[REVIEW] El país de las últimas cosas

«Se preguntaba qué aspecto tendría el mapa de todos los pasos que había dado en su vida y qué palabra se escribiría con ellos»

Paul Auster, Ciudades de cristal (1985).

Por @belmalone

Hablar del recorrido que hacía Anna en el país que retrata el filme es una incógnita. En una vista aérea sería, tal vez, lo más parecido a un garabato hecho por un niño: inteligible, porque se mueve en todas direcciones; distante de la simetría que se traza en Ciudades de cristal. Las únicas certezas que tiene esta mujer por el momento son: escribir en su diario, voz de sus pensamientos, y buscar a su hermano William, un periodista de paradero desconocido. Aunque parece ser una tarea que requiere de agallas y tiempo, la obstinada Anna Blum (Jazmín Liz) sigue su camino sin saber qué recorrido dibuja, y con ansias de encontrarse con su sangre. Algo inesperado sucede en su viaje: conoce a Sam (Christopher Uckermann) un compañero de trabajo de William en una tarea similar a la de la muchacha. Muchas cosas distintas e inesperadas suceden en esta tierra. Lamentablemente, las buenas no abundan.

La película de Alejandro Chomski, basada en la novela homónima de Paul Auster, ha sido parte del 35° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata en el 2020, edición que se llevó a cabo de manera completamente online, como para agregarle una pizca de distopía a la realidad de aquel momento. Sin embargo, esta no es la primera colaboración en el mundo audiovisual para el multipremiado escritor estadounidense. También ha participado de Smoke (1995) de Wayne Wang, la cual escribió y co-dirigió, y luego lanzó su primera película en solitario Lulu on the Bridge (1998). Esta experiencia de Auster en el campo lo acerca al trabajo del argentino, quien ya ha adaptado a un escritor (Dormir al sol de Adolfo Bioy Casares, en 2012) y accede a filmar en suelo austral.

Lo primero que impacta a quien ve esta obra es el paisaje hundido en la más profunda miseria. Un país sumido en oscuridad que desencadena al instinto más animal de alguien desesperado por sobrevivir al hambre y la pobreza: seres llenos de violencia e ira capaces de arrancarle la vida al otro por un plato de comida o un buen par de zapatos. Por ende, uno de los puntos fuertes de El país de las últimas cosas es el departamento de arte: cuenta la historia que podría pasar en un contexto de guerra o en una crisis económica extrema. Se pueden ver pinceladas de la crisis del año 2001 en Argentina, como ha revelado Chomski en algunas notas, con bombas y humo en la calle, gente haciendo fogatas y recorriendo el asfalto con changuitos en búsquedas de sobras para comer. O para saquear.

Por otra parte, el guion es clave para poder encajar todas las piezas del rompecabezas. Por un lado se puede ver el conflicto constante en el que vive la protagonista, entre buscar a su hermano o vivir un romance. Ser feliz con lo que encuentra o mirar más allá y seguir repitiendo, casi murmurando, “¿Usted conoce a William Blum?”. Los giros tan distópicos como la misma historia dan una tarea difícil al espectador para que encuentre estabilidad y confort, desde los momentos que parecen capturados en el ojo del huracán como los otros donde estalla todo por los aires. Figurativa y literalmente. 

Esto se ve reflejado en el amplio rango que muestra Jazmín Diz, mostrando a Anna frágil, dócil, o indomable e intrépida cuando la situación lo requiere. Lo mismo sucede con Sam (Christopher Von Uckermann) y el resto del elenco: son un fiel reflejo de lo perturbado e inestable que puede terminar alguien en una situación tan angustiante. Todas las historias, las que se descubren de principio a fin, las que se conocen a medias, y las historias de fondo, las cuales suceden a partir de un gran crisol de culturas, son un granito de arena que aporta al contexto. En este país todo sucede por un motivo: nada está librado al azar.

La música y la fotografía son el sello de todo lo dicho anteriormente. La frutilla del postre de la melancolía se alza cuando se presta atención a la banda sonora que propone Christian Basso, la cual va de la mano de la fotografía en blanco y negro de Diego Poleri. Le dan a la historia un dejo de antigüedad, de oxidado, que por más que las acciones de los involucrados quieran cambiar lo que está alrededor, por más que haya momentos para el amor, la realidad es más pesada y predominante y apaga cualquier hilo de esperanza. 

Para cerrar, aunque pocas veces parece que pierde ritmo, El país de las últimas cosas muestra desde una óptica dramática lo que puede ser el presente, el pasado o el futuro de una nación. O más de una. Ambos guionistas plasman sus ideas acerca de lo que es ser libre y de lo que es reprimido. Invita constantemente al espectador a dialogar con los consumos de situaciones similares en redes, en recorrer el ADN argentino e internacional. 

PUNTAJE: 7.5/10


Título: El país de las últimas cosas

Año: 2020.

Duración: 89 min.

País: Argentina.

Dirección: Alejandro Chomski.

Guion: Alejandro Chomski, Paul Auster. Novela: Paul Auster.

Música: Christian Basso.

Fotografía: Diego Poleri.

Reparto: Jazmin Diz, Christopher Von Uckermann, María de Medeiros, Juan Fernández, Ettore D’Alessandro, Ruairi Rhodes, Luis del Valle, Uxio Lis, Ariel Díaz, Auro Sónico, Elvira Grullón, Hector Then.

Productora: Coproducción Argentina-Rep. Dominicana; Lantica Media, Capa Pictures, Streetcar Productions, Campo Cine.

Género: Drama | Distopía.

Cuenta la historia de Anna, una joven que viaja para encontrar a su hermano desaparecido. En el transcurso de la búsqueda, conocerá y se enamorará de Sam, un periodista extranjero que busca salvar la mayor cantidad de información de la cultura del lugar. En medio de este desolado y caótico lugar, la búsqueda incansable de estas dos personas probará que aún, en las peores circunstancias, el amor es posible.

2 Comments

    • Hola! Estrena este jueves (10/3) en cines! Aparece la venta anticipada en Cinemark/hoyts, y Multiplex. Saludos!

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