Retrospectiva Bastarda: «Shoah» (1985), de Claude Lanzmann

“Es difícil en tiempos como estos pensar en ideales, sueños y esperanzas, sólo para ser aplastados por la cruda realidad. Es un milagro que no haya abandonado todos mis ideales. Sin embargo, me aferro a ellos porque sigo creyendo, a pesar de todo, que la gente es buena de verdad en el fondo de su corazón”Ana Frank

Por @nicobarak

Si uno navegaba las redes sociales luego de lo sucedido aquel 7 de octubre del año pasado, se podía ser testigo de algunas de las dificultades más grandes que tenemos como sociedad. Particularmente, recuerdo una polémica especifica en relación a las supuestas fake news que volaban en Twitter. Se decía que los combatientes de Hamás, dentro de su acto terrorista, habían asesinado y decapitado bebés.

En un hilo de Twitter, la polémica volaba, diciendo que esto que se decía era mentira, y que en realidad era una maniobra sionista para agraviar artificialmente lo hecho por los terroristas, como si de niveles de sadismo se tratara únicamente la perversidad. En ese mismo hilo, una persona compartió un sitio web creado para la difusión de imágenes y videos del atentado perpetrado por Hamás, repleto de decenas de horripilantes asesinatos, humillaciones y denigraciones a todo lo que conocemos como humanidad. Pero no había bebés, y por lo tanto, la mentira sionista seguía en pie.

Recuerdo firmemente ese día porque, scrolleando luego en esa misma red social, quizás publicado unas horas más tarde a la polémica, la cuenta del gobierno israelí subió 3 imágenes sobre lo que quedó del atentado, siendo una de ellas la de un bebé muerto y ensangrentado. En ese mismo tweet, la postura publica era evidente. ¿Cómo un estado va a compartir la imagen de un bebé muerto? Todos criticaban duramente la decisión de difundir esas imágenes, repletos de furia hacia un estado supuestamente carente de moralidad y que revictimizaba a las propias víctimas.

¿Cómo se representa la tragedia real entonces? ¿Cómo se informa? ¿Cómo se combate la desinformación y, sobre todo, cómo se dimensiona lo que vemos?

Shoah, la película dirigida por Claude Lanzmann y estrenada en 1985, toma una decisión radical. El documental, que llega a un metraje de casi 9 horas y media de duración, no contiene ni material de archivo, ni imágenes de los muertos, ni narraciones que comenten y adjetiven lo que se ve. No hay una voz narradora explicita, y prácticamente la totalidad del film consta de diversas entrevistas a personas cercanas a lo sucedido en el holocausto nazi.

La decisión genera uno de los films más duros y difíciles de ver. En Shoah, la verdad y la historia comienzan a formar una relación intrínseca entre sí, que supera lo que cualquier ficción pudo haber contado. Vemos sobrevivientes, vemos ciudadanos no judíos que fueron testigos y hasta presenciamos testimonios de algunos generales nazis narrando su perspectiva sobre lo que sucedió en la Shoah, término utilizado para describir el holocausto judío. Pero lo que vemos es simplemente humanos, hablando y contando lo que vivieron.

Las historias de los testigos se chocan con las de los generales nazis, por ejemplo. Ciudadanos de pueblos polacos ya sabían mientras sucedía la guerra que los nazis asesinaban a la gente que llevaban a los campos de concentración, pero generales que estaban a pocos kilómetros de las cámaras de gas negaban conocer nada relacionado a la solución final planteada por Adolf Eichmann.

La duración, la crudeza y la dimensión de lo que se narra llega a niveles de maldad que pocas veces ha sido siquiera representado en la historia audiovisual, quedando como pieza única e irremplazable de la historia oral mundial. No hay villano que pueda acercarse a lo que se narra, ni Voldemort, ni Thanos, ni el mismísimo Hitler ilustrado en ficciones varias por actores que falseaban su temperamento. Las lágrimas de los sobrevivientes son reales, las historias que cuentan han sido contadas en el mismo mundo donde vivimos, y queda en nosotros darles la entidad de verdad y recordarla. Combatir por ella. Representarla.

Porque la verdad no puede ser representada como tal, eso es cierto. No hay manera humana de representar realmente la totalidad de la Shoah, no hay manera de poner realmente en imagen y sonido algo tan imposible de pensar como es el genocidio de 6 millones de vidas humanas, ideado por también seres humanos que respiraban el mismo aire que ellos. Planeado sistemáticamente, ejecutado con frialdad. Es imposible narrar eso. Cualquier intento puede resultar no solo reduccionista, si no hasta insultante con la realidad. Los judíos no se salvaban como en las películas, las familias morían, los pueblos quedaban destrozados y la historia se borraba.

Pero, está en nosotros aún así intentarlo, hasta poniendo sobre la mesa la imposibilidad misma de esa representación. Shoah propone un retrato de verdad tal que hoy, casi 80 años después del final de la segunda guerra mundial, resulta aún más relevante. La búsqueda de la verdad, el intento de encontrar la manera, sea la que sea, para poder dejar registro, registrar la historia y con eso, repensarla, reflexionarla y enseñarla. Quizás la búsqueda de la verdad que plantea Shoah nos sirva hoy para entender, aunque sea un poquito, el mundo que nos rodea, con su crueldad inentendible y la gente de buen corazón que vive alrededor de ella.


Título: Shoah

Año: 1985

Duración: 566 minutos.

País: Francia.

Dirección y guion: Claude Lanzmann.

Reparto: Documental, Intervenciones de: Simon Srebnik, Michael Podchlebnik, Motke Zaïdl, Hanna Zaïdl, entre otros.

Fotografía: Dominique Chapuis, Jimmy Glasberg y  William Lubtchansky.

Compañías: Les Films Aleph y Ministère de la Culture de la Republique Française.

Género: Documental.

«Shoah» («aniquilación» en lengua hebrea) es una revisión de la memoria del Holocausto en primera persona. Las víctimas, los testigos, todos aquellos que vivieron el horror y pueden, obligándose a recordar, devolver al presente una realidad que no debe caer en el olvido.

https://www.youtube.com/watch?v=S7z8lOvfskk&ab_channel=IFCFilms

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