«El perfecto David», la ópera prima de Felipe Gómez Aparicio propone un universo en el que predomina la toxicidad en los vínculos, marcados por un ideal de perfección como sinónimo de virilidad.

Por @thisisAgos

La vida de David (Mauricio Di Yorio) dista de ser la de un adolescente normal. Mientras sus compañeros van a fiestas y comparten distintas experiencias propias de la edad, él pasa sus días moldeando su cuerpo de forma obsesiva. El motivo, sin embargo, no es una vigorexia –trastorno alimenticio que se caracteriza por la obsesión de conseguir un cuerpo musculoso– ni una obsesión propia sino que tiene un origen más oscuro: la ambición artística de su madre.

Juana (Umbra Colombo) es artista plástica y su hijo es su obra. Busca crear al “Perfecto David”, y para ello pasa los días midiendo sus proporciones -de formas que parecen hasta incestuosas-, esculpiendo sobre su cuerpo y exigiéndole entrenamientos extremos para llegar a ideales imposibles.

David oscila entre las tentaciones adolescentes (fiestas, sexo y alcohol) y los deseos y aspiraciones de su madre, que lo trata más como un objeto artístico que como su hijo. Así, lo expone a pastillas y pinchazos con el solo objetivo de que sus músculos crezcan hasta alcanzar las proporciones perfectas.

Pero no solo son los músculos de David los que crecen: también lo hacen la violencia -que parte de su enojo y confusión respecto al mundo que lo rodea y sus dificultades a la hora de tomar las riendas de su propia vida- y las dudas respecto a su sexualidad. 

El director construye una dialéctica voyeurismo-atracción en lo que representa el fisicoculturismo para David. ¿Los hombres fornidos son para él motivo de admiración, como un ideal al que alcanzar? ¿O hay algo más que subyace?

Frente a esto, el entorno de David -en particular sus amigos- reproduce discursos homofóbicos que lo alejan de allí. “Estás re puto”, “Sos gay o sos macho”, son solo algunas de las frases cargadas de prejuicio que se repiten entre los adolescentes que acompañan al protagonista, que solo reacciona ante ellas cuando la tensión llega al punto cúlmine y se vuelve insostenible.

Es destacable la interpretación de Mauricio Di Yorio, para quien esta película representa su primer paso en el mundo de la actuación. Es posible ver a un David contrariado, confundido, furioso consigo mismo y con el mundo que lo rodea, sumiso frente a la mirada de su madre.

Umbra Colombo también brilla en su papel de madre obsesionada con la perfección y juntos logran construir una relación madre-hijo que incomoda por sus tintes edípicos.

En este thriller psicológico, el director juega con las tensiones en un universo que parece siempre a punto de estallar. La música cobra, en este sentido, un papel fundamental, ya que logra acompañar a la perfección cada momento cúlmine. “Fue como filmar la película de nuevo”, confesó Gómez Aparicio en la conferencia de prensa posterior a la proyección del film.

La fotografía, a cargo de Adolpho Veloso, está a tono con la música y el resultado es sorprendente e incómodo en el mejor sentido de la palabra. Los acercamientos a las pieles que brillan por el sudor, las tomas en el gimnasio con los músculos contraídos por el esfuerzo, los cruces de miradas; construyen una idea voyerista en torno al cuerpo que sobrevuela la historia en todo momento. El relato se torna cada vez más íntimo y profundo, algo que es posible percibir gracias a la gran conjunción entre lo visual y lo sonoro, que conectan al espectador con la historia en cada escena.

El perfecto David es una película inquietante y provocadora que cuestiona en voz alta y propone una mirada distinta. Es una alternativa a la que vale la pena darle una oportunidad.

PUNTAJE: 9/10

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Título: El perfecto David

Dirección: Felipe Gomez Aparicio.

Guion: Leandro Custo, Felipe Gomez Aparicio.

Fotografía: Adolpho Veloso.

Reparto: Mauricio Di Yorio, Umbra Colombo, Diego Starosta, Pablo Staffolarini, José Luis Sain.

Un adolescente está obsesionado con su cuerpo. Entrena día y noche. Es inducido por su madre, una artista plástica, que busca que su hijo llegue a la perfección en cuanto a las proporciones físicas.