Inmenso Bastardo N°5: «Ben-Hur» (1959), de William Wyler

Inmenso Bastardo N°5: "Ben-Hur" (1959), de William Wyler

Bienvenidos a Inmenso Bastardo, la sección semanal en la que nos encargamos de explorar la historia del cine, pero con un detalle. Todas las películas que hablaremos en la sección duran 3 horas o más. Esta semana llegamos a uno de los iconos más grandes de todo el Hollywood clásico. Si ya leíste el título, sabrás entonces que estamos hablando de la enorme e inigualable Ben-Hur de William Wyler. Acompáñennos y descubramos juntos.

Por @nicobarak

Los diez mandamientos (1956) rompió el mercado. Los estudios de Paramount Pictures habían comenzado una carrera por hacer la película más grande de toda la historia. Más grandes que la vida misma, en algunas ocasiones. No es que inventaron el concepto de superproducción histórica, que existe casi desde que el cine se convirtió en industria, con películas como Jezabel del mismísimo William Wyler, lanzada en 1938. Pero Los diez mandamientos subió la vara a un nivel de producción y veracidad nunca visto en la historia de la representación narrativa. Todos los estudios efectivamente respondieron con sus propias propuestas, cada uno innovando con algún aspecto técnico o trayendo la estrella más conocida que podían.

Inmenso Bastardo N°5: "Ben-Hur" (1959), de William Wyler

La Metro-Goldwyn-Mayer (MGM) no se iba a quedar atrás. Es por eso que, con intenciones de repetir el enorme éxito de la producción de Paramount, los productores se montaron en palabras de Bender de Futurama, “su propio parque temático con juegos de azar y mujerzuelas” con su super película religiosa. ¿La Paramount había apostado por el Vistavision para filmar en formato rectangular y tener mejores pantallas? MGM filmó con Panavision, la tecnología que le permitió ser aún más ancha y espectacular, cosa que hoy en día sigue luciendo increíblemente única. Además, mientras que la película de Paramount relataba una historia del antiguo testamento, en MGM apostaron por un relato un poco más moderno. Inspirados en la novela de 1880 llamada Ben-Hur: A Tale of the Christ, contrataron a un sinfín de guionistas para adaptar esta historia cristiana a la pantalla grande.

A diferencia de “Los diez mandamientos”, esta historia no está directamente inspirada en las historias narradas en el nuevo testamento, sino que transcurre imaginariamente en paralelo a el nacimiento de Cristo y su posterior crucifixión. Esta diferenciación entre las bases literarias plantea un punto separador bastante importante a favor de la nueva superproducción. Los personajes ya están más caracterizados dentro de arquetipos más cinematográficos y toda la acción sucede de una forma mucho más especializada que si hubiera que forzar la “renovación” del texto bíblico con la aún así excelente “Los diez mandamientos”. La historia de Ben-Hur es claramente emocionante, llena de momentos icónicos e imborrables dentro de la historia del cine estadounidense.

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Pero ya vamos bastante adentrados y todavía no dijimos de qué trata esta película, así que vamos al barro y empecemos a desglosarla. Ben-Hur cuenta la historia de Judah Ben-Hur, un judío en la era romana y contemporáneo a Jesucristo, quien es falsamente acusado de intentar asesinar a un gobernador romano y es condenado a ser un esclavo del imperio, junto a la encarcelación de toda su familia. Esto es simplemente el comienzo de una larga historia de superación, de fuerza, y sobre todo, de fe, donde veremos cómo a pesar del oscuro futuro que se le puede vislumbrar al personaje, él luchará una y otra vez por salir adelante.

La sensación positiva de la caracterización del personaje protagonista en la película termina siendo un elemento fundamental del mensaje propio en la obra. Resulta difícil representar mejor lo que significa realmente la fe o la religión que como es mostrada en esta película. A pesar de estar situada dentro del ámbito cristiano, tiene un mensaje muchísimo más inclusivo y expansivo. Ben-Hur habla en realidad de esa fuerza insuperable del ser humano para salir adelante, al mismo tiempo que debate esa sensación de impotencia cuando suceden cosas que están fuera de nuestro control. ¿Dónde está ese supuesto dios cuando a hombres justos le suceden tragedias? ¿Para qué ser una persona de bien en un mundo donde no parece haber recompensa alguna sobre este accionar?

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Quizás todas estas preguntas existenciales están desviando el real tema de conversación. Realmente el punto que elevó el film en su momento a la categoría de clásico instantáneo, fue su mastodóntica y majestuosa producción. Si Los diez mandamientos había ambientado un film como nunca antes y se consagró como la película más costosa de toda la historia, Ben-Hur cantó retruco y le quitó el récord a la Paramount. La gran mayoría del film fue filmada en el enorme complejo de estudios italiano Cinecittà. Estos, construidos por el fascista Mussolini con objetivos bastante distintos a los de servir a USA, sirvieron porque lo que quería hacerse en esta superproducción requería de mucho, mucho, mucho espacio. Se construyeron 300 sets, destacando el de la escena de la carrera de cuadrigas, donde armaron una pista circular de casi 500 metros de largo, contrataron 7000 extras y filmaron a caballos corriendo como nadie los volvió a filmar en toda la historia.

