[4B Recomienda] Cuatro fantasías oscuras de Netflix que merecían ser renovadas

Cuatro series Young Adult de Fantasía Oscura canceladas de Netflix que merecieron una, al menos, segunda temporada para cerrar sus aventuras con algo de dignidad.

Por @mauvais1

Esta podría ser una lista preliminar porque seguramente usted, mi querido lector, tendrá sus cuitas con las cancelaciones que Netflix ha hecho en los últimos años de algunas de sus producciones serializadas con adolescentes como protagonistas. Yo mismo tengo otras que dejo afuera por tema de espacio e interés. Y porque deben ser cuatro. Y es algo que también invita al debate sobre lo que miramos, cómo lo miramos y lo que pretendemos de nuestras ficciones favoritas. Que hayan sido canceladas por bajas audiencias no nos convierte en sabios elitistas de series, pero sí hace reflexionar sobre qué tipo de historia, dentro del género joven/adulto fantástico, son las que perduran. Pero es algo para discutir en otro contexto.

Aquí, por ahora, les dejamos una corta lista de cuatro series que a nuestro parecer merecieron otra oportunidad.

Agencia Lockwood

No vendré aquí a hacerme el sorprendido. De lo poco producido por Joe Cornish para el espacio infantil, o mejor dicho familiar, escribiendo y dirigiendo Attack The Block (2011) y The Kid Who Would Be King (2019), que he visto, y sumando sus guiones para The Adventures of Tintin (2011) de Steven Spielberg y la no tan cara para mi, añadiré, Ant-Man (2015) de Peyton Reed, ha demostrado ser no solo un eficiente narrador de aventuras juveniles, sino también uno capaz de conjugarlo con dramas densos y oscuros sobre las infancias. Una suerte de Charles Dickens de las fantasías/ciencia ficción infantojuveniles modernas.

No desmerecemos el trabajo del autor original de la saga literaria, Jonathan Stroud, pero Cornish ha demostrado una sagaz capacidad para interpretar y representar los niños que pueblan estas historias. De hecho su eficiencia hace de esta serie una ventura en una realidad alternativa en la que toma solo los créditos iniciales para interiorizarnos, sin prólogos densos en explicaciones o diálogos y soliloquios rupturistas para ello. Entendemos que ahondar sería romper gran parte del misterio a largo plazo, como también cansar a la audiencia lista para la acción. Diremos que no subestima al televidente, comprende como arrastrarlo al universo de Lockwood & Co. sin sobreentendidos.

En los ochentas ocurrió un evento extraordinario que llaman «El Problema» que liberó a los fantasmas y sucedáneos con el poder de herir y matar a los vivos. Tal conmoción llevó al gobierno a crear las agencias que se encargan de cazar y destruir estas apariciones ¿Cómo? Solo ciertos niños y adolescentes tienen el «talento» para sentir los fantasmas, el cual van perdiendo gradualmente a medida que llegan a la adultez. Las agencias están dirigidas por personas que han pasado la edad sensible a los fantasmas, y los agentes son los jóvenes con los talentos necesarios para resolver los casos. Es donde entran los protagonistas, la agencia Lockwood. Anthony Lockwood (Cameron Chapman), George Karim (Ali Hadji-Heshmati) y Lucy Carlyle (Ruby Stokes), los tres son los agentes independientes frente a las megacorporaciones que hay en Londres.

Bien hasta ahí el prologo de la que será, obviamente, una aventura de aprendizaje de adolescentes, de thriller sobrenatural y sobre todo de dramedia iniciática. Y por qué mencionábamos a Dickens, porque como lo hiciera el genio literario con su critica social en la era victoriana, Joe Cornish lo retoma desde la perspectiva moderna de las relaciones que los niños tienen con el universo adulto, la incertidumbre y por sobre todo su inocencia enfrentada a la complejidad del carácter apático y frustrado del grande.

Lo hemos visto en Harry Potter de (J. K. Rowling), Artemis Fowl de Eoin Colfer), His Dark Materials de Philip Pullman y Noughts & Crosses de Malorie Blackman -me he quedado algo en el tiempo con las Young Adults británicas-, pero quizás esto de una idea de lo que verán en los ocho episodios de la primera temporada.


