The Night Of: El frío sistema judicial americano

Peter Moffat, Richard Price y Steven Zaillian son quienes se encargaron del libro de esta atrapante historia de crimen, pero más aún del proceso que transitan los reos, culpables o no, desde el momento de su captura hasta el consabido juicio que los condenará o exonerará.

Nasir Khan, conocido por todos como ‘Naz’, es un brillante estudiante universitario de 23 años. Un nerd que vive con sus padres paquistaníes y un hermano que es una sombra siempre detrás de estos. Un joven un tanto ñoño y prometedor que gracias a sus contactos con deportistas, a los que ayuda con sus estudios, consigue un pase a una fiesta donde, anhela, podrá conocer algunas chicas.

Hasta ahí y en ese primer episodio, digno de un Emmy por su producción, veremos al joven involucrarse con una muchacha un tanto alocada y solitaria que lo invitará a una noche que uno como él solo puede soñar. Una impecable, como decíamos, puesta de este capítulo nos muestra ese viaje a la oscuridad con un detalle y un ritmo tan precioso como preciso. El joven Naz robará el auto de su padre, un taxi que comparte con otros dos dueños, e intentará llegar a esa ansiada fiesta. Se perderá por el laberíntico New York y terminará llevando, sin registro ni autorización, a la joven Andrea hasta su casa. Hay drogas, alcohol y sexo, también violencia erótica y más drogas. Las suficientes como para que él pierda el sentido…

La maravilla comienza cuando al descubrir un macabro hecho, el joven huye del lugar de forma torpe y desaliñada,  y es detenido por la policía al doblar en una calle que no debe. A partir de aquí somos, serán, sufrirán, mejor dicho, el derrotero del descubrimiento del crimen, de él presenciando el momento como un accidentado espectador. Con detalle, casi obsesivo, vemos los diferentes pasos que la policía toma al momento de llegar al lugar y descubrir un cuerpo. Precisa, cargada de una lenta pero continua tensión, recrea y crea en nosotros la ansiedad. Olvídense que desde el principio estarán de su lado. Él no lo hizo y entonces somos presos de la misma zozobra que Naz. Un verdadero deleite para los amantes del thriller, que nos lleva como en lenta procesión por todos los vericuetos del accionar policial. Y uno no deja de pensar en Making a Murderer, esa joya de Netflix del año pasado. Pero esta vez, al ser recreado, es sinceramente agobiante.

Steven Zaillian utiliza la frialdad de una ciudad sumida en una indeterminada estación anual, el azul que lo puebla todo y sobre todo las sombras que se yerguen sobre ellos, el clima es seco, curtido y silencioso. Atronadora música desde una radio de automóvil o transporte de reos, solo por un instante, como una ráfaga que nos recuerda ese mutismo de lacónicos diálogos como en un film noir de Carol Reed. Aquí el bien lo define el joven sospechoso, un bien que no termina de serlo por esa misma sospecha. Un policía que busca condenarlo, porque lo cree culpable, porque sabe cómo tratar con abogados que convierten asesinos en inocentes exculpados, abogados que no son más que eso, criaturas que como fantasmas deambulan las estaciones de policía cazando casos o altruistas por comercio de firma. Un caso aparte estos, que frente a los oficiales dirimen, con munición gruesa y acuerdos, las vidas; vidas como la de Nazir y su familia, que son solo peones de un sistema rápido pero sin contemplaciones.

Imperdible serie, de esas a las que HBO nos tiene acostumbrados. Actores que hacen de los personajes personas complejas y con una atracción espontanea. Son artífices de una historia atrapante, lenta en su puesta pero no en su ritmo, obsesionada con contarnos en detalle cada paso que afronta quien es culpado por un crimen que tal vez ni siquiera cometió en Su Noche Libre.

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