Inmenso Bastardo N°11: «Barry Lyndon» (1975), de Stanley Kubrick

Bienvenidos a Inmenso Bastardo, la sección semanal en la que nos encargamos de explorar la historia del cine, pero con un detalle: Todas las películas que hablaremos en la sección duran 3 horas o más. En la entrega de esta semana tendremos el honor de hablar sobre una película fundamental de un director vital para entender el cine de la segunda mitad del siglo XX. Damas y caballeros… Vamos a hablar de Barry Lyndon (1975), dirigida por el maestro Stanley Kubrick. Acompáñennos en este viaje hacia el siglo XVIII, de la mano del cine.

Por @nicobarak

Ya habíamos hablado en esta sección de la figura de Stanley Kubrick, aunque la película no fuera la más representativa del director. El hecho de que Espartaco (1960) durara más de 3 horas y fuera increíblemente épica la conectó directamente a nuestra línea editorial autoimpuesta, pero Kubrick renegó por siempre de esa película, y con justa razón. Todo lo que siguió a ese film fue, indudablemente, distinto.

A menudo se habla de Stanley Kubrick como un director detallista. Su nombre resuena entre la cinefilia como uno de los más grandes, y películas como 2001: Odisea del espacio (1968), La naranja mecánica (1971) o El resplandor (1980) dejaron una huella imborrable en la historia del cine, todas con una firma autoral impoluta. Quizás sea por esa acumulación de obras maestras populares que, aun dentro de la acotada filmografía de un director que dirigió tan solo 13 largometrajes en toda su vida, Barry Lyndon se escapa del reconocimiento popular. Cuando estrenó, fue recibida de manera mixta (al igual que la mayoría de sus películas), y aunque en Europa su reconocimiento fue levemente superior, las intenciones y las esperanzas del director no fueron correspondidas con su éxito.

Para intentar comprender las intenciones de Kubrick, podemos comenzar buscando la semilla inicial de este enorme e inmenso proyecto. Luego de dirigir la revolucionaria 2001: Odisea del espacio, el director comenzó a gestar un guion que intente adaptar al cine la compleja vida de Napoleón Bonaparte. Se dice que leyó todos los libros sobre su vida, vio todo lo que se filmó sobre la época y hasta revisó cada uno de los libros sobre el arte contemporáneo al francés. Este proyecto quedó, lamentablemente, irrealizable. La escala del film no paraba de incrementar, y entre los fracasos de las películas de época como Cleopatra (1963), sumado a otros fracasos aún más específicos como el de Waterloo (una película de 1970 sobre Napoleón con malos resultados), el proyecto se terminó de cajonear para siempre.

Por eso cuando Kubrick se encontró con la novela “La suerte de Barry Lyndon” escrita por William Makepeace Thackeray, no dudó en comenzar la adaptación. Mucho de lo investigado para el proyecto de Napoleón quedó obviamente reutilizado en este proyecto, que a su vez buscaba bajar un poco los decibles de lo que fue la explosiva película anterior del director. La naranja mecánica había sido polémica como poco, contando con críticos que la amaron y otros que la odiaron, y hasta con países enteros que censuraron su distribución por su ultraviolencia y sus escenas de violación. En cambio Barry Lyndon iba a tratar de un joven irlandés que irá buscando su destino, a la vez que intentará escalar socialmente. En cuanto a la violencia, se podría decir que bajó un cambio.

A partir de allí, con el guion ya escrito, se encaminó el inicio del rodaje. Alguien iluso podría imaginarse una situación idílica donde, ya con todo previsto y planeado de antemano, la película se filmaba sin problema alguno y de manera veloz. Aun así, debe decirse que si uno leyó dos o tres cosas sobre el director, se imaginará que todo estuvo muy lejos de ese escenario imaginario. 300 días de rodaje después, con caprichos, luchas y un perfeccionismo inaudito, la película terminó de filmarse.

¿Dónde están esos 300 días de rodaje en el film? ¿Qué tanto control y detalle se puede tener de una obra? La fotografía, por ejemplo, fue revolucionaria. Queriendo replicar la iluminación de la época, la cual era sin electricidad alguna, Kubrick buscó lentes por todo el mundo que pudieran fotografiar en buena calidad con la luz de una vela. No existían esos lentes en el cine. Su empeño fue aún más allá, y terminó usando lentes provistos por la NASA (institución con la que ya había trabajado en 2001: Odisea del espacio y otros “proyectos varios”) que se utilizaban para sacar fotografías satelitales en el espacio.

La cámara, la cual de buenas a primeras no era utilizable con estos lentes, fue personalizada a pedido del director para que pueda funcionar a tan baja luz, y los resultados fueron los esperados luego de tanta búsqueda. La fotografía del film da un tono extremadamente naturalista al relato, que funciona como una especie de máquina en el tiempo hacia una época que nadie de los presentes había vivido, pero que igualmente encuentra la manera de replicarse a la perfección. Las sombras y la luz natural juegan un rol fundamental en la ambientación, sumado a obviamente un trabajo de arte tan detallista como insólito.