El hijo bastardo y el mismísimo diablo

Por estas tierras no contamos con la oportunidad, más a menudo de lo que se espera, de llegar a la totalidad de la inmensa industria literaria de las fantasías infanto juveniles que se publican. Si se dan una vuelta por Goodreads verán a que nos referimos. Y fue en ese sitio donde conocí la trilogía de fantasía oscura de Sally Green titulada Half Bad, que más allá de una alta puntuación no encontré particularmente distinta a muchas otras del estilo.

Pero lo que Joe Barton realiza aquí es intrigante al menos y recomendable hasta el hartazgo. Este es un amanuense que ha pivoteado entre la ciencia ficción Young Adult como iBoy (2017) y las reinterpretaciones de clásicos como Troy: Fall of a City (2018), la interesante Encounter (2021) y la más que recomendable The Lazarus Project (2022), o por qué no Humans (2015) o Ritual (2017). Convengamos que de géneros tiene experiencia.

Junto a Ryan J. Brown, Emer Kenny y Helen Kingston dan una macabra vuelta de rosca a la saga y la ensucian hasta revulsionar (existe el termino) la fantasía planteada, alimenta una ya existente oscuridad, más bien el ensombrecimiento de los personajes originales. La violencia de los adultos con respecto al universo infantil, la empatía que logra a través del dolor y la miseria.

En nuestro mundo existen dos tipos de brujas y brujos: brujas de sangre (generalmente oprimidas y descartadas como malvadas) y brujas de nacimiento justo (la población principal), y claro, los humanos o «fains». Nathan Byrn es el protagonista en hijo de ambas clases con el aterrador adicional de que su padre, Marcus Edge, es el brujo de sangre más peligroso del mundo, a todas luces el diablo de la historia. Un caníbal de poder que aterra a los de su clase. Es por eso que ha sido monitoreado toda su vida por el Consejo de Brujas Fairborn en la espera que se convierta en un heredero de esa oscuridad.

La historia, el viaje del adolescente es hallar su identidad más allá de las esperanzas ajenas, tanto buenas como, bueno, malévolas. Y es justamente el tratamiento de esa odisea lo que prende en este relato. La miserabilidad con que es cuestionado, perseguido y desafiado. Podría ser la historia de origen de un villano, al menos de un antihéroe pero mejor aún es la historia de un sujeto puesto a desentrañar su propia historia empujado por las acciones de los otros. Su liberación consiste en ser dueño las decisiones y no es materia, en gran parte de la trama, para tales portentos. Es solo un miserable respondiendo, empujado. Un sobreviviente de ocasión.

Densa, por momentos parece satisfacer anhelos violentos hacia los jóvenes por los adultos, como pornografía de abusos verbales y físicos. Tórrida. Y en medio la esperanza, la construcción de la identidad a través del amor, arrancado de los cascajos de lo detonado.


The Innocents

Regreso a ella años después de haberla visto -se estrenó en 2018- y es a causa de que Hania Elkington, una de sus creadores escribió también la más que recomendable adaptación de The Essex Serpent para Apple TV+ en 2022. Ella y Simon Duric, un storyboard artist de renombre en la industria, propusieron una interesante visión sobre el paso de la adolescencia a la adultez utilizando más de un mito nórdico en el proceso, alguna que otra leyenda oscura sobre cambiapieles y brujerías inglesas y por sobre todo, una historia original sin saga literaria por detrás. Que es todo un suceso si se nos permite.

Seis de sus ocho episodios fueron dirigidos por Farren Blackburn, que nos lleva hasta la olvidada The Fades (2011) de Jack Thorne, a Doctor Who y A Discovery of Witches (2021) y ya es un aliciente importante cuando se trata de una historia que más allá de la fantasía juvenil de huidos y perseguidos seres especiales se atreve a una lectura metafísica sobre la madurez, una construcción del paso de eras en donde nada se pule pero todo pierde.