De esas situaciones en el film hay un montón. Una batalla marítima, una reunión religiosa multitudinaria para escuchar a Jesús o simplemente la mera construcción de las ciudades de Jerusalén o Roma son algunas de las razones donde podemos ver este récord (que vale la pena destacar, le duró poco) de la película más cara jamás creada. Pero, a pesar de todo este regodeo presupuestario y de esta esplendorosa puesta en escena, la película nunca pierde su hilo psicológico y narrativo. Como toda gran obra maestra, todo lo que sucede en las 3 horas 40 de su metraje, aporta y está relacionado a la construcción y desarrollo de su tema principal, que sigue siendo muy profundo para el tamaño de producción que estamos viendo.

Y no solo su guion está cargado de una calidad cinematográfica sublime, sino que hay elementos de dirección sobre cómo filmar determinadas escenas que claramente muestran un enorme talento. Un ejemplo muy claro, y sin spoilear mucho sobre la trama, es la forma en la cual se muestra a Jesucristo en las pocas escenas que aparece. Un personaje relativamente secundario, que no es el centro de la trama en lo absoluto, pero que cada aparición que tiene está cargada de una divinidad y una solemnidad impresionante.

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La construcción de lo divino está efectivamente apoyada en la gran mano de un director camaleónico, aparentemente invisible y definitivamente infravalorado dentro de la historia del cine, William Wyler. Sus películas puede que no sean tan fáciles de reconocer como otros estilos de dirección más “autorales”, pero dentro de su filmografía podemos encontrar una gran cantidad de auténticas obras maestras, todas inscritas dentro de géneros muy distintos y con estilos que se adaptan a cada film. Su dirección se adapta la película y no al contrario, pero es innegable su talento a la hora de narrar visualmente, claramente demostrado en Ben-Hur, o en otra excelente película como el western Horizontes de grandeza (1958). Dura menos de 3 horas por lo que se quedó fuera de la sección, pero bueno, aprovecho el espacio para recomendarla como otra obra indispensable. Un permitido.

Otro gran talento escondido de Wyler se encuentra en su mucho más tangible habilidad de dirigir actores. A pesar de tener algunas historias dentro del ambiente donde dicen que era algo déspota (hay quienes dicen que filmaba 40 tomas por plano y hay quienes dicen que era un amor, andá a saber), lo que es sabido es que todos los actores en Ben-Hur están totalmente a la altura del film. Desde el inexpresivo Charlton Heston, la estrella indiscutida, quien es exprimido por Wyler para dar probablemente el mejor papel de su carrera, hasta secundarios como Stephen Boyd como el rival romano de Judah o Hugh Griffith, quien ganó un Óscar a mejor actor de reparto por su papel del árabe Sheik Ilderim. Ah, sí, por si te siguen interesando esos premios, Ben-Hur ganó 11 de esos. Al día de hoy, tiene el récord compartido de mayor cantidad de Oscars ganados con Titanic y El Señor de los Anillos: El retorno del Rey, todas que duran más de 3 horas. Ya va tomando sentido la sección, ¿no? Si dura 3 horas… mínimamente tiene que estar buena.

Inmenso Bastardo N°5: "Ben-Hur" (1959), de William Wyler

Es difícil encontrar historias tan grandes que logren mantener un real interés narrativo a pesar del enorme show. Una de las críticas más duras ante las superproducciones del siglo XXI es justamente eso, que son obras finalmente vacías e insulsas. Ben-Hur es (o fue) la película más grande de toda la historia y, a su vez, fue una emocionante epopeya emocional y existencial sobre la religión, la fe y el sentimiento de impotencia que sucede en consecuencia. Además, si, tiene escenas extremadamente memorables, tiene decorados con el que muy pocas películas de toda la historia pueden atreverse a compararse y tiene una construcción de “lo épico” que realmente fue insuperable. Esto enseña una cosa muy clara, al menos desde la perspectiva industrial. No por ser inmenso, tiene que dejar de hacerse cine. Estoy seguro que Scorsese está de acuerdo con eso.


Título original: Ben-Hur

Año: 1959

Duración: 224 minutos

País: Estados Unidos

Dirección: William Wyler

Guion: Karl Tunberg (Novela: Lewis Wallace)

Música: Miklós Rózsa

Fotografía: Robert Surtees

Reparto: Charlton Heston, Jack Hawkins, Stephen Boyd, Haya Harareet, Hugh Griffith, Martha Scott, Cathy O’Donnell, Sam Jaffe, Frank Thring, Terence Longdon, George Relph, André Morell, Finlay Currie y John Le Mesurier

Productora: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM)

Antigua Roma, bajo el reinado de los emperadores Augusto y Tiberio (s. I d.C.). Judá Ben-Hur (Charlton Heston), hijo de una familia noble de Jerusalén, y Mesala (Stephen Boyd), tribuno romano que dirige los ejércitos de ocupación, son dos antiguos amigos, pero un accidente involuntario los convierte en enemigos irreconciliables: Ben-Hur es acusado de atentar contra la vida del nuevo gobernador romano, y Mesala lo encarcela a él y a su familia. Mientras Ben-Hur es trasladado a galeras para cumplir su condena, un hombre llamado Jesús de Nazaret se apiada de él y le da de beber. En galeras conocerá al comandante de la nave (Jack Hawkins) y más tarde a un jeque árabe (Hugh Griffith) que participa con sus magníficos caballos en carreras de cuadrigas.

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