5 razones para ver… «THE WIRE»

Con la lamentable noticia del fallecimiento del actor Michael K. Williams, recordaremos en este especial por qué la serie que impulsó su carrera es una obra maestra de la televisión de obligado visionado.

Por @santiagufranco

Todo comienza, cómo no, en las calles de Baltimore, en los barrios de la ciudad de mayoría afroamericana olvidada por la política y la ley, la misma que los recuerda en épocas de elecciones.

Cada capítulo con el decorado del Way Down in the Hole de Tom Waits en diferentes versiones, en la primera temporada interpretada por The Blind Boys of Alabama. Después vendrá el mismo Waits. A continuación, una frase, pero no es de Oscar Wilde ni de George Bernard Shaw; es de un pandillero, un drogadicto o un policía borracho. No es necesaria la pretensión ni la pomposidad para lo que vamos a ver, los decorados serán las sucias esquinas invadidas por el crack y la basura.

Y como rutina diaria un grupo de personas con destinos cortos y manifiestos. Puedes comenzar desde chico, avisando que viene la policía o escondiendo la droga; después podrás pasar a venderla, siempre acompañado por algunos mayores con experiencia, y quizás si tienes suerte y no has encajado un balazo o varios años en prisión o en correccionales, encargarte de la esquina y responder directamente ante el jefe.

UN FRESCO INTACHABLE SOBRE LA CORRUPCIÓN

Se trata del dinero, poco importa de donde viene; si el origen es la tragedia de miles de personas compartiendo agujas, resulta ser mejor porque de ellos nadie se ocupa, por ellos nadie pregunta. Y es así como los dólares van ascendiendo, infiltrándose en campañas políticas, proyectos inmobiliarios y controles portuarios.

The Wire nos cuenta como un grupo de policías con distintos talentos van confluyendo alrededor de un mismo problema desde diferentes ámbitos. Y lo que irá ensamblando la trama sin recurrir a soluciones facilistas será el uso de la tecnología disponible en el momento como las escuchas telefónicas, que son las que dan nombre a la serie.

Las temporadas se irán hilvanando alrededor del mismo modus operandi con la incursión de nuevas tecnologías y el enfoque en diferentes sectores de la ciudad, económicos y humanos. Una temporada dedicada al contrabando en el sector portuario, otro al sector inmobiliario, la educación (tal vez la mejor temporada) y el periodismo. Todo con una maestría de guion concentrada en el hiperrealismo que le imprime a la serie una factura de documental y ambientada casi en su totalidad por música diegética.


LA OTRA CARA DE LOS ESTADOS UNIDOS

Esta Baltimore que vemos no es ni mucho menos el sueño americano. Pertenece a otro registro, completamente alejado del glamur y la pomposidad de Hollywood e incluso su más cercano, Washington. Son calles inundadas por el microtráfico y las peleas por territorios que son tan reconocibles para nosotros los latinos.

Para poder reflejar en la pantalla estas realidades tiene que estar detrás de la historia alguien que las haya seguido hasta la obsesión, y ese es David Simon creador y coguionista de la serie, quien trabajó como periodista de la sección policial en el periódico The Baltimore Sun durante años y no sin conocimiento de causa recorre las intrincadas redes de los barrios olvidados por Dios, mostrando sin decoro el destino manifiesto de cientos de jóvenes sin esperanza y amenazados por la propia vereda que los vio crecer.

En ese sentido el guionista parece conocer tan bien a estas personas que cada uno tiene una voz y un carácter propio, sin caer en la tentación de endulzarlas con su propia voz, un recurso también válido como vemos en los guiones geniales de Aaron Sorkin. Pero acá ese recurso no caería bien, cuando es el realismo en su faceta más oscura la que engrandece los propósitos de la serie. Y son las calles las otras protagonistas, las mismas que siglos antes vieron agonizar a Edgar Allan Poe en el delirio del alcohol.


LA AUSENCIA DE CLICHÉS

The Wire: una serie que tenés que ver o ver - LA NACION

Una gran fortaleza, de las muchas que tiene la serie, es la renuncia al maniqueísmo. Los policías tendrán que cruzar ciertos límites si quieren obtener resultados, no tienen problema en acudir a males menores por el bien mayor. Y los delincuentes son capaces de mostrar humanidad, de tener un sistema de valores o incluso gestionar aspectos de su vida personal con mayor soltura que los mismos policías. En este sentido el protagonismo de McNulty (Dominic West) refuerza esa idea, pues sus obsesiones estarán siempre enmarcadas en su labor de policía pasando incluso por encima de su propia familia y amigos. Los que deberían llevar el título de héroes no son nada ejemplares y aceptan casi con naturalidad la colisión entre la vida personal y su vocación.

A un costado del detective, sus compañeros le compiten. Desde Bunk, un dipsómano incorregible y a la vez un amigo leal. Kima, una mujer con una fortaleza y coraje como pocas veces se había visto en esos momentos (la serie se estrenó en el 2002), quien parece ver reflejada sus propias desventuras amorosas en las vividas por McNulty constituyendo una relación laboral de mutuo entendimiento. Y la representación de la ética, el teniente Daniels, a quien David Simon de manera inteligente le otorga un pasado de dudas sobre su honestidad mientras lucha por tomar decisiones que confirmen su honor y su valor como policía.


OMAR, UN FORAJIDO DEL (BALTIMORE) OESTE

Nos hemos enterado recientemente del fallecimiento de Michael K. Williams probablemente a causa de una sobredosis, lo que parece un mal chiste de la vida. Su personaje de Omar es tal vez uno de los más complejos, carismáticos y contradictorios de la serie. Un ladrón que le roba a los narcotraficantes y enfrenta con una suerte de valentía por momentos irreflexiva a todos los enemigos violentos que se va granjeando, incluyendo la homofobia.

Y decimos por momentos irreflexiva porque Omar mezcla el lenguaje de la calle con códigos de honor y planteamientos filosóficos de una riqueza monumental mientras despliega todos los recursos del bandidaje como un antihéroe de western o un Robin Hood urbano. Todo aquello de la mano de una extraordinaria actuación de Williams; sospechamos cuál puede ser el destino de Omar, la serie se toma su tiempo para confirmar nuestras sospechas o contradecirlas en una escena descorazonadora que ratifica a esta como una de las grandes de todos los tiempos.


LA SERIE NUNCA DECAE

Con el paso de las temporadas la historia gana en interés y complejidad mientras van evolucionando personajes como el de String, interpretado por Idris Elba, lleno de ambición y pretenciosidad, quien pretende manejar el negocio del narcotráfico como una empresa consolidada y si se quiere, respetable.

Cuando parece que la serie puede decaer por el destino inevitable de algunos de sus personajes principales, aparece Marlo Stanfield y sus lugartenientes implacables, Chris y Snoop. Como si el terror se quedara corto en las calles de Baltimore, estos dealers en ascenso no tendrán piedad ni escrúpulos para ganar terreno en las esquinas. Stephen King decía de Snoop que era una de las peores villanas que se habían visto en la televisión estadounidense; parte de ello nace en la naturalidad con que se desenvuelve en las calles, el lenguaje escaso pero tosco al que nos habitúa y la frialdad con la que ejecuta sus acciones más pavorosas.

Y bien podríamos seguir escribiendo de manera interminable sobre esta serie que muchos han considerado la mejor de la historia. No tenemos respuesta a esto último, pero no sorprenden para nada estas consideraciones. No le estamos diciendo que es una serie de obligado visionado. Y a la vez, sí.


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