
En 1936, el brillante cineasta vienés Fritz Lang arriba a Estados Unidos huyendo del régimen nazi. Luego de una destacada trayectoria filmando excelsas obras del expresionismo alemán (“Las Arañas”, “Dr. Mabuse” y “Metrópolis”), se instalaría en Hollywood, donde afianzaría una fructífera carrera por más de dos décadas.
Por @MaxiMDQ83
Lang, un habitué en explorar los laberintos del cine negro, pondera un estilo que tiene en común varios nexos temáticos con la obra de Alfred Hitchcock, cineasta que siempre declaró admirarlo. En ambos encontramos tres convergencias fundamentales: la mirada subjetivizada, el tratamiento de la imagen como portadora de verdades cinematográficas y la injerencia otorgada a la piscología de los personajes. Todas estas marcas de estilo confluyen en “Furia”, el debut de Lang en un film de habla inglesa.
Aquí nos encontramos con sufridos personajes, inestables mentalmente y propensos al delito. Si Claude Chabrol (quien también tomara como mentor a Lang) afirmaba que todos portábamos la naturaleza asesina dentro nuestro (véase “El Carnicero”, 1969), para Lang existe un fino límite que separa a un hombre justo, común y corriente de un criminal. Ese límite se llama impulso. Y todos podemos cruzar ese umbral, rumbo a un camino de culpabilidad sin retorno. De este complejo estudio de caracteres se desprende la cuestión del crimen que se convierte en disparador de la trama, propia del policial negro en donde “Furia” se inscribe, cumpliendo con casi todos los mandatos del género. Lang, por otra parte, echa mano del ‘falso culpable’, ese recurso argumental tan característico en la filmografía de Hitchcock, para dotar al relato de un matiz instigante.
El nivel de precisión visual con el que Lang reviste a su obra, como gran arquitecto cinematográfico que se precie de tal, se percibe en tres elementos primordiales: la recurrente utilización de la acción paralela, una fotografía impecable que resalta los claroscuros y un montaje dinámico como énfasis dramático. Observamos, por otro lado, el alto poder simbólico de su narración. Como evidencia de este apartado, existe un pormenorizado cuidado sobre los objetos que tendrán un gran peso alegórico en el film (el anillo, el abrigo, la bolsa de maníes) que luego van adquirir sustancial importancia en la trama, develando la clave de su resolución. ¿La quintaesencia del macguffin hitchcockiano?.
Lang acomete un agudo estudio social sobre una comunidad que se acerca a su época de elecciones partidarias, desnudando miserias de la clase política y el proselitismo ejercido a toda costa a la hora de captar votos y resguardar las buenas apariencias sobre su accionar. En otro orden, y tomando una página de los influyentes libros sociales “Psicología de las Masas” y “El Malestar en la Cultura”, de Sigmund Freud (un autor al que recurriría a lo largo de su filmografía), Lang se permite reflexionar acerca de una masa humana agresiva graficando el comportamiento de una muchedumbre tan irracional como amenazante, cuya violenta conducta acaba en un acto descontrolado de trágicas consecuencias.
Al respecto, gran parte de la mirada social de Lang se refleja en el breve, pero contundente sermón que el personaje del genial Spencer Tracy da ante el juez que lleva su causa: defraudado por el sistema de leyes que impera en el país, reflexiona acerca de la civilidad del ciudadano común contrapuesta al actuar delictivo de aquellos descontrolados que instigaron la revuelta. ¿Acaso una mirada crítica de aquello que encontró Lang una vez se instaló en el País del Norte?
A través de la elaboración de un guión propio en donde plasma sus íntimas obsesiones (adelantándose casi dos décadas a la teoría de autor que popularizaría Cahiers du Cinemá), Lang potencia su estilo visual como instrumento para reflexionar acerca de la brutalidad de una masa que se espeja en la crueldad de aquella de la que huyó en su Alemania adoptiva. Cavilando acerca de cómo la sociedad supuestamente avanzada y tolerante cercena las libertades individuales, el accionar de las masas enfervorizadas se explica como una consecuencia de un sistema dañado en su tejido más íntimo, ejemplificado en el comportamiento del singular protagonista ante una situación extrema. Transgredir el sistema imperante implica internarse en sus grietas, desnudar sus falencias.
Bajo esta línea de pensamiento, Lang oscila en el fino límite que separa el bien y el mal y lo correcto de lo amoral, mientras intenta desentrañar los misterios de la naturaleza y psiquis humana. El protagonista, siendo “un ciudadano modelo” se torna un ser sombrío luego de un incidente que lo involucra, mutando con él su concepción acerca de lo éticamente aceptable. Suceso a partir del cual apela a las artimañas de lo falaz para lograr su preciada, brutal y –según Lang- justificada venganza. El autor, una vez más, cuestiona nuestra capacidad de autocrítica.
Este imprescindible realizador se estrena en la meca del cine americano conjugando la perfecta amalgama entre el expresionismo germánico y el estilo clásico hollywoodense, elaborando una marca personal que continuaría otro brillante autor exiliado: Robert Siodmak, considerado un especialista noir. En “Furia”, la utilización de las luces y sombras clásicas del policial colaboran en perfecta sintonía con el uso del primer plano sobre el asfixiado y atribulado personaje.
La fatalidad sobre un individuo víctima del sistema y la justicia social resulta una prolongación apreciable en obras posteriores de Lang como “Sólo se Vive una Vez” (1937) y “Mas Allá de la Duda” (1956).
Título: Furia
Título original: Fury
Año: 1936.
Duración: 94 minutos.
País: Estados Unidos.
Dirección: Fritz Lang.
Guion: Barlett Cormack y Fritz Lang (Historia: Norman Krasna).
Música: Franz Waxman.
Fotografía: Joseph Ruttenberg.
Reparto: Sylvia Sidney, Spencer Tracy, Walter Abel, Bruce Cabot, Edward Ellis, Walter Brennan, Frank Albertson, George Walcott, Arthur Stone, Morgan Wallace, George Chandler, Roger Gray, Edwin Maxwell, Howard Hickman, Jonathan Hale, Leila Bennet, Esther Dale, Helen Flint, Ward Bond y Dennis O’Keefe.
Producción: MGM | Joseph L. Mankiewicz.
Géneros: Cine Negro. Thriller. Intriga. Drama | Venganza. Drama judicial.
Durante un viaje, Joe Wilson llega a un lugar desconocido, donde es encarcelado por un delito que no ha cometido. Los vecinos, amotinados, provocan el incendio de la cárcel y dan por muerto al forastero. Sin embargo, Wilson consigue sobrevivir y, entonces, intentará vengarse haciendo que sus potenciales asesinos corran el mismo peligro del que él escapó milagrosamente.
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