[REVIEW] Landscapers

Una ficción basada en hechos reales que escapa a las formulas del «True Crime» y logra una fascinante fabula.

Por @mauvais1

Resulta por lo menos fascinante la manera en que, tanto el director como el guionista, se acercaron a la historia. Un «True crime» que juega con la metaficción desde varios ángulos, parodiando a todas las formas que se han establecido para narrarlo en la ficción televisiva o cinematográfica. Porque ciertamente hay humor macabro, casi ridículo, en todo esto también.

Definir esta miniserie de apenas cuatro episodios seria un quebrantadero de cabeza, porque todo el tiempo intenta escaparle a las etiquetas. David Thewlis interpreta a Christopher Edwards, casi como si de un personaje de Monty Python se tratara, y que es complemento de un desgarrado y dramático retrato de Susan Edwards, a cargo de la siempre magnifica Olivia Colman.

No he podido evitar preguntarme una y otra vez «¿Qué es esto?» en cada episodio, y a la vez continuar viéndolos embelesado por el trabajo de Erik Wilson en la fotografía, Elen Pierce Lewis en la edición y Cristina Casali en el diseño de producción. Aquí, la rocambolesca construcción de estilos es la contraparte de una también rocambolesca historia de asesinatos. Relación de aspecto, imagen a color y en blanco y negro, construcción de una ficción dentro de un cuasi rodaje de documental mudo y una historia que no termina de narrar sucesos como podría esperarse. No hay línea de tiempo entre los hechos, ni misterio a resolver de quién o por qué se cometió el crimen. Más bien una construcción interna, expuesta como en una autopsia bizarra, de los protagonistas con sus deudas y dudas.

Es el imaginativo retrato por sobre el texto, las acciones construidas como un mosaico que no pretende reordenarse a medida que transcurren los episodios, sino más bien apilarse para conformar una variopinta estampa de todo y todos. Casi al extremo, apenas sostenido por los comprometidos actores, como el trío de policías (una suerte de fusión de los Tres Chiflados y los Hermanos Marx), el abogado -mirada alucinada de un espectador-, los progenitores de los protagonistas, vecinos y otros etc. que no llegan a caer en el ridículo insalvable y muestran lo extravagante de criaturas complejas y matizadas.

Desde el comienzo sabemos, por los pie de página, que Susan y Christopher Edwards son los asesinos de los padres de esta, William y Patricia Wycherley; y que por eso fueron condenados a 25 años de cárcel. Se los plantea, desde la perspectiva de la policía y los medios, como unos inescrupulosos asesinos, mercenarios sin corazón capaces de tal atrocidad. Pero entonces el guionista y el director, en un juego que me ha fascinado, construye una historia de dos pobres almas perdidas en la inmensidad de sus arrebatos. Bichos raros, tiernos y hasta de una extrema educación ante los demás. Esto le da a la historia ese giro inesperado, porque a través de los episodios conocemos a los protagonista desde un enfoque distinto al que podría plantearse en tales relatos. No hay una doble vara, no hay secretos a revelarse con el devenir de los hechos, solo estos particulares coleccionistas, endeudados hasta la coronilla, que huyen sin propósito o sentido analizado. Más allá de lo que el espectador pueda confirmar leyendo la historia real, en esta ficción ambos son puestos en el sitio de victimas y héroes, de pobres diablos anónimos.

La manía de Susan por el cine western clásico, su devoción por Gary Cooper, la saga epistolar con un apócrifo Gérard Depardieu. La colección que cargan como sueño de un mundo que les pertenece solo a ellos dos, siendo parias en el real. La ternura de su amor incondicional. La esmerada educación casi victoriana que manejan estás criaturas, que mataron a quemarropa a dos ancianos, hace que sintamos simpatía y hasta cierto regocijo en sus acciones. Es bizarro por corajudo como también por grotesco lo que plantea el guionista, como si de alguna manera supiera algo que mantiene en secreto sobre los hechos y construye todo el tiempo un margen de error en el relato que jamás se devela. Hay ahí, de parte de Will Sharpe y Ed Sinclair, conmiseración por ellos, dudas sobre sus culpabilidades.

El abuso, la violencia, la intolerancia y el desagrado son herramientas que no se utilizan para justificarlos, eso se ha hecho desde mucho antes, no hay dudas, intencionalmente socorridos en sus lamentos y desdichas. Asesinos fríos, crueles capaces de amar y corresponderse en los afectos. Liadas criaturas que son como fantasmas surgidos de una pesadilla.

Landscapers, o «Paisajistas», son los realizadores al abordar el caso, tramándolo como una serie de sketches que alimentan la ficción sobre un caso real, distanciándolo de posibles realidades y construyendo personajes imposibles pero a la vez maquinando una fascinante fabula que escapa a toda definición.


Título: Landscapers

Dirección: Will Sharpe.

Guion: Ed Sinclair y Will Sharpe.

Música: Arthur Sharpe.

Fotografía: Erik Wilson.

Reparto: Olivia Colman, David Thewlis, Samuel Anderson, Felicity Montagu, Karl Johnson, Kate O’Flynn, Dipo Ola, Daniel Rigby, Jay Phelps, David Hayman, Maanuv Thiara y Nimisha Odedra.

Un matrimonio se vuelve el centro de la atención de los medios cuando se hallan dos cuerpos enterrados en el jardín de su casa. En lo que la investigación avanza, la imaginación de Susan les lleva a fingir una realidad alternativa en la que son los héroes de la historia.

Acerca de Marco Guillén 4338 Articles
Aguanto los trapos a Jordi Savall. Leo ciencia ficción hasta durmiendo y sé que la fantasía es un camino de ida del que ya no tengo retorno.

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