“El hombre con visión de rayos x”: Y el espectador con ojos “Clase B”

Excéntrico y de culto, un clásico dentro de esta categoría tan característica que nadie debería perderse y que podemos disfrutar por Qubit.tv

Por @GiuCappiello

“La doctora Diane Fairfax (Diana Van der Vlis) notifica al doctor James Xavier (Ray Milland), un científico de prestigio internacional, que la fundación que ha estado financiando sus investigaciones sobre la vista no seguirá apoyándole debido a la falta de resultados. Esta desalentadora noticia hace que Xavier decida probar en sí mismo un peligroso suero que proporciona visión de rayos X.”

“X: The Man with the X-Ray Eyes” cuenta la historia de Xavier, un especialista en oftalmología que ha dedicado sus últimos años de carrera en investigar la capacidad de la vista humana, pretendiendo encontrar una fórmula que maximice los alcances de la misma. Podríamos debatir si el motivo que lo lleva a probar el suero en sus propios ojos es –como dice su sinopsis– la falta de financiamiento, o en realidad se deba a una sed insaciable por comprobar la eficacia de su descubrimiento, sumado a la curiosidad y ansias de que sean sus propios ojos los capaces de “ver más allá”.

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“-Sólo los dioses pueden verlo todo.
-Entonces estoy acercándome a ellos”

La trama parece sencilla y conocida: un científico que pierde los estribos por haberse embriagado en los encantos de su propio descubrimiento hasta llegar a un desborde incontrolable o por qué no, a la decadencia. Pero lo que hace que esta película de 1963 se destaque, es que con sólo ver algunas imágenes de ella, podemos intuir a que mundo cinematográfico pertenece: Clase B.

Las películas de este tipo encuentran su origen en la crisis de 1929, Hollywood frente a la escasez de recursos y en el afán de recuperar audiencia en los cines, despliega toda una producción de films con bajo presupuesto, asegurando la permanencia de nuevos títulos en cartelera, dentro de las posibilidades económicas que existían. Y así fue como un intento por salvar la industria del cine terminó convirtiéndose en un subgénero independiente, sólido, con características particulares y con cientos de directores especialistas en dicho estilo, a la vez que recolectó miles de fanáticos de este producto alrededor del mundo.

Una de las características particulares de esta “Clase B” es que es fácil reconocer qué títulos pertenecen a ella, pero la dificultad se presenta cuando intentamos definir concretamente al género en sí mismo. Lo que lo define principalmente es aquel escaso dinero con el que aún hoy –ya dejando atrás aquella crisis que lo originó– se continúan desarrollando las producciones; pero existen miles de proyectos que se llevan a cabo con poca plata y no por eso necesariamente pertenecen a esta clase. Entonces ¿Cuál es la distinción? La forma en la que se resuelve dicho problema económico, los films «Clase B» resultan altamente ingeniosos a nivel estético debido a la insuficiencia de recursos y en otros casos, los directores toman provecho de ésto, explotando y evidenciando en la pantalla hasta de manera obscena dicha carencia.

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Una vez instalado el subgénero como tal, la “Clase B” resultó muy provechosa para la experimentación: aquella falta de dinero que se planteaba como límite, acabó por transformarse en cierta libertad, sobre todo en aquellas épocas donde la incidencia de las productoras en los proyectos era mucho mayor a la de hoy en día. Que la película perteneciera a dicha categoría brindaba cierta amplitud de movimiento (simbólico) dentro del rodaje, en comparación a aquellos directores con grandes presupuestos y por lo tanto grandes exigencias.

Hoy en día la situación es un poco más laxa, no porque las productoras se hayan transformado en empresas más permisivas, sino porque la sociedadhacia fines del siglo XXse ha empezado a dar el permiso de ver y aceptar cualquiera sea la trama frente a sus ojos. Ya no hay tantos temas tabú que no puedan mostrarse en pantalla y en los últimos 40 años, el consumo de la ciencia ficción, así como del cine “bizarro” ya no es de unos pocos.

Cualquier amante del cine debe posicionarse en la época precisa en que fue filmada la película que está iniciando frente a sus ojos, solo así es posible admirar la transgresión y/o belleza de la misma. En ello se posa la importancia de contextualizar también de forma económica y social el film en cuestión; por ejemplo, la estética de “X: The Man with the X-Ray Eyes” puede resultar cómica para nuestros ojos propios del siglo XXI, pero sin embargo, los efectos especiales presentes en ella –pese al bajo presupuesto– fueron muy innovadores: no sólo por la técnica empleada sino también por el tenor macabro que éstos lograban.

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Pero dicho logro no es llamativo, Roger Cormandirector– fue y es un histórico representante de la categoría, y en este film de 1963 cumple con aquellos dos aspectos mencionados como característicos: el despliegue estético no sólo es ingenioso y reconocible, sino que también juega a dejar en evidencia esas limitaciones producto de la escasez: cortes de escenas tan concretos como incongruentes, escenografías modestas y un guión que cumple su función en su justa medida. Pero son todos esos elementos, los que podríamos considerar “buenos” y “malos”, junto con la singular música que acompaña casi la totalidad del film, los que hacen que “X: The Man with the X-Ray Eyes” sea una indiscutible “clase B”.

En ese camino que transita el Dr Xavier donde el sueño muta a pesadilla, también la atmósfera se trasforma: pasamos por la seguridad de un hospital, a la extravagancia dentro de una kermes de “Freeks” y hasta el film se da el lujo de brindarnos escenarios desérticos con persecuciones aéreas. Y en medio de todo esto, surgen escenas tan bizarras que se vuelven deliciosas para la retina, esas que recortamos del film y almacenamos como pequeñas reducciones de la trama. Por ejemplo, aquella en la que el Dr. Xavier hace lo que a todos se nos vino a la cabeza –porque nadie puede negar su costado voyerista– en relación a sus poderes: en medio de una fiesta, valiéndose de sus rayos X, observa como todos los invitados bailan desnudos aunque sólo él sea capaz de apreciarlo.

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Por último, otro momento que trasciende la película y ha quedado como un hito dentro del género, es la escena final: por su atmósfera lúgubre, por representar de manera simple la decadencia humana y por la cita textual a un pasaje de la biblia, que empaña de tragedia la situación, volviéndose determinante para el destino de nuestro personaje.

Dato curioso: Siempre se dijo que existía un final alternativo, una pequeña frase luego del conocido final, que a pesar de su corta duración le aporta un grado de dramatismo mucho mayor a la escena. Pero este material nunca apareció, a pesar de que Ray Milland aseguraba haberlo filmado.

En resumidas cuentas, “X: The Man with the X-Ray Eyes” es una opción más que recomendable tanto para cualquier amante del cine “Clase B”, como para aquellos que se encuentran conociendo este pequeño mundo de imágenes y leyes propias, que lo vuelven tan grotesco como encantador.


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Título original: «X: The Man with the X-Ray Eyes»

Año: 1963

Duración: 80 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Roger Corman

Reparto: Ray Milland, Diana Dervlis, Harold J. Stone, John Hoyt, Don Rickles, Vicki Lee,Lorie Summers, Dick Miller, Morris Ankrum, Kathryn Hart, Bert Stevens

Género: Ciencia ficción, terror, clase B, película de culto.

Sinopsis: «La doctora Diane Fairfax notifica al doctor James Xavier, un científico de prestigio internacional, que la fundación que ha estado financiando sus investigaciones sobre la vista no seguirá apoyándole debido a la falta de resultados. Esta desalentadora noticia hace que Xavier decida probar en sí mismo un peligroso suero que proporciona visión de rayos X.»


 

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