contenido, el mismo significado que la propia protagonista le otorga al hecho. Es decir, ella usa “arena” para explicar lo ocurrido, a la vez que algo de lo ocurrido se le oculta a ella misma por ella misma. Y entonces esto último, como “lo expulsado” –siguiendo con lo dicho anteriormente– se esfuerza por retornar; y paradójicamente, qué mejor forma para retornar que bajo aquella imagen con la que la propia Mie nombra el acontecimiento: arena.

Son tantos los ejemplos que merecen ser mencionados, porque “Tabula rasa” ha hecho un trabajo impecable en la presentación de los hechos, en la construcción de los fenómenos psíquicos y en la forma en la que se les muestran al espectador. ¿O acaso no es una joya digna de destacar, que el conejo presente en el sueño que relata Mie se llame Wally? Pero no mencionamos ésto por el parangón que la serie muestra entre éste animal, el sótano y Thomas, sino que nos referimos al papá de Mie, cuyo nombre es Walter, y con quien la protagonista tiene una gran identificación debido a su alzhéimer. En este caso, la relación se la dejamos a ustedes…

Resultan interminables los aspectos a destacar dentro de esta genial serie belga, junto con la cantidad de análisis que pueden hacerse de aquellas escenas que mutan de significado a la distancia. Y si bien “Tabula rasa” recae en algunos clichés propios del género: como espiritismo, fotos con caras borrosas y tablas ouija –entre otros– podemos considerarlos elementos permisibles en el afán de mantener la intriga sin develar el corazón oculto de la trama, aquel núcleo suntuoso e intrincado que nos tenían sorpresivamente preparado para el final.

Así mismo consideramos que todo lo expuesto a lo largo de este análisis, es prueba suficiente de la calidad de “Tabula rasa”: la historia es interesante con todos sus matices y los capítulos presentan el ritmo justo, para mantener y prologar el misterio pero sin abusar de ello. Por otro lado, algunos pasajes de peso estético presentes en sueños perturbadores, en máscaras animalescas y figuras en penumbras, cortan con excentricidad aquella atmósfera cotidiana en la que transcurre la serie.

En fin, pese a la extrañeza que genera su idioma en nuestros oídos, “Tabula rasa” ha sabido cautivarnos, ubicándose como uno de los títulos más interesantes y recomendables dentro del catálogo actual de la plataforma Netflix.


Título original: «Tabula Rasa«

Año: 2017

Duración: 50 min.

País: Bélgica

DirecciónKaat Beels, Jonas Govaerts

GuionVeerle Baetens, Christophe Dirickx, Malin-Sarah Gozin

MúsicaLachlan Anderson

FotografíaDries Delputte, Brecht Goyvaerts

RepartoVeerle Baetens, Stijn Van Opstal, Jeroen Perceval, Hilde Van Mieghem, Gene Bervoets, Peter Van den Begin, Natali Broods, Cécile Enthoven, Ruth Beeckmans, Lynn Van Royen, Gregory Frateur, François Beukelaers, Bilall Fallah, Jan Debski, Marc Peeters, Tom Audenaert, Ferre Nachtergaele, Olaf Verghote, Steven van Watermeulen, Viviane De Muynck, Michael Pas,Ruth Becquart, Koen De Sutter, Annemie Gils, Elke Shari Van Den Broeck, Vic de Wachter, Mathias Pille, Isabelle van Hecke, Soufiane Chilah, Patrick Pickart, Marc Didden, Steve Van Nuffel, Peter De Graef, Els Olaerts, Kevin Bellemans, Valentijn Dhaenens, Eric Kempeneers, Bob Snijers, Rachida Chbani

ProductoraCaviar Films. Distribuida por ZDF Enterprises

Género: Serie de TV. Thriller, secuestros , desapariciones

Sinopsis: «Una joven con amnesia se convierte en la figura central de una desaparición y debe recuperar su memoria para limpiar su nombre.»


 

 

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