
Tenemos la oportunidad de hablar de una verdadera joya de los ochentas, un bizarro que hoy es valentía, arrojo. Una cinta en el que El Duque Blanco fue el amante de monumental Catherine Deneuve.
Por @mauvais1
Tras el fondo negro y la impresión en letras blancas del título de la cinta se oye el atronador sonido de los sintetizadores, una jaula aparta al vocalista de Bauhaus de nosotros. Interrumpidas las imágenes se suceden y nos muestras a la pareja entrar en la disco. Miriam y John buscan y encuentran a quienes harán las delicias de la noche. Una carretera, la oscuridad y el silencio. Rostros pálidos y de pesado maquillaje. Y esas magnificas gafas que ella lleva.
Son las primeras víctimas, vemos al comienzo de la cinta como se monta el escenario en que serán sacrificadas. Beben, se acarician, besan y matan.
Con ese magnífico comienzo, el director deja en claro que la historia cursará por dos carriles, la fantástica idea de vampiros en New York y la imaginería gótica temprana de la seductoras vampiresa, esa criatura bella y ambigua, que bien pudo surgir de las páginas de “Carmilla” de Sheridan Le Fanu. En ese comienzo de la reescritura del mito, se sucedieron varias imágenes, ellos que pálidos y serenos conducen a los inocentes nocturnos amteur a una muerte impregnada de sensualidad. Éxtasis y terror a la vez
A esas víctimas que en su palidez, esta vez enfermiza, encarnan una humanidad sedienta de placer. Un simio chilla y ataca, un final donde lavan en un fregadero unos ANJs de oro y acero. Miriam es el vampiro ancestral, su concubino un asistente, un amor en la inmensa continuidad del tiempo. Tony Scott, ese increíble director trágicamente fallecido, plantea a ese animal disfrazado de hombre que a su naturaleza más primitiva, el devorar para subsistir, lo oculta bajo la belleza y el engaño.
Ella está para vivir eternamente, John, no. Cuando se descubre las primeras arrugas solo atinar a preguntar cuánto y ella dolida dirá una semana. Y el cristal por el que a través los vemos se rompe y la criatura fría del vampiro que ya eligió un sucesor se enfrenta a quien sufrirá la muerte.
Cuando ambos investigan una posible cura, conocen a la doctora Sarah Roberts, una Susan Sarandon de cabello corto y chaqueta de lino que calza unos tacones rojos, la ambigüedad a la décima potencia. Una que atrae a Miriam y ya es necesario hablar de esa poderosa Catherine Deneuve, que con cuarenta años es la belleza madura, una mujer con piel tersa y mirada milenaria. John, un de a poco envejecido David Bowie (creemos su mejor personaje sin contar a Merry Christmas Mr. Lawrence del mismo año) , en ese tiempo buscará hallar la cura y matará queriendo vivir. Ellas se amaran entre doseles y el dueto Dôme épais le jasmin de Lakmé. Porque el soundtrack es sorprendente.
Tony Scott, este increíble creador de atmósferas, nos mostrará un mundo plagado de reminiscencias, como si concentrara la historia en unos pocos cuartos de una mansión, una atronadora ciudad en la que viven esas criaturas oscuras pero etéreas. Con ese diseño de iluminación que da a los inmortales, que son como sombras que se deslizan a través de la belleza. Incomprendida y olvidada la cinta supo hacerse su lugar y no a golpes, sino que a caricias de pura imaginería.
Ellos mueren para que ella continúe viviendo, ella vendrá para dar un nuevo giro a una rueda del tiempo, la hembra es la cazadora como en toda especie mamífero que se precie y así es también en los vampiros. Con un final que no le gustó a nadie, tal vez por lo rebuscado y ambivalente, la historia cierra de manera lánguida en un amanecer que nunca quisimos pero que la productora insertó sin misericordia.
Aun así no deja de ser la belleza que es, la poética puesta de una novela escrita por Whitley Strieber, que le dio a los vampiros una renovada imagen con esos diseños de Yves Saint-Laurent de clara reminiscencia de los 40´s y 50´s. La femme fatal de guantes de cuero y gafas. Los ANJs, ese símbolo egipcio de la inmortalidad como instrumento cortante, el colmillo que no poseen. La investigación sobre la vejez, que es el ansia del hombre por la inmortalidad.
Cabe destacar que este cuento neo-gótico tuvo un intento de continuidad con una serie producida por Scott Free Productions en 1997, una serie antológica de dos temporadas que incluía a David Bowie como anfitrión, cuyas historias se centraban en temas como el deseo de autodestrucción y obsesión, con un fuerte componente de erotismo, e incluían canibalismo, vampiros, el sexo y el veneno. Pero que también pasó al olvido, como los personajes de “El ansia”.
Título original: The Hunger (1983)
Director: Tony Scott
Guión: James Costigan, Ivan Davis, Michael Thomas
Música: Michael Rubini, Denny Jaeger
Fotografía: Stephen Goldblatt, Tom Mangravite
Reparto: Catherine Deneuve, David Bowie, Susan Sarandon, Cliff De Young, Willem Dafoe, Beth Ehlers, Dan Hedaya, Suzanne Bertish, Bessie Love, Bauhaus
Productora: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM)
Miriam Blaylock colecciona no sólo arte del Renacimiento y colgantes del Antiguo Egipto sino, sobre todo, amantes y almas. Moderna y elegante, Miriam es una vampiresa intemporal residente en Manhattan, una mujer bendecida con la belleza y maldecida con su sed de sangre.
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