Retrospectiva Bastarda: «Los 400 golpes» (1959), de François Truffaut

“Los Cuatrocientos Golpes” es la ópera prima de Truffaut, su puntapié inicial en el cine, y también considerada por muchos como la obra inaugural de la Nouvelle Vague. Aún, si esto último fuera solo una frase instalada más que una realidad consolidada, no se puede negar que esta película transpira juventud, encanto y mucha desenvoltura, como si Truffaut simplemente estuviera abriéndonos una pequeña ventana a los recuerdos de su niñez.

Por Nahuel Arturo (@nahuutwm)

La Nouvelle Vague fue la denominación dada a un grupo de cineastas y críticos de cine surgidos de la revista de cine Cahiers du Cinéma, fundada en 1951 por André Bazin; a quien François Truffaut, de hecho, le dedica su ópera prima. Admiradores de Alfred Hitchcock y, hasta diría, sus únicos defensores en una época donde el director londinense era defenestrado por la crítica especializada, tenían como principales características: la búsqueda artística de la verdad humana y exponerla con la mayor sinceridad posible, así también como perseguir retratar una realidad más política y autoconsciente. Teniendo clara la tradición del cine francés y las reglas establecidas por el cine estadounidense, ellos buscaban romper con todas estas reglas establecidas utilizando narrativas no lineales, saliendo a filmar a las calles y buscando en el cine una especie de autoconocimiento, por lo que en sus películas aparecen claras referencias personales.

De este modo, en septiembre de 1958, Truffaut pone un aviso en el periódico sobre las audiciones para el personaje principal: Antoine Doinel. Se presentaron más de 60 niños de 13 años entre los cuales, rápidamente, se destacó un joven Jean-Pierre Léaud. El pequeño que se esforzaba por parecer relajado y bromista, cuando en realidad estaba terriblemente nervioso. Ese ánimo del joven Léaud llamó la atención del director francés, quien se vio representado a sí mismo, en su más tierna infancia, en la personalidad tan desenvuelta del joven niño. De esta manera, Jean-Pierre Léaud obtuvo el papel de Antoine Doinel, personaje que interpretaría a lo largo de toda su carrera en una saga de películas autorreferenciales del cineasta francés, de la cual forman parte las películas: Los 400 golpes (1959), Antoine y Colette (1962), Besos Robados (1968), Domicilio conyugal (1970) y El amor en fuga (1979).

Los 400 golpes es la historia sobre un niño, un joven Antoine Doinel y su vida diaria, en una ciudad de París tan mítica como atrapante. Un planteamiento que, a priori, parece simple pero que envuelve un desarrollo más complejo. Antoine es un niño al que no comprenden ni dejan ser. Un niño buscando su identidad y sentimientos. Un niño queriendo correr, jugar y mentir, que no se encuentra conforme con simplemente lo que le presentan frente a su rostro. Es en esta búsqueda que la ciudad de París se revela como un personaje más en la narración. No es casualidad que los primeros planos de la película sean plenamente dedicados a sus calles y monumentos. Las amplias calles parisinas representan, para el joven Doinel, esa libertad deseada. De hecho, se puede notar un claro contraste en las escenas de interiores, donde se lo ve a nuestro pequeño protagonista mucho más contenido y reprimido que cuando, por ejemplo, se encuentra escapándose del colegio para ir a la feria o al cine. Por lo general, cuando el pequeño se encuentra encerrado siempre busca la excusa para que le presten atención, así eso implique ser castigado. Como todo niño, solo quiere libertad para ser, al mismo tiempo que busca un refugio entre los brazos de algún adulto que le brinde amor. Cosa que le será negada incansablemente a lo largo de todo el film.

Resulta normal, entonces, comprender por qué se levanta a Los 400 golpes como la película estandarte de la Nouvelle Vague. Una corriente cinematográfica que buscaba la libertad creativa mediante la rebeldía, pero siempre manteniendo la figura autoral de sus directores. Un movimiento que, con poco presupuesto, lograba filmar obras repletas de sentido y carga emocional. Claramente encontraría a un importante baluarte en la primera obra del director parisino.