¿Pero es tan solo eso? ¿Una obsesión fotográfica y una precisión histórica? Barry Lyndon es mucho más. Al igual que prácticamente todas las otras obras de Kubrick, el film cuenta con un pesimismo atronador. Sus personajes tienen siempre destinos fallidos, y la sociedad de la época es retratada con un espejismo bastante brutal hacia la actualidad. Los conflictos que sus personajes atraviesan resultan igual de banales y vagos que cualquier comedia romántica, pero la autoconsciencia de la misma obra sobre su banalidad lleva el film al siguiente nivel.

Nada de lo que vemos importa, pero seguimos mirando. Sus personajes sufren y mejoran. El protagonista, Redmond Barry, pasará de ser un niño más a uno de los hombres más influyentes de su tiempo, pero sus problemas seguirán igual de patentes. La sociedad mirará al protagonista de la misma manera durante prácticamente todo el film. Lo único que cambiará son las formas.

Y al hablar de formas podemos hablar, ya si, del talento en la composición y la dirección de Kubrick. Ya ha corrido tinta sobre cómo muchos de los fotogramas del director referencian directamente a pinturas varias. Se ha escrito también de cómo la simetría en sus planos se mantiene inmaculada y firme como pocos directores lo han sabido hacer. Pero, ya que estamos hablando de cine, y entendiendo que no nos podemos centrar en todo, vamos a ir con una decisión cinematográfica que podría resultar menor, pero es fundamental.

Además de los planos con composiciones perfectas y sus perfectas simetrías, es bastante interesante como el recurso del zoom abunda en la película. El zoom out específicamente, está inusualmente usado en abundancia, con planos que inician en un primer plano de la cara de un personaje y terminan en planos generales que demuestran el espacio en su totalidad, con paisajes infinitos y miradas de transeúntes varios. Un recurso bastante básico, el cual puede ser tomado hasta televisivo por algunas miradas maliciosas, se resignifica totalmente en Barry Lyndon.

Es en esos zoom out cuando Kubrick le dice al espectador que ese personaje tan triste y sufrido que vemos en la pantalla, es simplemente uno más de esa sociedad insustancial y llana. Los conflictos tan duros y potentes que atraviesa el protagonista son a menudos interrumpidos por una dirección fría y una mirada totalmente consciente del destino de sus personajes. Las distintas situaciones románticas del film son correspondidas con planos generales extensísimos, que demuestran la real importancia del todo. Esa sociedad banal es retratada y narrada con una mera decisión estilística. Con solo un movimiento del lente, que lentamente se aleja de sus personajes, Kubrick nos está diciendo todo.

Es por ese tipo de cuestiones, entre otras más, que uno está en correcta propiedad de hablar de perfeccionismo y detallismo. En que todo lo que vemos en la imagen cuente. En que cada movimiento de cámara sea el mejor movimiento de cámara que se puede hacer. Así lo explicaba el mismo Kubrick, el cual a menudo le quitaba peso a esa crítica de la época que lo acusaba de perfeccionista: “No sé qué tiene de malo eso. Cuando uno hace algo, se intenta siempre hacer la mejor versión posible”. Cada plano de Barry Lyndon es, evidentemente, el mejor plano para lo que el director quiere contar.

Luego del resultado mixto en taquilla y crítica, Kubrick dirigirá una obra mucho más comercial y popular como El resplandor, adaptación del best-seller de Stephen King. Barry Lyndon quedó en esa zona mixta de no ser apreciada lo suficiente, pero tampoco ser un fracaso rotundo. Sin embargo, si se la analiza hoy, en frío, quizás encontremos en este film un resumen perfecto del estilo autoral del director. Las formas conectadas siempre al contenido de la historia. Una historia fría, crítica y sobre todas las cosas, cinematográfica. Por todo esto, y algunas cosas más, Kubrick es Kubrick. Además, dura más de 3 horas.


  • Título original: Barry Lyndon
  • Año: 1975.
  • Duración: 185 minutos.
  • País: Reino Unido.
  • Dirección: Stanley Kubrick.
  • Guion: Stanley Kubrick. Novela: William Makepeace Thackeray.
  • Música: Leonard Rosenman.
  • Fotografía: John Alcott.
  • Reparto: Ryan O’Neal, Marisa Berenson, Leon Vitali, Patrick Magee, Marie Kean, Philip Stone, Hardy Krüger, Gay Hamilton, Wolf Kahler, Steven Berkoff, Murray Melvin, André Morell, Diana Körner, Frank Middlemass, Arthur O’Sullivan, Leonard Rossiter.
  • Productora: Warner Bros., Hawk Films.
  • Género: Drama de época. Siglo XVIII.

Adaptación de una novela del escritor inglés William Tackeray. Barry Lyndon, un joven irlandés ambicioso y sin escrúpulos, se ve obligado a emigrar a causa de un duelo. Lleva a partir de entonces una vida errante y llena de aventuras. Sin embargo, su sueño es alcanzar una elevada posición social. Y lo hace realidad al contraer un provechoso matrimonio, gracias al cual entra a formar parte de la nobleza inglesa del siglo XVIII.

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