La transición, ese instante mismo en que se lleva a cabo, el hiato es la serie. La fe en lo que vendrá, serán diezmada por la voluntad de lo establecido, el ejercicio adulto de forzar al niño a madurar bajo reglas, más bien leyes, ancestrales y corroídas, estratificadas e inamovibles. Crecer aquí es adentrarse en un laberinto sombrío donde la esperanza es la sobrevivencia y no mucho más. Sorcha Groundsell como June, pura magia simpática (la verán brevemente, podría ser Fatum después de todo, en la tercera temporada de His Dark Materials) y Percelle Ascott (I Came By) interpretando a Harry son mucho más que una relectura moderna de Romeo Y Julieta, el atractivo de esa trama se empalma con el don de ser muchos en uno, cambiapieles capaces de no solo imitar cual doppelgänger, sino también de sentir a quienes imitan. Esto hace que la historia de amor contenga de alguna manera tantas formas como imaginamos.


El club de la medianoche

Seremos sinceros. Podríamos haber elegido The Society de Christopher Keyser, o por qué no la fabulosa The Dark Crystal: Age Of Resistance (2019) de Jeffrey Addiss y Will Matthews con nada menos que Louis Leterrier en la dirección, si nos atenemos a la fantasía oscura en el género Youg Adult. Pero a esta es necesario mencionarla como uno de los capitales desaciertos de la gigante N en cancelaciones de este tipo de historias. Por comenzar; ¿es una fantasía oscura la creación de Mike Flanagan? Podría argumentar que sí, pues en un inicio la secta y las sombras que merodean los pasillos de la clínica son parte de los relatos, no transcurre en un universo paralelo donde las leyes físicas son diferentes, no es una ucronía o distopía, ni sucede en un mundo habitado por demonios o seres mitológicos. La obra original se centra en el horror sobrenatural, y aquí, como es costumbre en el realizado, lo tamiza en el terror gótico americano, las atmosferas de Stephen King, la poesía de Edgar Allan Poe, y con este último la reflexión sobre la existencia misma tanto en los vivos como en aquellos que ya no lo están.

Aquí Flanagan, junto a su equipo de guionistas conformado por Leah Fong -creadora también del show y colaboradora en La maldición de Bly Manor (2020), y no olvidaré su paso por la excelente The Magicians (2015-2020)-; Julia Bicknell (Yellowjackets); James Flanagan, otro colaborador frecuente; Chinaka Hodge (Snowpiercer) y Elan Gale (Misa de Medianoche) crean, en base a los escritos literarios originales de Christopher Pike, una amalgama interesante de subgéneros dentro del terror y la fantasía, una suerte de caleidoscopio donde los personajes desarrollan sus historias.

A diferencia de las anteriores de la lista, el autor somete toda la parafernalia a sus personajes, ellos son el motivo por el que el resto cobra existencia. Lidian con la muerte inminente y es a través de ello que pueblan su mundo de esos horrores y fantasmagorías. Los temas frecuentes del realizador como la casa como universo a explorar y comprender en sus laberinticos pasillos, que son figura de los anhelos y desvelos de los protagonistas, regresan con una fuerza conmovedora porque esta vez son niños. El paso de la inocente candidez de la niñez a lo sombrío del mundo adulto; el combate que ellos inician con ese sitio que resulta distante. Lo mencionaba en The Innocents (2018) y aquí cobra fuerza esa pugna por acarrear con ellos a ese sitio adulto lo poco que salvaron en sus experiencias transformadoras.

El elenco es excepcional, con Iman Benson como Ilonka, la joven que será nuestra guía en la exploración de este universo. La cancelación llega apresurada, se detiene justo cuando ella comienza a confraternizar con su propia muerte, cuando se rebelaba una verdad incómoda para el espectador. La gran pregunta de qué hay después de la muerte queda a media respuesta, explorada acaso en un primer capitulo de lo que pretendían ser varios. La gentileza, el cariño y la sofisticación con que Mike Flanagan trata a los personajes, la producción y las diferentes capas de las tramas auguraban un show, por comenzar entretenido, y por otra parte acercaba a los jóvenes a temas inquietantes como la existencia finita, la muerte con amor, aventura y ternura.


Acerca de Marco Guillén 4338 Articles
Aguanto los trapos a Jordi Savall. Leo ciencia ficción hasta durmiendo y sé que la fantasía es un camino de ida del que ya no tengo retorno.

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