Mencionamos con anterioridad lo bien que Truffaut refleja la juventud y el deseo de libertad de Antoine. Lo que logra el director es una exploración profunda y psicológica del personaje interpretado por Jean-Pierre Léaud. Lo hace de manera sutil, mostrándonos como que se coloca frente a varios espejos, jugando con los cosméticos de su madre, imitando la forma de hablar de su padre, tomando a René como una especie de hermano mayor que le enseña y le permite tener sus primeros contactos con el mundo adulto. Incluso, por momentos, lo vemos conteniendo sus emociones para no quedar como un “niño”, a pesar de serlo. En este sentido, es que vemos representada la tensión constante entre seguir siendo apenas un joven en su etapa formativa más importante y el deseo por perseguir la adultez con la promesa de encontrar esa libertad prometida.

Podemos observar otro planteamiento interesante en el hecho de que Antoine contiene el llanto constantemente cuando le pegan, lo retan o lo cuestionan. En cambio, su primera reacción suele ser la del escape. Son repetidas las ocasiones en las que Antoine se dispone a correr para escapar de esos lugares donde no se siente cómodo, la película también lo hace. Cuando algo no sirve o no es de relevancia para esta exploración y desarrollo psicológico del joven Doinel, rápidamente pasamos a otra cosa. Esto ayuda en dos sentidos: a que el ritmo de la película tenga un gran dinamismo, y a que se logre esa sensación de estar siendo testigos visuales de las memorias del director. De esta manera, se consigue este ambiente de ensueño con el que empatizamos rápidamente, incluso, quizás, retrotrayéndonos a nuestra propia infancia.

Siguiendo con la idea de que Los 400 golpes es la exploración psicológica de nuestro pequeño protagonista no podemos pasar por alto su final. A muchos les agradará más y a otros menos, pero no puede negarse que esa charla de Antoine con la psicóloga en la que revela, finalmente, sus verdaderos sentimientos se sienten como la liberación de una angustia contenida durante mucho tiempo. Puede sentirse en el actor, en ese temblor en la voz al narrar, con tanta naturalidad, esas emociones que llevó dentro suyo tanto tiempo. Es palpable y traspasa la pantalla esa sensación de sentirse minúsculo y vacío a tan corta edad. Es por esto, que luego de esta charla, Antoine escapará por última vez. Es necesario este último escape. Después de todo, sigue siendo un muchacho que fue abandonado constantemente. Primero por su padre al nacer, luego por su padrastro al enterarse de los amantes de su madre. De la misma manera por su madre quien lo ve solo como una carga para vivir su vida adulta. Es natural que el joven Doinel solo encuentre refugio en la esperanza de un vasto mar o en las abiertas calles de París, reconfortándose a sí mismo de que, si el mundo es tan grande, en algún lugar se encontrará a sí mismo y con la posibilidad de ser plenamente. De la misma manera, que mantiene la esperanza de encontrar a alguien que le dé ese amor que busca de manera tan desesperada.

En conclusión, Los 400 golpes posicionó a Truffaut, un director interesado por la complejidad de las relaciones humanas en sociedad y, principalmente, por el amor romántico, en boca de todo el mundo. Su ópera prima se sigue estudiando a día de hoy en las universidades de cine y ha dejado su huella en el séptimo arte. Por todos estos motivos, es menester que visiten esta gran obra al menos una vez. Una de las más grandes del cine francés.


Título: Los 400 golpes

Título original: Les quatre cents coups

Año: 1959.

Duración: 99 min.

País: Francia.

Dirección: François Truffaut.

Guion: Marcel Moussy, François Truffaut.

Música: Jean Constantin.

Fotografía: Henri Decaë.

Reparto: Jean-Pierre Léaud, Claire Maurier, Albert Rémy, Guy Decomble, Georges Flamant, Patrick Auffay, Jeanne Moreau.

Productora: Les Films du Carrosse.

Género: Drama.

Con sólo catorce años, Antoine Doinel se ve obligado no sólo a ser testigo de los problemas conyugales de sus padres, sino también a soportar las exigencias de un severo profesor. Un día, asustado porque no ha cumplido un castigo impuesto por el maestro, decide hacer novillos con su amigo René. Inesperadamente, ve a su madre en compañía de otro hombre; la culpa y el miedo lo arrastran a una serie de mentiras que poco a poco van calando en su ánimo. Deseando dejar atrás todos sus problemas, sueña con conocer el mar y traza con René un plan para escaparse.

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