Lectura de Bondi: “HELIO” [Capítulo 4]

Una salida al cine que cambiará tu vida para siempre. El amor, la tragedia, la incertidumbre. ¿Se develará finalmente el misterio de los «cuerpos flotantes»?

Por @NicoLasaigues

PREVIOUSLY ON “HELIO” (Dar click en la imagen para leer el Cap. 3)

PARA UNA MAYOR EXPERIENCIA, DALE PLAY A LA CANCIÓN QUE ELEGIMOS PARA ESTA OCASIÓN

HELIO – Capítulo 4

Gustavo

 

Los viernes eran su día para salir; aunque, debido a los últimos cambios económicos, estaban saliendo viernes por medio. Las veces que se quedaban en casa tenían su cena romántica, pero con el inconveniente de que debían cocinar y después lavar los platos. Pero éste no era uno de esos viernes, era viernes de salida. Gustavo y su novia eligieron ir al cine, que era algo que lo apasionaba.

La película no les agradó del todo, pero fue entretenida. Marcela tenía en su falda una gran cantidad del pochoclo que había en el balde con el que entraron a la sala. Estuvo dos cuadras intentando sacárselo, pero parecía que siempre había uno más. Finalmente se resignó y se dispuso mentalmente a que no la afecte.

—¿Viste lo que pasó en Madrid la semana pasada? —la pregunta de Gustavo le sorprendió.

—No sé si es un tema que quiero tocar en nuestra salida… es… deprimente.

—Lo sé, pero me quedé pensando ¿Natalia no vivía en Madrid?

—Ya no. Se mudó a Valencia en Septiembre del año pasado.

—¿Se peleó con Rafa?

—No, ella consiguió un mejor trabajo en Valencia. Por eso se mudaron.

—Bueno, mejor. Que suerte.

Marcela lo abrazó. Sabía a que se refería: Estaban acostumbrados a que los medios de comunicación quisieran infundir el pánico con titulares del estilo “Cae la bolsa de comercio en algún lado” o “Masacre en tal otro lugar”, pero últimamente no estaban teniendo sentido. Como la noticia que comentaba Gustavo, de que un edificio se había quebrado de alguna forma inexplicable entre el primer y segundo piso. Pero lo increíble fue que en lugar de caer, comenzó a elevarse con todas las familias adentro. Doce pisos tenía el edificio. Seis departamentos por piso. Sesenta familias. Aproximadamente doscientas cuarenta personas entre adultos y niños.

Marcela sacudió la cabeza para sacarse esa imagen de la mente. Justamente por eso no quería tocar el tema esa noche. Le daba náuseas pensar en esa gente, especialmente en los niños. Cerró los ojos fuertemente y se repitió varias veces que tenía que calmarse.

Gustavo le tiró del brazo. Pensó que era para esquivar un pozo, o algo por el estilo, pero cuando abrió los ojos nuevamente vio, con terror, que su novio estaba cabeza abajo a metro y medio del suelo.

—Por favor, no me sueltes —le suplicó él.

Ella se aferró lo más fuerte que pudo, pero aquella fuerza también comenzaba a levantarla. Gustavo se dio cuenta de eso.

—Te amo. Nunca olvides eso —acto seguido se soltó.

Marcela cayó unos pocos centímetros y se quedó mirando con pánico como se elevaba lentamente.

Gustavo intentó sonreírle, pero no supo si logró mover los labios lo necesario. Se sorprendió lo calmado que se sentía mientras contemplaba a la masa de gente que se había congregado para observarlo, filmarlo o ambas.

Los edificios más chicos comenzaron a quedar debajo y Gustavo revisó si alguna de las edificaciones más altas tenían algún saliente del cual aferrarse. Lamentablemente no vio ninguno.

Treinta segundos después ya había ascendido más que cualquiera de los edificios que veía y se puso a contemplar las intricadas variaciones de pulmones de manzana que llegaba a ver, patios traseros invisibles al público y terrazas con piletas.

¿Hasta dónde subiría? ¿Se congelaría primero? ¿Seguiría tranquilo hasta el final?

De la nada recordó una publicidad en la televisión sobre paracaídas portátiles. En su momento le había parecido una estupidez y ahora le vendría bien uno ¿Es acaso esa la ley de oferta y demanda? No importaba realmente. De todas formas no le gustaba la gente que hacía dinero con el oportunismo de la desgracia ajena.

Un par de minutos después, ya se encontraba bastante alto y le estaba dando un poco de vértigo. Podía ver la cuadrícula de la ciudad sin problemas y le sorprendió la extensión del núcleo urbano.

A más de quinientos metros de altitud comenzó a sentirse un poco desorientado. Luchó por mantener su mente enfocada pero era casi imposible. La falta de oxígeno estaba haciendo que perdiera el conocimiento y se daba cuenta de eso.

Por primera vez desde que comenzó a elevarse, tuvo miedo.

Antes de desvanecerse observó, en el oscuro cielo nocturno, las siluetas de dos lunas en cuarto creciente.

CONTINUARÁ…

Acerca de Diego Alvarez 1480 Articles
Cinefilo, comiquero, coleccionista, comic addict. Whovian de tiempo completo.

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